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miércoles, 6 de mayo de 2020

OBSOLESCENCIA DE LAS RELACIONES HUMANAS

Michel Houellebecq: el mundo después de pandemia ‘será exactamente igual’
Alejo Schapire

El más influyente de los narradores franceses de la actualidad publica este lunes una carta en la que reflexiona sobre las consecuencias del coronavirus. El impacto del confinamiento en la escritura, la confirmación de la tendencia de una “obsolescencia en las relaciones humanas” o la disimulación de los muertos son algunos de los temas que aborda, lo que le lleva a decir que el día después el mundo “será el mismo, solo que un poco peor”.

A contramano de quienes vaticinan que ya nada será igual, que la pandemia es una oportunidad para replantearse el mundo y salir mejores, Michel Houellebecq (1956) responde con una risita desesperada que echa por tierra cualquier esperanza.

En una carta titulada “Un poco peor”, el narrador francés resume el estado del mundo tal como lo ve después de la convulsión provocada por la COVID-19.

El texto publicado este lunes empieza con un toque de humor frío que le viene de fábrica, hablando de su correspondencia. “Hay que admitirlo: la mayoría de los correos electrónicos intercambiados en las últimas semanas tenían como objetivo principal comprobar que el interlocutor no estaba muerto o a punto de estarlo”.

Houellebecq achaca luego al nuevo coronavirus de constituir, al mismo tiempo, una amenaza “angustiante y aburrida”. Es “un virus banal, de la familia poco prestigiosa de los virus gripales, con condiciones de supervivencia poco conocidas, con características difusas, a veces benignas, a veces mortales, ni siquiera transmisibles sexualmente: en resumen, un virus sin cualidades”.

Flaubert contra Nietzsche

Lo que sí le interesa al escritor francés en vida más leído en el exterior, es lo que el virus dice de la capacidad para pensar y escribir el mundo, así como de lo que revela de la transformación de la sociedad occidental a través de la innovación tecnológica.

Desde el punto de vista de la labor intelectual, Houellebecq retoma el tema de la producción literaria y filosófica a la que obliga la cuarentena.

“Este confinamiento me parece la oportunidad ideal para resolver la vieja disputa entre Flaubert y Nietzsche. En algún lugar (he olvidado dónde) Flaubert dice que uno sólo piensa y escribe bien cuando está sentado. Protestas y burlas de Nietzsche (también he olvidado dónde), que llega incluso a llamarlo nihilista (lo que sucede en un momento en el que ya había empezado a utilizar la palabra de forma equivocada e indiscriminada): él mismo concibió todas sus obras caminando, todo lo que no se concibe caminando es nulo, además siempre ha sido un bailarín dionisíaco, etc.”, escribe.

“Nadie puede sospechar que tenga una exagerada simpatía por Nietzsche, debo sin embargo admitir que, en este caso, es más bien él quien tiene razón. Tratar de escribir si no se tiene la posibilidad, durante el día, de caminar durante varias horas a un ritmo sostenido, es fuertemente desalentador: la tensión nerviosa acumulada no logra disolverse, los pensamientos y las imágenes siguen girando dolorosamente en la pobre cabeza del autor, que rápidamente se vuelve irritable, incluso loco”, apunta.

En cuanto a los efectos del confinamiento en el “común de los mortales”, Houellebecq explica que ya había abordado el tema en su novela La posibilidad de una isla, con el espectáculo insípido de una humanidad que se extingue, ”con individuos que viven aislados en sus celdas, sin contacto físico con sus pares, sólo unos pocos intercambios por computadora, y que van disminuyendo”.

Houellebecq no cree que nada vaya a cambiar, sino que las tendencias de fondo de la sociedad tecnificada se agudizarán. “En primer lugar, no creo ni por medio segundo en afirmaciones como ‘nada volverá a ser lo mismo’. Al contrario, todo seguirá siendo exactamente igual. De hecho, el curso de esta epidemia es notablemente normal. Occidente no es para la eternidad, por derecho divino, la zona más rica y desarrollada del mundo; se acabó, todo eso, desde hace tiempo, no es una primicia”, enfatiza.

