De las juventudes políticas
Luis Barragán
Desconfiando de las tesis generacionales en boga, más cercanas al fashion que a las realidades, por dramáticas que fuesen, preferimos acercarnos al papel histórico, antihistórico y ahistórico que pueden desempeñar. Evidentemente, éstos refieren a los que todavía profesan una absurda e insalvable devoción hacia la presente dictadura, contentándoles algunas prebendas que le puedan arrancar, o los que, simplemente, a pesar de las evidencias, le dan – temerosos – la espalda al país, esperando por apenas una prebenda: los unos, conformes, repiten hasta la saciedad las consignas, mientras que, los otros, indiferentes, aprenden a roer sus frustraciones.
La juventud histórica, hija de su tiempo, responde con ideales, sueños y aspiraciones, afrontando la realidad, por amarga que sea, en una búsqueda incesante del compromiso definitivo para doblegarla y encausarla. Social y políticamente expresada, ha plenado las calles con un coraje admirable en procura de las libertades perdidas y, aunque pueden convertirse en referentes para el desarrollo de una vocación, no saben ni les interesa, a veces con justificado desprecio, los partidos que, al fin y al cabo, articulan convicciones, creencias, intereses e iniciativas.
Sentimos que no hay una debida correspondencia entre unas y otras juventudes, levantada una absurda muralla por las partidistas o, mejor, acusando recibo de la crisis todavía insuficientemente advertida de la institucionalidad partidista en Venezuela, están contestes con la debacle. Sobre todo, cuando las organizaciones que tan vehemente reclaman democracia hacia afuera, negándola hacia adentro, se prefieren reducidas y reservadas para una eventual ocasión de poder, por supuesto, excluyente; o reptando en una relación primaria de simpatía, sus integrantes más o menos noveles, apuestan por un selfie con la dirigencia adulta del partido, en lugar de ganarse un espacio propio e independiente.
Siendo tan relativa la noción cultural de la juventud, reñida frecuentemente con la realidad biológica, los hay que se creen absolutamente benjamines, al lado de los que presumen de una madurez insoportable en el predio de los partidos que asignan roles, posiciones y prestigios que no se compadecen con la representatividad del ostentoso líder en ciernes. Siendo el terreno natural, muchas veces no entendemos cómo hay connotados dirigentes del partidos que, antihistórica o ahistóricamente, incluso, poco o nada hacen por diligenciar alguna solución para la universidad en crisis en la que cursan estudios, no representan siquiera a sus compañeros de aula, no plantean la más modesta preocupación sobre la suerte de muchísima gente que les pide algo más que una frase preelaborada.
Nos tienta la reminiscencia de las décadas que, además, no vivimos, cuando una poderosa insurgencia juvenil le dio nombradía a los partidos de adscripción, siempre a contracorriente para garantizarles – así - el porvenir o algo del porvenir que efectivamente tuvieron. Pensamos ahora en la muchachada que compartió las vicisitudes de la calle y, ahora, en contradicción con las cúpulas, deben elegir entre la historia que les exige un compromiso vital y de rebeldía, o la antihistoria y ahistoria misma que, presuntamente liberándolos de responsabilidades, les ofrece las muy pocas oportunidades del personal aprovechamiento de la coyuntura.
12/02/2018:
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