sábado, 26 de octubre de 2019

LA PUNTA DE VARIOS HILOS

Tiempos recios 
Juan José Monsant Aristimuño
El Mundo, sábado 26, octubre 2019

Termino de leer el último libro de Mario Vargas Llosa, cuyo título no me cautivó ante tan extraordinaria novela histórica, donde no solo juega con los hechos y personajes, sino con las palabras, como siempre.

Recio, lo relaciono con lo gallardo, valiente, firme, bizarro, solo que ante la duda acudo al tambaleante Diccionario de la Real Academia de la lengua española, en una de cuyas sillas se sienta nada más y nada menos que uno de los mejores escritores de nuestra lengua, el irreverente Don Arturo Pérez-Reverte, quien como la afamada escritora ya fallecida, la recia Oriana Fallaci, se inició como corresponsal de guerra en el arte de la escritura. Entonces el DRAE me aclara que entre tantas denominaciones, recio significa también violento, intenso, áspero, malgeniado.

Deduzco entonces que Vargas Llosa lo utiliza en el sentido de violento e intenso. Y no es para menos, el autor recrea los tiempos del derrocamiento de Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala en los primeros años de la década de los años 50, acusado de comunista por la poderosa United Fruit Company.

Arbenz fue discípulo de Juan José Arévalo, y su ministro de Defensa (1944-1951), se casó con la muy bella joven salvadoreña María Cristina Vilanova, considerada una de las primeras feministas de Centroamérica por sus ideas avanzadas para la época en que le tocó actuar. A Arbenz lo señalaron de comunista por su Ley de Reforma Agraria, y exigir que la United Fruit Co., debía pagar impuestos sobre sus ganancias, al igual que toda empresa guatemalteca o estadounidense.

En ese ámbito se desarrolla la novela, plena de conspiraciones militares y hacendados, la CIA, la United Fruit Co., y la presencia del inefable Rafael Leonidas, “Chapita” Trujillo, y sus agentes y sicarios, vengando la afrenta que le hizo el coronel Castillo Armas, una vez investido de presidente, a pesar de toda la ayuda monetaria y de pertrechos que puso a su disposición para el derrocamiento de Arbenz y su aspiración presidencial. Aún se afirma que Trujillo tuvo que ver en el asesinato de Carlos Castillo Armas, en 1957 en el mismo palacio presidencial. Por supuesto no falta la presencia de la amante, y sus particulares manipulaciones, quien al caer Castillo Armas, se refugia en El Salvador y de allí a la República Dominicana, de donde tuvo que salir a la muerte de Trujillo (actualmente a sus 84 años vive a las afueras de Washington).

Hoy en día, tal como se presentan los acontecimientos en nuestro continente, no estamos lejos de recrear aquellos años azarosos, donde se diluye la verdad con la fantasía y el poder fáctico con los valores humanos. Hay factores más poderosos que los que convergieron en Guatemala: el narcotráfico, el lavado de dinero, el terrorismo internacional; no se trata de comunistas, capitalistas, socialdemócratas, socialcristianos, liberales o conservadores. Es el poder, lo que representa y conlleva.

El caso Venezuela es sintomático, se declararon socialistas y terminaron en una tiranía castrista, antioccidental, protectora del terrorismo del Medio Oriente, enemiga de la democracia, y aliados y socios del narcotráfico, minerales, personas y lavado de dinero.

Luego de un breve paréntesis, donde parecía que el modelo se venía abajo, observamos que hay un reagrupamiento del crimen organizado disfrazado de populismo, ante el vacío dejado por la timidez, comodidad, intereses o cobardía, de quienes se llaman demócratas a nivel individual o de países. Dejaron pasar, dejaron hacer.

Perú, Ecuador, Chile, Colombia, el Grupo de Lima y el propio Estados Unidos, han comenzado a sufrir las consecuencias de su pusilanimidad e inactividad canallesca.
El Salvador debe estar muy alerta, irán tras de él, porque fueron poder y lo perdieron; el país es emblemático, por la guerra de los 80, y porque fueron gobierno. De modo la inteligencia debe estar alerta, quienes entran y quienes salen. No dejarán pasar un modelo que presagia estabilidad.

