domingo, 12 de agosto de 2018

HOY, POR ÚNICO EXPONENTE: LA CRISIS

Desgalerizados
Siul Nagarrab


Crecimos en un país donde las artes plásticas también fueron noticia, no sólo por la nombradía de quienes las hacían, sino por la influencia ejercida en el gusto masivo.  Relativamente fáciles de adquirirlos, fuere de contado o a crédito, preferiblemente figurativo, la tendencia  llevó a exhibir  la copia o el original de un cuadro que presidía aún al más modesto hogar.

La existencia de un museo público en cualquier localidad venezolana, por lo menos, era pretexto para una visita de recreación dominical de la familia. A falta de cine o de cualquier otro espectáculo, o complementándolo, los niños gozaban de una mínima noción del mundo estético que compaginaba con las inquietudes sembradas en el  aula.

Incluso, eran profusas las visitas a las galerías privadas de las clases medias que pulsaban el ritmo de los esplendores petroleros, o los sectores universitarios que calibraban  el dato vanguardista de alguna afiliación ideológica, sin que hubiese obligación alguna de adquirir las encarecidas y, a veces, incomprensibles piezas. Todavía no disponemos de una radiografía histórica y sociológica de las viejas concurrencias, por ejemplo, al Museo de Arte Contemporáneo que tuvo en su directora, Sofía Ímber, una magnífica publicista, con  la virtud de actualizar la gratuita oferta visual  del Estado, con el que competían los sectores privados que supieron de un fenómeno que trascendió lo meramente mercantil.

Así como se ha despedazado el ámbito editorial, quebrando una librería tras otra, cerrada hace poco Lugar Común en Altamira, casi veinte años dejan algo semejante en el artístico.  De las galerías públicas, ya nada se sabe y son numerosas las sospechas que levanta el patrimonio del que disponen, y de los museos privados, prácticamente se extinguieron, resistiéndose pocos locales a la debacle económica.

Quizá esta nota sea un tributo a esa infancia que nos acercó a las alternativas plásticas que prosperaron en la vieja prensa, en los espacios públicos y privados. Así no fuese compradora, un paseo familiar hacia el este de la ciudad incluía la admirada obra de un artista que la dejaba ver, por poco o mucho tiempo, antes que llegase el comprador y que, de un modo u otro, imitábamos con nuestros creyones o acuarelas para cumplir con una tarea escolar..

Ilustración: Guillaume Montier.

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