Las muertes disimuladas

“El coronavirus, al contrario, debería arrojar como resultado principal la aceleración de ciertas mutaciones en curso. Desde hace algunos años, todas las evoluciones tecnológicas, ya sean menores (vídeo on demand, pago sin contacto) o mayores (teletrabajo, compras por Internet, redes sociales) han tenido como principal consecuencia (¿objetivo principal?) la reducción de los contactos materiales, y sobre todo humanos. La epidemia de coronavirus ofrece una magnífica razón para esta fuerte tendencia: una cierta obsolescencia que parece golpear las relaciones humanas”, escribe.

Otro rasgo agravado por la pandemia, según Houellebecq: “la muerte nunca ha sido tan discreta como en estas últimas semanas”. “Las personas mueren solas en su hospital o en las habitaciones del geriátrico, son inmediatamente enterradas (¿o cremadas? La cremación coincide más con el espíritu de los tiempos), sin invitar a nadie, en secreto. Muertos sin el más mínimo testimonio, las víctimas se reducen a un número más en las estadísticas de muertes diarias, y la angustia que se propaga en la población a medida que aumenta el total tiene algo extrañamente abstracto”.

La decisión de qué vidas merecen intentar salvarse en cuidados intensivos en función de la edad avanzada de los pacientes también resulta revelador de la época, deplora el autor de Las partículas elementales.

“Todas estas tendencias, como dije, existían antes del coronavirus; ahora sólo se han hecho evidentes con nuevas pruebas. No despertaremos, después del confinamiento, en un nuevo mundo; será lo mismo, sólo que un poco peor”, remata su mensaje.

Fuente:
http://www.rfi.fr/es/francia/20200504-michel-houellebecq-el-mundo-despu%C3%A9s-de-pandemia-ser%C3%A1-exactamente-igual?fbclid=IwAR3U3uFbnW9RSZQ160J6l4HbQQJ2fSl_uWd_jgNsV5QdnfKEFKcqZqaw_ok&ref=fb
Cfr.
http://www.leparisien.fr/culture-loisirs/michel-houellebecq-ne-croit-pas-a-un-nouveau-monde-apres-le-coronavirus-04-05-2020-8310420.php
https://www.lefigaro.fr/culture/le-pessimisme-de-houellebecq-le-monde-apres-le-coronavirus-sera-le-meme-en-un-peu-pire-20200504

Selon Michel Houellebecq, le monde d'après sera encore "un peu pire"