Breve nota LB: Afortunadamente, el autor nos envió el texto.

"Después de 'La fiesta del Chivo', ¿tiene sentido 'Tiempos recios'?"
Andrés Amorós  .

"Después de La fiesta del Chivo, ¿es un acierto volver ahora al mismo escenario?", se pregunta Federico Jiménez Losantos refiriéndose a Tiempos recios (Alfaguara), la última novela de Mario Vargas Llosa. Para responderle se encuentra a su lado Andrés Amorós, que ha traído desmenuzado a Es la mañana de esRadio, precisamente, ese "ensayo político, más que novela", que parece el libro.

"Se trata de una biografía y una reivindicación del presidente de Guatemala Jacobo Árbenz", explica el crítico. Su historia política comenzó en 1944, cuando, después de la Revolución que terminó con la destitución de Federico Ponce Vaides, él ejerció de ministro de Defensa en el gobierno de Juan José Arévalo. Al terminar dicha legislatura, en 1950 ganó las elecciones, y ostentó el cargo de presidente del país hasta 1954, año en el que una nueva revolución acabó con él. Sus profundas reformas sociales, en concreto la Reforma Agraria, que pretendía terminar con las desigualdades y aportar oportunidades a los indígenas pobres —que constituían el 70 por ciento de la población guatemalteca—, sirvieron para hacerle pasar por comunista a ojos de Estados Unidos, y terminaron costándole el puesto.

"Pero Vargas Llosa se empeña en explicar por activa y por pasiva que Árbenz no era comunista". La tesis del libro, según explica Amorós, viene a decir que fue Estados Unidos, y más en concreto la CIA, espoleada por la archiconocida United Fruit, la que presentó al presidente falsamente como comunista. "El libro es un análisis del poder terrible que tiene la propaganda y cómo la manipulación de la verdad puede terminar provocando acontecimientos gravísimos".

"Sin embargo", apunta Amorós, "lo curioso es que siendo una reivindicación del presidente depuesto, éste aparece bastante poco en la novela". El protagonismo está repartido entre varios personajes, y ninguno de ellos representa al héroe. "El único, en todo caso, sería el propio destino trágico de Árbenz, que ingenuo, bienintencionado, se equivoca al querer implantar una democracia al estilo estadounidense en Guatemala". Al final, el centro de la trama terminan siendo los villanos: "Por un lado el director general de Seguridad guatemalteco Enrique Trinidad Oliva, y por otro el dominicano Abbes García, además de la ambiciosísima Martita".

"Se trata de una novela sólida, interesante, aunque tampoco genial. Los mejores pasajes son en los que vuelve a aparecer Trujillo, con su familia", resume el crítico. Como puntos fuertes, el estilo de Vargas Llosa, "que nunca deja frases bonitas. Es un narrador eficaz", y "una especie de juego metaliterario al final de la novela, cuando el narrador se entrevista con un personaje". También el mensaje final del libro: "La idea de que esta historia, provocada por la mentira de las fake news, terminó cambiando el destino de todo el continente hispanoamericano, ya que produjo una oleada de rechazo al capitalismo y a Estados Unidos que empujó a muchos de esos países al otro bando de la Guerra Fría". Como punto menos fuerte, "la falta de sorpresa. No es una novela sorprendente. Es sólida, sí, pero no mucho más".

Fuente:
https://www.libertaddigital.com/cultura/2019-10-15/andres-amoros-mario-vargas-llosa-tiempos-recios-la-fiesta-del-chivo-guatemala-arbenz-castillo-armas-trujillo-1276646299/

EL LIBRO DE LA SEMANA

Crítica de 'Tiempos recios': no es país para viejas
Mario Vargas Llosa parece haber acuñado la fórmula perfecta de narrar la corrupción
Ricardo Baixeras

