sábado, 13 de octubre de 2018

TECLADO DE PROFUNDIDAD

Gabriela Beethoven
Siul Nagarrab


Por siempre emotiva, la última vez que la vi en Caracas lo pareció aún más.  En la sección del programa que tardará mucho más en concluir,  Gabriela Montero pide algunas sugerencias para improvisar y,  entre varias, dos arqueros se deciden y, al sentarse con una temible sobriedad, la viola y el violín proponen la célebre marchantica de  EFE: ella  interpretó la pieza, dándole los giro del propio registro que hizo y guardó en el corazón la niña caraqueña.

Rasgo frecuentemente perdido en estos tiempos, la autenticidad es una de sus más probadas características. Y, nada fácil  hallarlo, precisamente,  lo ha autenticado la Beethoven Academy en Bonn al reconocerla recientemente, pues, si de premios y apremios se trata, gocen del más disímil carácter, los hay y sobran aún los más sonados, como el propio Nobel, fraudulentos o con tendencias al fraude.

Entonces, la institución alemana certifica el genuino y limpio sentido de un compromiso con los más principios y valores políticos, una postura asumida con la sobriedad que le es tan indispensable para darle eficacia, concediéndole la IV edición del Premio Internacional Beethoven para los Derechos Humanos, la Paz, la Libertad, la Reducción de la Pobreza y la Inclusión,  a la  quien también es cónsul honoraria de Amnistía Internacional.  La preceden músicos, como el sirio-palestino Aeham Ahmad, el turco Fazil Say y el alemán Wolfgang Niedecken,  de cuyas actividades profesionales y sensibilidades políticas hay testimonios en las redes sociales.

La postura de Gabriela no lesiona, en modo alguno, una vocación artística naturalmente enriquecida por el tiempo que le ha tocado vivir.  En éste u otro ámbito, es recomendable mantener toda la prudencia y el equilibrio posibles ante las frecuentes polémicas políticas, pero, al tratarse de una crisis y un drama que atañen a la vigencia misma de principios y valores,  el silencio y hasta la ambigüedad son crímenes inexcusables.

Ella, no sólo ha denunciado a este régimen, dejando constancia musical de sus dolores, sino ha conminado a sus colegas venezolanos a asumir la inevitable  perspectiva de responsabilidad.  Por cierto, ha sido harto respetuosa y paciente, pues, lo que ha ocurrido con José Antonio Abreu y Gustavo Dudamell, nos lleva al asqueroso terreno del oportunismo y la cobardía.

Nada casual, en marzo de 2014, Gabriela y Carlos Izcaray le hablan al mundo desde la Iglesia de Emaús de Berlín, protestando por el colapso democrático de la Venezuela que llevan en sus venas.  Nada casual, a la vuelta de la esquina,  hubo el diálogo de Miraflores.

De pronto,  Rosario Marciano y Eva María Zuk,   tan admiradas por mamá, se unen al talento de Gabriela, capaz de expresar tan poéticamente un sentimiento venezolanista a favor de la libertad urgida y urgente: no otra que la que liberta, libra y libera.  Será nuestra conquista, la de este XXI que aún no llega, quizá insuficiente para agradecer el beethoviano gesto al instituto y, obviamente, a ella.

Referencia inicial: https://lbarragan.blogspot.com/2011/05/amanecer-gaitero.html
14/10/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/33671-nagarrab-s 
Cfr.
https://twitter.com/monterogabriela/status/1051453437634842625

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