L'avènement d'un "nouveau monde" après la crise engendrée par l'épidémie de coronavirus, "un virus banal et sans qualité", ne convainc pas l'écrivain français le plus traduit dans le monde. Il voit au contraire une accélération de la diminution des contacts humains.
Si de nombreuses personnalités du monde des livres - de Leïla Slimani à Riad Sattouf - se sont exprimées sur l’épidémie de coronavirus depuis la mi-mars, Michel Houellebecq était resté discret. Célébré pour sa capacité à capter l'époque et à l'anticiper, l'auteur de "Soumission" est sorti de sa réserve lundi 4 mai. Après une cinquantaine de jours de confinement, il a écrit une lettre publiée sur le site de France Inter où son pessimisme - ou sa lucidité - n'a d'égal que son ironie. Son message commence ainsi: "Il faut bien l’avouer: la plupart des mails échangés ces dernières semaines avaient pour premier objectif de vérifier que l’interlo­cuteur n’était pas mort, ni en passe de l’être."
La perte des contacts humains
L'auteur français le plus traduit dans le monde considère d'abord ce virus "même pas sexuellement transmissible" comme "sans qualité", avant de récuser l'idée d'un monde d'après plus généreux et solidaire. "Je ne crois pas une demi-seconde aux déclarations du genre, rien ne sera plus jamais comme avant. Au contraire, tout restera exactement pareil", affirme l'écrivain, qui ajoute "en un peu pire".
L'épidémie de coronavirus, estime le romancier, "devrait avoir pour principal résultat d'accélérer certaines mutations en cours" dont, notamment, "la diminution des contacts humains". Mais pas de manière spectaculaire, "plutôt morne" à l'image de ce qu'il décrivait lui-même en 2005 dans "La Possibilité d'une île", un roman d'anticipation qui racontait "des indi­vidus vivant isolés dans leurs cellules, sans contact physique avec leurs sembla­bles, juste quelques échanges par ordina­teur, allant décroissant".
Un écrivain, ça doit marcher
Le prix Goncourt 2010 pour "La Carte et le territoire" ne croit pas davantage à une prise de conscience de notre destin. "Il serait tout aussi faux d'affirmer que nous avons redécouvert le tragique, la mort, la finitude, etc...", poursuit l'écrivain, qui égratigne dans sa lettre quelques écrivains confinés dans leur résidence secondaire mais en profite pour relancer la querelle entre Flaubert et Nietzsche, le premier jugeant qu'il faut être assis pour écrire, le second affirmant qu'il a conçu tous ses ouvrages en marchant. Tout cela pour exprimer son principal désarroi dans cette période de confinement strict: "un écrivain, ça a besoin de marcher".
Des vies réduites en statistiques
Alors que l'épidémie de Covid-19 a causé la mort de près de 25'000 personnes en France, Houellebecq affirme que jamais la mort n'aura été aussi discrète qu'en ces dernières semaines. "Les gens meurent seuls dans leurs chambres d’hôpital ou d’EHPAD, on les enterre aussitôt (ou on les inci­nère? l’incinéra­tion est davantage dans l’esprit du temps), sans convier person­ne, en secret. Morts sans qu’on en ait le moindre témoignage, les victimes se résument à une unité dans la statistique des morts quoti­diennes, et l’angoisse qui se répand dans la population à mesure que le total augmente a quelque chose d’étrangement abstrait."
Michel Houellebecq constate un autre chiffre, devenu obsessionnel, celui de l'âge des victimes. "Jusqu'à quand convient-il de les réanimer et de les soigner? 70, 75, 80 ans?", s'interroge-t-il. "Jamais en tout cas on n'avait exprimé avec une aussi tranquille impudeur le fait que la vie de tous n'a pas la même valeur", conclut-il.
Cette lettre a mis en émoi les réseaux sociaux qui se disputent la pertinence de l'analyse, les pour et les contre Houellebecq s'entredéchirant comme les pour ou les contre docteur Raoult. Nouvelle polémique en vue...

Fuente:

Según Michel Houellebecq, el próximo mundo será "un poco peor"