En esta novela de Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) está el escribidor que sostiene una endiablada historia política con los tintes cruentos de la verdad de las mentiras o, como quería Daniel Sada, con aquello de que porque parece mentira la verdad nunca se sabe: "¿Era la historia esa fantástica tergiversación de la realidad?¿La conversión en mito y ficción de los hechos reales y concretos? […] ¿Un amasijo de mentiras convertidas en gigantescas conspiraciones de los poderosos?" A cada cual lo suyo, pero para el Nobel peruano sigue valiendo, y mucho, escribir bajo el yugo de una técnica en forma de cruce de voces, un montaje de diálogos cabalmente ensamblados y una estructura contrapuntística sosteniendo una catedral de documentación que le permite asediar el mundo como si de un feudo de malhechores se tratara. Dos palabras fáciles de decir pero harto complejas de llevar al mundo de la ficción: discontinuidad y simultaneidad. Súmenle a esa pareja faulkneriana el impagable toque a lo flaubertiano que en Vargas Llosa significa esto: ¿cómo cabe dibujar un mapa de las debilidades humanas?

En 'La fiesta del Chivo', el general en su laberinto era Trujillo y su República Dominicana. En 'Conversación en La Catedral' le tocó la corrupción moral y la represión política que vivió Perú bajo la dictadura del general Manuel A. Odría. Ahora la mirada de Vargas Llosa se dirige con fruición al golpe militar que Carlos Castillo Armas consumó contra el gobierno legítimo de Jacobo Árbenz en Guatemala.

Contar la corrupción

Y sí. No sólo el lector danza con el narrador en un baile de máscaras nada veneciano y sucumbe al laberinto de la maldad. Los personajes también. Porque son víctimas de una maraña de conspiraciones y contra conspiraciones. Porque están dibujados con la pluma certera de quien parece haber inventado el modo en que debe contarse la corrupción, que todo lo asola. Y porque aquí la música es violenta y no hay lugar para la ternura que no tiene cabida en una historia que mira cara a cara las vidas violentamente sanguinarias de un país que es todos los países latinoamericanos. De aquellos barros, estos lodos.

No hay esperanza para Carlos Castillo Armas, el "caballero exquisito y delicado", ni para el coronel dominicano Johnny Abbes García, "jefe de la Seguridad del Generalísimo Trujillo, asesino, torturador y encargado de varios asesinatos e intentos de crímenes en el extranjero" y que supuestamente prueba de su propia medicina cuando encuentra la muerte cara a cara en Haití de manos de "los tontonmacoutes de Papa Doc". Tal vez solo queden anhelos para un personaje que sobrevive a todo y a todos, incluido un narrador que tal vez les suene, un tal Mario, con quien dialoga en un epílogo que ni cierra el libro ni contiene más verdad -ni más mentira- que cualquier otra sección de esta novela: una vieja Marta Borrero Parra, "la antigua Miss Guatemala (que nunca lo fue)" y a la que ya no le queda país en el que vivir.

Fuente:
https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20191018/critica-tiempos-recios-mario-vargas-llosa-7689013

Tiempos recios”: nuestra crítica al libro de Mario Vargas Llosa
José Carlos Yrigoyen reseña la esperada obra del premio Nobel de Literatura peruano

Las expoliaciones y abusos de la United Fruit, tenebrosa multinacional estadounidense que durante décadas manejó a su antojo la política y la economía de los países de Centroamérica y el Caribe, han sido sobradamente abordados en la literatura latinoamericana. Basta recordar el episodio de la masacre de las bananeras en “Cien años de soledad” o los horrores de “Los ojos de los enterrados” de Miguel Ángel Asturias. Pero a diferencia de esas novelas, “Tiempos recios”, la más reciente entrega de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), no emprende esta historia desde la perspectiva popular, sino a través de los decisivos espacios del poder. Se ocupa de los pormenores secretos y públicos del golpe de Estado que la CIA auspició contra el régimen progresista de Jacobo Árbenz en Guatemala y las intrigas internacionales que este hecho ocasionó en el desarrollo de la Guerra Fría y en diversas vidas particulares.

