lunes, 31 de octubre de 2011
DOS PRINCIPIOS
De la jerga parlamentaria
Luis Barragán
Puede decirse, dos sentencias populares devienen principios que explican la tarea parlamentaria del partido de gobierno. Ambas tienen por fundamento el descarado cumplimiento de las órdenes de Miraflores, violentando la propia Constitución de la República.
De un lado, el “tarde piaste, pajarito”: procuran remendar a todo trance los errores gubernamentales, modificando la normativa e inyectando más dinero donde el fracaso es demasiado evidente. Por ejemplo, como lo señaló el diputado Abelardo Díaz a propósito de una solicitud de crédito adicional para un centro penitenciario tachirense, predecesor del debate sobre el código penitenciario, incurrirán en un gasto improvisado para el establecimiento que ni siquiera conocen, divorciados de todo programa, planificación y política – incluida las inversiones – que completan un fracaso monumental en la materia. Valga la coletilla, amén de la pérdida innecesaria de vidas y la gigantesca e inédita – por sus proporciones e impunidad - mafia, como la impagable multa a un canal de televisión de noticias por reportar la realidad, acusan descabelladamente a la oposición de ¡promover y protagonizar la tragedia carcelaria!.
De otro lado, “donde faltan razones, sobran las ofensas”: la oposición impulsa una discusión seria, coherente y profunda en torno a los más sentidos problemas nacionales, aunque halla la muralla de la sistemática ofensa, el improperio, la descalificación personal de un oficialismo que ha hecho aguas. Por cierto, no pasan de las huecas y reiteradas consignas políticas, amargándose en el culto a la personalidad presidencial, porque el rito forzado no debe empalagarlos como antes, frente a al tedio del mismísimo Chávez Frías.
Bastará con revisar el debate relacionado con la celebérrima ley que regula el arrendamiento de inmuebles en Venezuela, propinándole un duro golpe a la propia posibilidad de arrendarlos. Ocupadas interesadamente las tribunas o galerías con un coro de inocentes, “majunche”, “payasa”, “sinvergüenzas”, entre otras expresiones recogidas o no por el micrófono y la transcripción, caracterizan los discursos del oficialismo para responder a las precisas, fundadas y técnicas observaciones de una sobria oposición que reparó en la suerte de una abusiva y arbitraria fiscalía inquilinaria, la urgente necesidad de construir residencias estudiantiles, el desconocimiento de los legítimos órganos de autogobierno universitario o la pérdida del poder de disposición, según lo puntualizara María Corina Machado (receptora del dardo ofensivo del “caballero” socialista).
Se dicen constructores de un socialismo que jamás han definido, nutrido de la palabra malsonante. Y, reservándose siempre la última intervención, proclamando un debate de las ideas que no dan, el vicepresidente Aristóbulo Istúriz – esta vez – remienda la faena con una escolar charla de economía política, dándose los moralistas y correspondientes golpes de pecho, frecuentemente para dejar constancia de la grandeza de Chávez Frías.
No siempre fue recinto de la mejor y cuidadosa palabra, labrada con exquisitez y tiempo, pero hoy es regla lo que fue excepción en el Capitolio. Presumimos, los especialistas en el discurso político darán muy bien cuenta de lo que ocurre con el gobierno en una sede que se empeña en ser su extensión o apéndice.
Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/6491211.asp
Etiquetas:
Asamblea Nacional,
Lenguaje político,
Luis Barragán
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