El advenimiento de un "nuevo mundo" después de la crisis engendrada por la epidemia de coronavirus, "un virus común y sin calidad", no convence al escritor francés más traducido del mundo. Por el contrario, ve una aceleración de la disminución en el contacto humano.
Si muchas personalidades del mundo de los libros, desde Leïla Slimani hasta Riad Sattouf, han hablado sobre la epidemia de coronavirus desde mediados de marzo, Michel Houellebecq se mantuvo discreto. Celebrado por su capacidad de capturar el tiempo y anticiparlo, el autor de "Sumisión" salió de su reserva el lunes 4 de mayo. Después de cincuenta días de encierro, escribió una carta publicada en el sitio de France Inter donde su pesimismo, o su lucidez, solo se compara con su ironía. Su mensaje comienza de la siguiente manera: "Debe admitirse: la mayoría de los correos electrónicos intercambiados en las últimas semanas tenían el objetivo principal de verificar que el interlocutor no estaba muerto, o estaba a punto de estarlo".
Pérdida de contacto humano.
El autor francés más traducido del mundo considera que este virus "ni siquiera se transmite sexualmente" como "sin calidad", antes de cuestionar la idea de un mundo más generoso y unido. "No creo medio segundo en las declaraciones del género, nada volverá a ser igual. Por el contrario, todo seguirá siendo exactamente el mismo", dice el escritor, quien agrega "en un poco peor".
La epidemia de coronavirus, cree el novelista, "debería tener el resultado principal de acelerar ciertas mutaciones en progreso", incluyendo, en particular, "la disminución del contacto humano". Pero no espectacularmente, "más bien sombrío" como lo que él mismo describió en 2005 en "La posibilidad de una isla", una novela de anticipación que decía "individuos que viven aislados en sus células". , sin contacto físico con sus semejantes, solo unos pocos intercambios por computadora, disminuyendo ".
Un escritor debe trabajar
El Premio Goncourt 2010 por "El mapa y el territorio" no cree en la conciencia de nuestro destino. "Sería igual de falso decir que hemos redescubierto lo trágico, la muerte, la finitud, etc.", continúa el escritor, quien tachó en su carta a algunos escritores confinados en su segundo hogar pero aprovechó la oportunidad para revivir la pelea entre Flaubert y Nietzsche, la primera juzgando que es necesario estar sentado para escribir, la segunda afirmando que diseñó todas sus obras mientras caminaba. Todo esto para expresar su angustia principal en este período de estricto encierro: "un escritor, necesita trabajar".
Vidas reducidas en estadísticas
Mientras que la epidemia de Covid-19 ha matado a casi 25,000 personas en Francia, Houellebecq dice que la muerte nunca ha sido más discreta que en las últimas semanas. "Las personas mueren solas en el hospital o en las habitaciones de los hogares de ancianos, son enterradas de inmediato (¿o incineradas? La cremación está más en el espíritu de los tiempos), sin invitar a nadie, en secreto. Muertos sin tenemos el más mínimo testimonio, las víctimas se reducen a una unidad en las estadísticas de muertes diarias, y la ansiedad que se extiende entre la población a medida que aumenta el total tiene algo extrañamente abstracto ".
Michel Houellebecq observa otra figura, que se ha vuelto obsesiva, la de la edad de las víctimas. "¿Hasta cuándo debería ser resucitado y tratado? ¿70, 75, 80 años?", Pregunta. "En cualquier caso, nunca hemos expresado con tanta calma y modestia el hecho de que la vida de todos no tiene el mismo valor", concluyó.
Esta carta ha conmovido las redes sociales que disputan la relevancia del análisis, los pros y los contras de Houellebecq se separan como los pros y los contras del Dr. Raoult. Nueva controversia a la vista ...

Fuente:

domingo, 30 de septiembre de 2018

Y DE LOS GRACIOSOS DEVENIDOS MORISQUETOS

Tlatelolco venezolano
Luis Barragán


Próxima la inauguración de los Juegos Olímpicos, la Plaza de las Tres Culturas sirvió para una incalificable matanza de mexicanos.  Medio siglo atrás, se hizo patente el repudio universal de los hechos: Octavio Paz, renunció a la embajada de La India, aunque más tarde Carlos Fuentes sería el embajador en Francia de Luis Echeverría, el otrora ministro del presidente Gustavo Díaz Ordaz, principal responsable de Tlatelolco.

La vieja prensa venezolana reveló el profundo impacto que acá produjeron los hechos, apenas saliendo de un período no menos incalificable de violencia, legitimando la búsqueda de una pacificación necesaria. Creció el llamado movimiento de renovación que no tardaría en confrontarse con el de la reforma universitaria y, si bien es cierto que hubo la ocupación militar de la Universidad Central de Venezuela, no menos lo es que, por una parte, al poco tiempo ella fue devuelta y regularizó su vida cotidiana;  y, por otra, el sector político que la convirtió en trinchera insurreccional, la disfrutó para concursar en los venideros esplendores de la renta petrolera que realmente subvirtió al país.