Alternando con apabullante maestría la crónica política con la ficción, Vargas Llosa reconstruye el germen de este complot situándonos en el centro de las altas esferas donde se planificó y se combatió. Opción difícil, que es acometida con brío. No hay aquí rastro de artificiosidad ni maniqueísmo: a diferencia de otros intentos similares, en este libro las palabras y motivaciones de los militares, empresarios y mandatarios nunca escapan de los terrenos de la verosimilitud. Ello permite redondear actores complejos y efervescentes en sus contradicciones y deseos como es el caso de Árbenz, hombre principista acosado por el alcoholismo y sus ultramontanos enemigos.

Las conexiones que “Tiempos recios” mantiene con “La fiesta del Chivo” son notorias y profundas. Trujillo regresa, abominable, flamígero y todopoderoso; en sus sorpresivas apariciones se reafirma como uno de los más impresionantes personajes que ha modelado Vargas Llosa en toda su obra. También vuelve Johnny Abbes García, jefe de inteligencia del dictador dominicano, quien tiene un papel determinante en esta historia: su personalidad se puebla de nuevas aristas y fisuras, cobrando un inesperado espesor dramático en los capítulos finales. Y así como le ocurre a Urania Cabral, protagonista de “La fiesta del Chivo”, la indomable Marta Borrero –el otro personaje de peso de este libro– cae en un atroz remolino de sexo, política y violencia del que no podrá salir indemne.

Pero hay, además, muchas otras referencias y reverberaciones de distintas novelas de Vargas Llosa, quizá más veladas, pero no por eso menos llamativas. Carlos Castillo Armas, el tirano fantoche apoyado por los norteamericanos, contrahecho y mediocre, apodado por sus enemigos como Cara de Hacha o Míster Caca, recuerda al siniestro Cayo Mierda de “Conversación en La Catedral”, otro militar insignificante a quien se le encarga la represión de los disidentes y otros trabajos sucios. El último capítulo, en el que el autor encuentra a la Marta Borrero real y la entrevista para enterarse de lo que ha debido fantasear a lo largo del libro, remite a la conclusión de “Historia de Mayta”, un magistral juego de espejos entre realidad e invención que expone al modelo vivo del protagonista y la dura derrota de sus dogmáticas convicciones. El tenso intercambio, repleto de evasivas y silencios, insufla a la novela una ambigüedad densa e insondable que no despista al lector, sino que lo adhiere a la hechizante ambivalencia de las ficciones que tienen un pie puesto en la verdad histórica.

Y si “Historia de Mayta” podía leerse como una feroz crítica a la izquierda revolucionaria, “Tiempos recios” resulta una lúcida requisitoria contra lo que Vargas Llosa ha llamado la derecha iliberal, pero también una autocrítica desde el liberalismo: se señala la inconsecuencia de los medios de prensa norteamericanos que ayudaron a derribar el gobierno de Árbenz y colaboraron así para que la alternativa democrática fuera durante décadas inalcanzable en América Latina. Literariamente notable y alejada de estereotipos ideológicos, “Tiempos recios” es la mejor novela de Mario Vargas Llosa desde “La fiesta del Chivo” y prueba irrebatible de su vigencia, aunque algunos detractores se empeñen en afirmar lo contrario.

Fuente:
https://elcomercio.pe/luces/libros/tiempos-recios-nuestra-critica-al-libro-de-mario-vargas-llosa-noticia/

Piedad en tiempos recios
Mario Vargas Llosa construye una novela hermosa y turbadora que trata de la maldad y quisiera conjurarla
José-Carlos Mainer

