viernes, 17 de agosto de 2018

RAYITAS Y COLORES


Cruz-Diez: nostalgia de futuro
Luis Barragán

Está cumpliendo 95 años el maestro Carlos Cruz-Diez y, claro está, si no fuese por la tragedia que hoy está demoliendo a Venezuela, sería el centro festivo de la República que ayudó a construir desde la más exacta, confiada, limpia y creadora civilidad.  Una edad respetabilísima, lo hace testigo de las experiencias y cambios políticos y, particularmente, estéticos del país que se empinó por encima de sus comodidades petroleras, miserablemente estafado en el siglo XXI, tras el saqueo que no cesa.

El artista es uno de los responsables de la novísima mirada que, en décadas pasadas, aportamos universalmente los venezolanos. De “rayitas y colores”, como popularmente se le  caracterizó, evolucionó desde el arte figurativo e, incluso, de las tiras cómicas que constituyeron una etapa, a la genialidad de un juego tozudo de perspectivas reivindicadoras de un optimismo jamás cancelado.

Nuestra promoción generacional recibió la influencia de un poderoso movimiento que incluyó a diestros críticos, los que fueron capaces de distinguir entre el trigo y la cizaña. Sin dudas, fue expresión fiel de nuestras libertades y, en todo caso, del derecho irrenunciable a combatir por ellas, bajo un régimen diferente al de ahora que existencialmente se explica por el morboso empeño de cancelarlas.

En una ocasión, el periodista Leonardo Padrón solicitó una explicación de su obra, respondiendo Cruz-Diez con una espléndida instrucción: “Simplemente que camines hacia adelante, que no te detengas ante ella porque hacerlo, la obra muere. Mi obra se produce en el tiempo y en el espacio. Al mínimo movimiento, van surgiendo nuevas gamas, porque ese es justamente el propósito de crear una situación monocroma que va evolucionando, por cientos y cientos de maties, y termina en otra solución monocroma" (“Materia prima”, Grupo Santillana, Caracas, 2007: 93).

En las despedidas por Maiquetía,  la diáspora lleva impresa en el alma al Cruz-Diez que lo despide y que no tardará en recibirla con los  brazos abiertos. Él mismo advirtió que sus creaciones no tenían vocación para una “manipulación de la nostalgia” (“Reflexión sobre el color”, FabriArt, Caracas, 1989: 13), por lo que en balde haríamos poesía de nuestras desgracias, buscando un refugio que las atenúe: creyendo darle una última pisada en el Aeropuerto Internacional, debemos volver para responder a la otra nostalgia, la del futuro que se realiza a punta de las realidades que están pendientes.

Reproducción: Carlos Cruz-Diez en el lente de Carlos Arenas. Momento, Caracas, 1960.

No hay comentarios:

Publicar un comentario