Quizá tengan el atrevimiento de rasgar sus vestiduras, los actuales beneficiarios de Miraflores, responsables del genocidio  activo y pasivo del siglo XXI que han logrado confiscar. Dirán de la matanza de Tlatelolco, negando desvergonzadamente la represión, el hambre y la diáspora que deliberadamente impulsan, arrinconados por las sanciones personales que más de 40 países ya han acordado, no sólo por crímenes de lesa humanidad, sino por asombrosos delitos  financieros que prometen o dicen prometer la dicha económica para una sucesión de varias generaciones.

Independientemente de sus posturas políticas, un novelista como Michel Houellebecq ha indagado sobre las consecuencias culturales que produjo la rebelión estudiantil de finales de los sesenta del veinte, en los países desarrollados. Suscitando un debate tan sugestivo, está aún pendiente en la Venezuela de una larga tradición de luchas estudiantiles, por lo demás, impedido por la maquinaria publicitaria y propagandística de una dictadura que tiene como un ejemplar defensor, por ejemplo, a Néstor Francia:  bastará con leer un reciente artículo del otrora declamador del movimiento de renovación de la UCV contra los pensionados y toda la vejez que pone en peligro su revolución, pidiéndoles la muerte; y no vengan ahora a decir que fue en una inteligentísima clave de humor, vil pretexto para quien defiende esta dictadura e hizo de la ridiculización y del desprecio de la dignidad humana, todo un programa de la televisora oficial hasta que Mario Silva le arrebató el trofeo, sacándolo.

La izquierda marxista de medio siglo atrás, añadidos los herederos tan bien apoltronados en el poder, a lo mejor se atreverán a decir algo sobre el Tlatelolco mexicano, olvidando el venezolano de un XXI real y palpable, con catástrofe humanitaria por delante. Los viandantes de la universidad de ayer, son sus enemigos fundamentales y, faltando poco, en los últimos años,  tienen en su haber la muerte de jóvenes en las calles, como los  mal heridos, perseguidos, exiliados  y prisioneros políticos que relegan a Díaz Ordaz y a Echeverría al departamento de aprendices.

Reproducción: Escenas del filme “Tlatelolco, verano del 68” de  Carlos Bolado (2013). El delator, Echeverría y Díaz Ordaz hablan y llegan los manifestantes a la Plaza de las Tres Culturas.
01/10/2018:
http://www.noticierodigital.com/2018/10/luis-barragan-tlatelolco-venezolano/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=109778
https://noticiasvenezuela.org/2018/10/01/luis-barragan-tlatelolco-venezolano/
http://venezuela.shafaqna.com/ES/AL/1546623

lunes, 30 de abril de 2018

BREVES INSTRUCCIONES PARA NO OBVIAR UNA VIEJA EMOCIÓN

Del mayo francés
Luis Barragán


Todavía lo recordamos, una de nuestras iniciales incursiones hemerográficas la hicimos sobre el célebre mayo francés que rompió la tranquilidad del mundo desarrollado,   por la audacia de sus planteamientos. Fue tanta la curiosidad del adolescente, descubriéndose muy cómodo en los archivos de El Nacional en Puerto Escondido, que recorrió cada una de las vicisitudes reportadas por las agencias internacionales de noticias, incluyendo el genial grafiterismo de entonces.

Pasará el tiempo y aquél escándalo de las novedades, desmayará poco a poco al igual que la figura más emblemática de la rebelión: Daniel Cohn - Bendit. Aquélla efervescencia parisina de 1968, por cierto, sobre la cual escribieron los líderes políticos venezolanos procurando la profundidad de un planteamiento, como no ocurre ahora con tópicos que están demasiado a la vista, generó una vasta bibliografía, acuñó una inmensa diferencia en las filas de un marxismo que abrazaba desesperado a Freud, y sintetizó una revolución cultural del capitalismo, como luego sentenciará solemnemente Regis Débray, aunque muy poco sabía de las innovaciones que la experiencia estudiantil latinoamericana aportaba. Sin embargo, nuestra mayor deuda, cerrando el círculo de la remota curiosidad, fue saldada por la literatura.

 Alfredo Bryce Echenique, en clave de un gratificante humor, nos condujo a las intimidades de las barricadas del Barrio Latino, con  “La vida exagerada de Martín Romaña” (1981); y  Michel Houellebecq, en clave de una inmensa desilusión, lo hizo con las intimidades de la generación que cruzó el puente entre las universidades de Nanterre y La Sorbona, convertida la irresponsabilidad en fórmula de vida, con “Las partículas elementales” (1998). Al protagonista del peruano, por más que nunca vivenciara las amargas experiencias obreras que, simplemente, desconocía, podía despachar un documento marxista que lo visara entre los amigos; y los protagonistas del francés, por mucho que tratasen de comprender a la madre, se sabían herederos directos de las gestas callejeras que desafiaron a De Gaulle y, al mismo tiempo, al PCF.

Medio siglo atrás, los teletipos inundaron las mesas de redacción con la primicia de los planteamientos acunados en el mundo desarrollado, próspero y hastiado, por largo tiempo generando las más encontradas interpretaciones que se convirtieron en sendos éxitos editoriales. Medio siglo después, las redes sociales saludarán el aniversario, quizá profusamente, afianzando más la anécdota que el aporte concreto.

Y, mientras tanto, en Venezuela, seguiremos lidiando con un régimen que es el de una asfixiante y militante premodernidad, cuyo más  insigne esfuerzo, además de conculcar las libertades y de hambrearnos, ha sido la destrucción del movimiento estudiantil y de la propia noción de universidad. Uno que otro albacea del movimiento de la renovación  que tuvo por domicilio principal la escuela de Letras de la UCV, invocará sus irradiaciones y reclamará por una superior significación y trascendencia que la revuelta francesa, tratando de obviar que apoyó o todavía apoya al socialismo de las demoliciones que, por cierto,  aunque no desee admitirlo, ya se lo llevó por delante.

Fotografía inicial: Tomada de la red de redes.
Reproducción: Últimas Noticias, Caracas, 10/09/1968. Daniel Cohn-Bendit, convertido en la vedette del mayo ya lejano.
29/04/2018:
http://radiowebinformativa.com/archivos/4893

martes, 12 de diciembre de 2017

¿SOMBRAS NADA MÁS?

EL NACIONAL, Caracas, 11 de diciembre de 2017
El nuevo fantasma europeo
Atanasio Alegre
 
Cuando la recepcionista termina de dar la información sobre las condiciones de alojamiento en el hotel, añade, como si se tratara del eslogan de un político en campaña: Francia no es solo París.

Francia, en la ruta hacia Normandía, es, efectivamente, esa alfombra verde de una campiña festoneada por los más variados cultivos: con mucho agua, con muchos puentes sobre el Sena –algunos de una belleza soberbia, como el que une la ciudad de Le Havre y la población de Honfleur–. La Francia interior son los viñedos con los pámpanos desmelenados al viento. Es el vino, la industria del motor y la del perfume, como el que usa esta moza morena que atiende la recepción en este hotel de Le Havre.

Pero Francia no solo es el paisaje sino el paisanaje, sus pobladores. ¿Qué quienes pueblan ahora esta Francia del siglo XXI? Pues, si uno quisiera reseñarlos atendiendo a los que suben y bajan de los autobuses, los que toman el tren en las estaciones, los que andan a pie tendría que contar también, entre ellos, a quienes vinieron de esas regiones del África donde el sol es tan peligrosamente amigo del hombre. Y son tantos que uno de los políticos más pintorescamente malévolos, como el tal Le Pen, ha anunciado que se va a vivir a la campiña porque prefiere ver las vacas a tanto árabe en las calles de París. Es el tinte moreno que cubre hoy la Francia, reflejado en alguna de esas novelas aparecidas en estos años últimos entre las que no faltan títulos de autores que se ocupan de esta derivación de la ciudadanía actual.