Tiempos recios —un título que el autor debe a Teresa de Jesús— se divide en dos partes de tamaño muy desigual: la primera, ‘Antes’, contiene todas las historias, reales o imaginarias, que conforman esta novela fascinante, casi hipnótica; la segunda, ‘Después’, cuenta que uno de los personajes que parecía de ficción pertenece al reino de lo real… Tan real como lo es el arranque de la novela en forma de un ameno ensayo de historia política: el encuentro de los judíos emigrados a Estados Unidos —el creador de la empresa United Fruit y el inventor de las public relations—, que fue la causa primera de que en 1954 el Gobierno de Estados Unidos acabara con la presidencia progresista de Jacobo Árbenz en Guatemala. Y de que, no mucho después, se eliminara turbiamente al mismo incauto coronel Castillo Armas que derrocó a Árbenz… Puede que, de añadidura, Vargas Llosa tenga bastante razón al pensar que aquel error chapucero y sangriento —al que contribuyeron dictadores tan impresentables como Somoza, de Nicaragua, y Trujillo, de la República Dominicana, además del arzobispo guatemalteco Mariano Rossell y Arellano— llevara a buena parte de la juventud rebelde americana de 1954 a las filas de la ortodoxia comunista y a la protección de la Unión Soviética (conviene recordar que el anticomunismo ha sido una más de las perversiones políticas del siglo XX y lleva camino de seguir siéndolo…).

No fue un mundo fácil el que surgió de la victoria de 1945 y de la casi inmediata caída del telón de acero. En Haití gobernaba Duvalier, Papa Doc; en Cuba, Fulgencio Batista; en Venezuela, Marcos Pérez Jiménez; en Colombia, Gustavo Rojas Pinilla; en Perú, Manuel Odría. Y era embajador de Estados Unidos en Guatemala el mismo “carnicero de Grecia” que decidió la guerra civil helena… Mario Vargas Llosa empezó a contar esa historia de fraudes y dictaduras en la ya lejana pero inolvidable novela Conversación en La Catedral, que estigmatizó los tiempos de Odría; ensayó luego el relato histórico múltiple, tocado de fantasía, en La guerra del fin del mundo, y volvió a la mezcla de novela política y ficción en La Fiesta del Chivo, retrato de la dictadura de Trujillo. Casi 20 años después, el lector de Tiempos recios reconocerá algunos hechos y personajes de esta. Pero la maestría del autor es mayor, si cabe, que entonces y la novela es un prodigioso mecanismo que invita al lector a dejarse llevar entre la suspensión y el destino, tal como la historia nos lleva a todos, hacedores, testigos o víctimas. El relato es una suerte de historia deconstruida, donde una breve escena, casi un flash, que puede pasar inadvertida —la muerte de Castillo Armas— se desarrolla más ampliamente páginas después. La sosegada plática de un chófer cubano y un atrabiliario funcionario dominicano se va intensificando y explicitando hasta llevar a sus personajes al núcleo central de la acción. En un capítulo como el VII se superpone —en una vertiginosa catarata— toda la relación personal de Castillo Armas con el dictador Trujillo, desde los preparativos de la sublevación a las consecuencias de su éxito. Y una turbia historia de amor y traición en el seno de la alta burguesía guatemalteca —que parece una leyenda de 1900, al modo modernista— alumbra al cabo uno de los personajes más sugestivos del libro: Martita Borrero, la que nunca fue miss Guatemala…

La trama invita al lector a dejarse llevar entre la suspensión y el destino, tal como la historia nos lleva a todos, hacedores, testigos o víctimas

La alternancia de velocidad, suspensión y destino es uno de los poderes del narrador y pocos lo utilizan con la endiablada sabiduría de Mario Vargas Llosa. Pero también la piedad con sus personajes es otra de las potestades que ejercita… Al lector de Tiempos recios no le pasará inad­vertida la entereza de Jacobo Árbenz, el militar inseguro de sí que no quiso armar unas milicias populares que se opusieran al atrabiliario ejército “liberacionista” y que prefirió renunciar a la presidencia, cuando recibió el ultimátum de sus colegas. Pero también su enemigo Carlos Castillo Armas, a quien llaman Caca y Cara de Hacha, feo, irascible y lleno de complejos, comparte algo de la debilidad de su rival, y fracasa y muere por manos de quienes creía los suyos. Y está enamorado de una mujer que lo utiliza.

