Tratado elemental de ética
Luis Barragán
Quizá por la vieja mentalidad rentista que el petróleo heredó y agudizó, todos sospechamos de la riqueza material ajena. Bastará un detalle apenas sobresaliente para criminalizarla, activando el resentimiento social.
Por cierto, resentimiento que explica al régimen actual que lo ha explotado en todas sus facetas, intentando por siempre el factor racial o étnico, con el seguro auxilio de los psicólogos sociales que poco o nada desean saber de la lucha de clases, por más socialista que lo digan. Paradoja ésta que oculta, o dice ocultar, la inescrupulosa especialización y afinación de un dominio cada vez más brutal, las consabidas extravagancias de los elencos del poder descontentos con el solo saqueo del erario público, y el consabido asesinato de los pemones, cuyas vidas valen menos que los sórdidos negocios amparados por la censura. No obstante, es necesario señalar que el resentimiento tan interesadamente cultivado no existe al tratarse de nuestros deportistas profesionales, celebrados como aquellos industriales que, en las centurias pasadas, trataban de abrirse paso, con esfuerzo propio, ante los importadores de toda suerte de bienes que gozaban de una ventajosa licencia gubernamental, haciendo de las aduanas el gran hogar.
Los beisbolistas, por ejemplo, aunque hayan firmado por las más modestas cifras, gozan de un amplio reconocimiento social, excepto los muy contados que, innecesariamente, incursionaron en el ámbito oficialista y sus despiadadas manipulaciones para retener una alcaldía y garantizar, así, la supervivencia y la turbiedad clientelares, o - simplemente – para realizarse como trofeos publicitarios. Aquéllos, por elevadas que sean sus condiciones de vida, cuidan de la admiración y confianza que generan, sobre todo, en las más recientes generaciones; y éstos, traicionan la confianza por el atajo fácil de la adulación.
¿A qué se deberá el fenómeno que no da alcance a otros ámbitos del quehacer social?, ¿por qué no reciben las consabidas dosis de amargura trastocadas en un singular hábito de inculpación a terceros por el infortunio personal?, ¿no cuentan con una fuerza moral de importantes proyecciones pedagógicas? Son algunas de las preguntas olvidadas a la hora de sentenciar nuestras desgracias, amilanados, como nunca antes, por más petrolero que juremos al país.
Al respecto, sostenemos una doble convicción, pues, por una parte, públicamente sabido, todos tenemos la certeza del origen de sus bienes y, lejos de condenarlos, aceptamos y premiamos el esfuerzo sostenido y sacrificado por una continua excelencia deportiva, además, probada a diario en una limpia y leal competencia. Todo ha partido del providencial y temprano descubrimiento de una vocación orientada al perfeccionamiento del talento natural, traducido en una trayectoria transparente que no depende de las sabidos favores o concesiones graciosas que reinan en otros oficios, por lo que el propio estilo de vida raras veces es cuestionado.
Estilo de vida, por otra parte, si se quiere, moderado o austero, fundado y valorado por el trabajo que no admite o minimiza los deslices, además, comprobadas las capacidades extraordinarias para el aprendizaje con independencia del estrato social de origen. La aseveración tiene importantes implicaciones, porque se les concede la libertad para hacer con sus bienes lo que lícitamente les venga en gana, añadido el voluntario y nada bullicioso sostenimiento de fundaciones de solidaridad social, sabiéndose nacidos en un país hundido inmerecidamente en el pentamundismo.
Normal el asalto de las tentaciones, la prudencia es una característica importante. Y no sólo por el convencimiento personal alcanzado, sino porque la corporación beisbolística también marca sus pautas, pues, varias veces podemos disfrutar del video y conmovernos con el batazo que le permitió a Pete Rose romper el récord de imparables, pero- dato en nada despreciable - él está justa y vitaliciamente sancionado por las apuestas que acostumbraba.
Un destacado elenco de jugadores tiene un militante rechazo por la dictadura y, en ocasiones, así lo manifiestan, evitando entrar en la diaria diatriba política. Intuyen y se saben con responsabilidades muy severas, más allá del juego.
No ofrecemos una versión idílica del desempeño profesional y cívico de los deportistas de alta competencia, aunque dan lecciones necesarias para los políticos de grave desempeño, cuyas conductas inexorablemente permean, por lo que el asunto no puede despacharse tan fácilmente como un caso de resentimiento social o algo parecido. Detrás o delante del home plate, se escribe y vive un tratado elemental de ética que debe apuntar a la otra transición indispensable.
21/10/2019:
Reproducción: Portada de Élite, Caracas, nr. 373 del 05/11/1932. Cfr. http://lbarragan.blogspot.com/2013/01/noticiero-retrospectivo.html
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