Que así vaya el tema es cosa que merece una explicación, cosa que ha hecho Michel Houellebecq, uno de los escritores más connotados por haberse hecho acreedor hace al Premio Goncourt en 2011. Houellebecq tiene la parroquia divida, ya que no todo aquel que ha comprado alguno de los 400.000 ejemplares vendidos de su novela El mapa y el territorio lo ha hecho en son de amigo, sino por tener a mano, como la niña fea, un espejo en el que mirarse. La tarea de este autor tiene el propósito de tomar el pulso de la Francia morena de hoy.

La revista alemana Der Spiegel llamó a Houellebecq el poeta francés de la alienación. Pero lo cierto es que la crítica encuentra una estrecha vinculación entre El mapa y el territorio con la manera como Balzac notarió la sociedad de su tiempo. Su estilo es lineal, fluido, con personajes a lo Dostojewski, con guiños al paisaje y con una originalidad que ningún novelista en la larga historia del género había acometido, a saber, convertir en tema de una novela el asesinato de su autor. A Houellebecq lo asesinan –en la novela– para robarle el cuadro que un pintor, el protagonista de la obra, había hecho como gratificación por haber escrito el texto del catálogo de una de sus exposiciones.

Sucede, por otro camino, que desde hace ya algún tiempo circula un libro anónimo, en forma de panfleto, que lleva por título La insurrección que viene, escrito por un comité invisible en el que se cuenta el trance por el que pasan las sociedades europeas. Se sabe que la obra salió de una comuna que solía reunirse en la localidad de Tarnac, en Francia, de la que formaban parte algunos de los editores de la revista Tiquun en la que, con solo dos números, aparecieron trabajos de los filósofos de izquierda de mayor rango en ese momento en Francia. De todas maneras Julien Coupat, identificado como uno de los autores entre los nueve, fue acusado de sabotaje a las catenarias del tren de alta velocidad o TGV.

Desde cualquier ángulo que se mire –se lee en el panfleto– la llamada sociedad europea no tiene salida. Hay un acuerdo generalizado de que todo lo que hoy está tan mal va a seguir peor. La cosa es tan grave que estamos dispuestos a fingir ante el hecho de que, teniendo un cadáver sobre la mesa, pasamos por delante sin enterarnos. ¿Cómo salir de esta situación? Mediante la implantación de la anarquía, sin escatimar ni en violencia ni en terrorismo. Y es aquí donde la autoridad ha comenzado a tomar cartas en el asunto.

El panfleto tiene un innegable gancho literario. En la primera edición de la traducción alemana se vendieron 25.000 ejemplares y se dice que el toque literario maestro se debe a la pluma de Houellebecq.

Animados por el éxito de la obrita, más tarde aparecería ya con aspiraciones filosóficas que emulaban las de El capital de Marx, bajo la autoría del mismo grupo, la obra A nuestros amigos, donde se plantea la tesis de que ya no es el capital, como sucedía en Marx, el que domina el mundo, sino el poder cibernético, como lo hacen en las redes Google y Facebook. En resumidas cuentas, se trata del El poder cibernético que viene a ser el último de los títulos de este grupo publicado en el 2016.

Claro, que viniendo de Francia y conociendo por quién votaron los franceses en las últimas elecciones, a pesar de la fementida popularidad de que goza la izquierda (Emmanuel Macron, por cierto, hizo y bien, la carrera de filosofía, sin ser de izquierda) habrá que tener en cuenta otras condiciones sobre las que se desarrolla la vida del francés. El francés –dice Umberto Eco en su novela El cementerio de Praga– no sabe bien lo que quiere, lo único que sabe es que no le gusta lo que tiene. Está orgulloso de tener un Estado que dice poderoso, pero se pasa el tiempo intentado que caiga. Ils grognent toujours. Pues bien, podría ser que esto de la revolución que amenaza a la Europa de los 27 se reduzca a otro gruñido más bajo forma fantasmal, como el que acaba de producir en España el separatismo catalán, cuyos protagonistas dan la impresión de haber hecho suyos algunos de los lineamientos del panfleto de marras: La revolución que viene.