Piedad en tiempos recios

La misma comprensión se aplica a todos, aunque se complazca en los aspectos más chuscos y pintorescos. La vida de Martita —amante de Castillo Armas y luego de Johnny Abbes; después, propagandista radiofónica del dictador y perseguida política— debe más al humor que a la aversión. E incluso la peripecia de Abbes, el más siniestro de todos, se presenta bajo especies cómicas: su fealdad, su vestimenta absurda, su cursilería, sus vicios soeces. Ni siquiera su final ­—masacrado por los tontons macoutes haitianos— deja de tener un eco farsesco… porque, al cabo, a lo mejor todo ha sido mentira (parece que su muerte “real” —o su última escapatoria— se produjo en la voladura de su casa por la policía de Papa Doc).

Pero prefiero quedarme con las páginas más conmovedoras que son aquellas donde Arturo Borrero, el padre de Martita, a punto de morir de un cáncer, se reconcilia con Efrén García Ardiles, quien fue su amigo, es el padre de su nieto y también el objeto del odio de toda su vida. Esa plática postrera es como el corazón desvalido, incrédulo pero compasivo, de esta novela hermosa y turbadora que trata de la maldad y quisiera conjurarla.

Fuente:
https://elpais.com/cultura/2019/10/08/babelia/1570528763_223994.html

De la sola expectativa
Luis Barragan el día 

Numerosos pueden ser los autores de moda, pero escasos los de culto. Menor aún el número de aquellos que medio siglo o más, después, se les lee con avidez fuera del ámbito académico que los preserva.

“Tiempos recios” es la nueva novela anunciada para finales de año, por Mario Vargas Llosa. Versa – se dice – sobre la Guatemala de Árbenz, injustamente depuesto con el concurso decisivo de la CIA.
El escritor ya hundió el bisturí sobre la remota época, sin complejo alguno. El acontecimiento, predilecto de los propagandistas de ocasión,  emblematiza las condiciones y consecuencias de la llamada Guerra Fría en este lado del mundo, aunque tardíamente se supo de lo acaecido en el otro.
Debemos esperar unos meses más para conocer la versión del gran narrador peruano,  o quizá años de continuar la dictadura venezolana que también nos empobreció editorialmente. Empero, la sola expectativa que levanta el anuncio autorizará cualesquiera textos, conjeturas y apuestas que nos cundirán de otros bytes.

Quien sepa del estilo,  ingeniería narrativa e inspiración de Vargas Llosa, e, incluso,el que lo haya decodificado como él mismo hizo con William Faulkner, al iniciarse con la pluma,  intentará adivinar la versión definitiva, entre varias de los tiempos de profundidad o puerilidad del autor.  Todos coincidirán en el acucioso tratamiento histórico del tema, discrepando sobre una solución que no arriesgará comercialmente una marca tan exitosa: por ello, entre amigos, la breve encuesta concluye que estará más cerca de “La fiesta del chivo”, novela propicia para sus reflexiones políticas, sentido tan cercano el ejercicio que impone sus artículos de opinión,  que de una aventura, experimento o “boutade” que, en lo personal,  más nos atrae, así lleve algunos años digerirlo y reivindicarlo.

La literatura está hecha para la ruptura, faltando poco, así no la deseen quienes la hacen. Convengamos, el talento es un dato indispensable.

En definitiva, bien escaso,  el acreditado intelectual no requiere tampoco de una extraordinaria maquinaria publicitaria para asegurar el éxito de la edición. Ya habrá el apasionado seguidor de don Mario, capaz de escudriñar el tema en toda su obra y, además, el obcecado adversario, blindado por un marco teórico por ahora ocioso, esperando la aparición de “Tiempos recios” para devorarlo y, a los días, despachar el ensayo correspondiente.

06/06/2019:
http://guayoyoenletras.net/2019/06/17/la-sola-expectativa/

Cfr.
Ángel de SanMartín Tudela: "La escritura de Mario Vargas LLosa, heredera de las vanguardias: https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/285527/ADSMT_TESIS.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Opinión de Andrés Amorós: https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=_oyqwbPAjgY
Presentación del libro: https://www.youtube.com/watch?v=6rYabLivBjo&t=2489s
Entrevista de Rosa María Palacios: https://www.youtube.com/watch?v=MKuUNzYrFE4

Imágenes: Excepto la portada del libro, capturas de pantalla de la presentación y de la entrevista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario