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sábado, 22 de septiembre de 2018

TRAS LOS VISIBLES BARROTES

La universidad encarcelada
Luis Barragán


Días atrás, estuvimos en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) de Maracay, constatando las condiciones deplorables en la que se encuentra su sede. Cada pasillo y cada esquina, hacen de las instalaciones  ocasión propicia para cualquier emboscada del hampa. E, incluso, las aulas cuentan con una fortísima reja metálica, probablemente más costosa que los viejos pupitres, pizarrones y carteleras que se permiten guardar, punzando la tentación de los bandoleros más audaces.

Pocos vigilantes, desarmados, hacen lo que pueden para proteger el lugar, obviamente, protegiéndose ellos mismos frente  a una incursión que parecerá más  un acto de rutina, antes que de audacia. Los delincuentes gozan del visado de unas autoridades que, prestas para la persecución política, se declaran incompetentes para todo lo demás, so pretexto de un disminuido presupuesto, salarios deprimentes, armamento desvencijado.

Y es que no hay universidad venezolana que no se encuentre encarcelada,  asediada por una particular custodia: la de los hampones también comunes que no se  saben parte de un plan maestro. Éste no es otro que el dejar, adicionalmente, a su suerte a los universitarios en manos de bandoleros que ensayan sus más elementales faenas al acecharlos y, a cambio de un disparo gratuito, hacerse de las pocas pertenencias que se permiten en ciudades en las que sobran todas las precauciones personales posibles.

Es la Universidad Central de Venezuela que, faltando poco, a plena luz del día, se ofrece como escenario impune del delito, a veces, por temor o complicidad, facilitado por sus pocos vigilantes, mientras que una argucia judicial ha prohibido un mayor control de los accesos, a través de sendas puertas, contrastando con la celosamente amurallada y protegida sede del Tribunal Supremo de Justicia que decidió menospreciar el llamado de urgencia de la comunidad universitaria. Son extensos los sectores vedados al libre y espontáneo tránsito, cayendo la noche con sus promesa de peligros.

O es la sede del Núcleo del Litoral de la Universidad Simón Bolívar que, visitada en dos oportunidades, aconseja recogerse rápido e irse para evitar el vuelo rasante, tan breve como angustioso, de un motorizado felón que acumula una alta puntuación, aunque no goce de una mención de publicación.  O de las universidades privadas, con vigilantes más atentos, en las que podemos resultar sorprendidos, como ha ocurrido, en el más concurrido de sus espacios, presumiendo una gran fortuna detrás de la modesta tarjeta de débito que vio y midió a la distancia por la compra de un sencillo vaso de café.

Así como ignoramos los niveles de hiperinflación, epidemias u otras estadísticas que debe publicar el Estado,  existen unas cifras negras de la delincuencia, las que tanto preocupan a los criminólogos, aún más obscurecidas al tratarse de las aulas.   El indecible socialismo en marcha, consiguió un mayor control social de las universidades a las que tanto teme, a través del asalto armado y desarmado, relegado el hurto como una curiosidad que ya no lo es en el renglón del homicidio.

Alentando la deserción, hay miedo de ir a la universidad, recibir o dictar clases, quedando cualquier equipo, tan costoso como inmediatamente irremplazable, a la merced de los mercaderes del hampa. Cosas del Estado Comunal, nada quiere de la búsqueda sistemática de la verdad.

Fotografías: LB, UPEL de Maracay (15/09/2018.
24/09/2018:
https://www.lapatilla.com/2018/09/24/luis-barragan-la-universidad-encarcelada/
https://venezuelaunida.com/luis-barragan-la-universidad-encarcelada/
https://noticiasvenezuela.org/2018/09/24/luis-barragan-la-universidad-encarcelada/
http://venezuela.shafaqna.com/ES/AL/1535683
https://www.ccsnoticias.com.ve/category/luis-barragan-la-universidad-encarcelada/

viernes, 24 de noviembre de 2017

SOCIALISMO FERRETERO

EL PAÍS, 01 de octubre de 2017 
EN ANÁLISIS
Psiquiatría soviética en Venezuela
Héctor E. Schamis
 
"¿Existen enfermedades y desórdenes nerviosos en una sociedad comunista? Evidentemente que sí. Entonces, habrá delitos que son propios de personas con mentes anormales...En relación a aquellos que se oponen al comunismo, podemos decirles claramente que el estado mental de dichas personas no es normal".

Las palabras precedentes, de Nikita Khrushchev, fueron pronunciadas en 1959. Son por demás elocuentes. Quien se opone al comunismo no puede ser una persona normal. Su filosofía fundante, el marxismo-leninismo, es el gran recipiente de sabiduría y verdad. Ergo, el disidente solo puede ser alguien con una alteración mental.

Así fue el comienzo de la psiquiatría soviética: el diagnóstico como mecanismo de control social, el confinamiento hospitalario como estrategia represiva.