Fuente:

domingo, 15 de octubre de 2017

HACIA UNA SOCIEDAD DE ÁGRAFOS

Por ejemplo, Houellebecq
Luis Barragán

Escasas las divisas, en medio de una pavorosa y extendida crisis humanitaria, comprendemos y justificamos que la inversión prioritaria sea en los alimentos y medicamentos tan urgidos. Empero, habrá que esperar a la transición democrática,  porque la actual dictadura privilegia el gasto militar y publicitario, como el servicio de la deuda externa, dejando el cumplimiento de sus pagos internos para la rebatiña de los más cercanos y exclusivos círculos del poder establecido.

Frecuentemente, hurgamos las redes sociales para imponernos de las más recientes entregas de las casas editoriales que ya no vienen a Venezuela, maravillados por las alternativas reseñadas. Imposibilitada la lectura impresa o digital de las mejores novelas y ensayos que ofertan, impedidos de los dólares o euros que la permitan, más de las veces apostamos por el préstamo benevolente de una persona amiga o por la cortazariana reconstrucción de los textos más o menos desperdigados, recreándonos con los capítulos intermedios o finales, a la espera de los introductorios que algún día aparezcan.

Aceptemos, la situación nos llena de impotencia e indignación, porque nunca antes o, por lo menos, desde que el petróleo anegó al país, pasamos por una situación semejante, compartiendo cada vez más la deplorable condición de un lector cubano. Muy poca certeza tenemos ya de leer “4 3 2 1” del estadounidense Paul Auster o “La ola detenida” del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez, ejemplificando – apenas  - los títulos más recientes, sintiendo las imperceptibles angosturas de un universo que tan injustamente se apaga. 

Las nuevas generaciones tienden a creer que las carestías siempre  fueron tales, excepto para una minoría de ladrones que negaba el pan y la letra, legitimando así a la actual por el camino de la resignación. Pocos logran percatarse del país que, apenas, décadas atrás, tenía sus anaqueles llenos con productos – además – de diferentes marcas y con grandes legiones de jóvenes venezolanos cursando estudios regulares en el extranjero, gracias al programa de becas de Fundayacucho.

Un país también de novedades editoriales, importadas y exportadas, que estimulaban la universalización de los debates que, frecuentemente, alcanzaba cierta profundidad en los medios. Es evidente el contraste con la situación actual que, a lo sumo, nos tiene como lejanos espectadores envanecidos por la sola noticia recibida.

En días pasados, el archivólogo Gabriel López sacó del  fondo de la colección hemerográfica de la Academia Nacional de la Historia que trata de ordenar, a pesar de todas las limitaciones, algunos ejemplares de la revista Exceso (Caracas) de la que, por cierto, no fuímos asiduos. Nos sorprendió la cuidadosa crónica sobre Michel Houellebecq, suscrita por Graciela Speranza y, faltando poco, con una ilustración figurativa de Weil, que brindó la edición nr. 128 de marzo de 2000.

El autor  que muy difícilmente puede verse hoy en nuestras vitrinas, cuya obra goza de una justificada fama, añadida la referida al ascenso de un musulmán moderado a la presidencia de la República Francesa en 2022, ayer nos resultaba – sencillamente – familiar.  Precisamente, casi veinte años atrás, “Las partículas elementales”, su segunda novela, llamaba la atención entre nosotros, pudiendo leerse con toda  naturalidad y comodidad,  como no ocurre ahora con “Sumisión”, la última, publicada en 2015, u  otros de los géneros que ha cultivado, ya traducidos: nada casual, bajo esta prolongada dictadura.