Los disidentes eran internados bajo custodia psiquiátrica y sus puntos de vista políticos, tomados como evidencia de su enfermedad. Habitualmente, dichas opiniones eran catalogadas como síntomas de esquizofrenia o paranoia. Y con frecuencia se los sometía a régimen de aislamiento, privados de aire y luz natural y, muy especialmente, privados de material de lectura y escritura.

La literatura sobre el tema es amplia. Buena parte de ella ha sido producida por las propias víctimas, Vladimir Bukovsky entre los más renombrados. A partir de dichos testimonios se abrió un verdadero campo de estudio—la utilización política de la psiquiatría—que se extendió más allá de la Unión Soviética—por ejemplo, a China y a Cuba—y más allá del período comunista. Existe evidencia de que el mismo método de coerción continúa vigente en Rusia, Bielorrusia y Kazakstán.

No existe evidencia que sea usado en Venezuela, aunque tal vez solo hasta ahora. Hay una historia que contar al respecto. En marzo de 2014, el entonces presidente de la Asamblea Nacional y hoy diputado Diosdado Cabello demandó a la directiva del medio periodístico Tal Cual por difamación. El director del medio es Teodoro Petkoff.

Los acusados recibieron medidas preventivas que incluyen la prohibición de salida del país desde entonces, en un proceso plagado de arbitrariedades y por un delito que prescribe al año de haber sido supuestamente cometido. Pero, lejos de emitir sentencia, el tribunal ha procedido de manera soviética.

Ocurre que el juez de la causa ha dictaminado que Petkoff padece de "demencia vascular" y que no es apto para afrontar un juicio. Sus derechos jurídicos quedan así en manos de un tutor provisoriamente designado por el juzgado. Como tal, Petkoff pierde su entidad civil. Algunos usaron el término "muerte civil".

En otras palabras, el régimen ha declarado a Petkoff incapaz, demente. Como en la Unión Soviética, es un mecanismo de estigmatización. Es que la locura es más efectiva que la cárcel. Es una humillación con la cual se busca invalidar las ideas del intelectual disidente; o sea, descalificar su propia identidad y propósito vital.

La libertad se puede perder por encarcelamiento, como los cientos de presos políticos venezolanos. Se puede perder por confinamiento psiquiátrico, como en la Unión Soviética. Y se pierde por un diagnóstico con intencionalidad política hecho decisión judicial, como en el caso de Petkoff. Es inevitable pensar en alguna influencia del alcalde del municipio Libertador, el Doctor Jorge Rodríguez, médico psiquiatra.

La medicina convertida en el instrumento del abuso. A su ya larga lista, el régimen de Maduro le está agregando un nuevo tipo de crimen.

Fuente:

domingo, 3 de abril de 2016

FUEGO A DISCRECIÓN

Del novísimo toque de queda
Luis Barragán


Vivimos años consecutivos bajo el imperio de la delincuencia, cuyo crecimiento y una cada vez mejor articulación lo delatan no sólo los resultados en vidas humanas tan injustamente truncadas, sino la propia y harto sospechosa impotencia del Estado comprobadamente  incapaz de la persecución y del castigo, correspondientes. El solo dato de más de 400 ingresos de cadáveres en la morgue de Bello Monte, en la ciudad capital, en marzo del presente año, es otro suficiente motivo para que renuncie Nicolás Maduro.

Imposible argumentar que todo delito es fruto del estado de necesidad, porque las estadísticas que apenas se conocen, más por el activo seguimiento de sendas y sobrias entidades de la sociedad civil, metodológicamente fundados, que por un Estado que es el gran deudor de la información veraz, procurando desorientarnos, dibujan una suerte de guerra civil. Y ésta, tácita e inclemente, pero eficaz, está muy lejos de sustentarse en el delito famélico, hallando sintonía con el ejercicio de un perverso control social.

El hampa ya industrializada, la que tiene por mejor explicación la complicidad del gobierno que la tolera en los mismos centros penitenciarios, convertidos también en  referentes de irradiación gerencial, ha formalizado el toque de queda en los sectores populares y quizá – en pocos días – se extienda a otros en ciudades, pueblo y caseríos. Ha impuesto un horario para el libre tránsito de quienes los habitan, declarando en la práctica un Estado de Excepción que, por cierto, levanta no pocas suspicacias.

Ya hay pérdida de vidas humanas por incumplimiento del toque de queda y estudiantes, trabajadores y buscadores perseverantes de empleo, deben agotar todas sus diligencias para llegar a sus hogares a tiempo y resguardarse frente a las autoridades de facto. El señorío se extiende más allá del barrio adentro y, en los estados Aragua, Carabobo, Sucre y Zulia, como en la ciudad capital, nos reportan, el fenómeno muerde a las urbanizaciones.

Todo esto ocurre bajo la expectativa silenciosa de un gobierno que teme a la protesta social por la pavorosa crisis que ha generado y que autoriza con su abstención, por más descabellado que parezca, tan atípico Estado de Excepción. Obra como una fórmula de amedrentamiento y contención de todas las inconformidades, incurriendo en un terrorismo de Estado por delegación.
Ilustración: Mario Wagner.


04/04/2016