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domingo, 26 de abril de 2020

NOTICIERO RETROSPECTIVO

- Huber Matos. "El mito militar cubano". El Universal, Caracas, 14/03/1984.
- Arturo Uslar Pietri. "Pizarrón: Políticos y dinero". El Nacional, Caracas, 27/10/68.
- Orlando Araujo. "Venezuela, petróleo y miedo". Deslinde, Caracas, 15/05/69.
- Reyna Rivas. "Famosos festivales de música". El Nacional, 07/01/89.
- Rházes Hernández López. "Un requiem para (Alejandro) Manzoni". El Nacional, 03/06/73.

Reproducción: Fotografía de Miguel Moreno para un reporaje de Arístides Bastidas sobre el aniversario del golpe del 24/11/1948. El Nacional, Caracas, 26/11/1958.

jueves, 25 de diciembre de 2014

MEMORANDUM

Huber Matos, Carlos Franqui, Alfredo Guevara: Confesiones de una inútil tragedia irreparable
Antonio Sánchez García

A Carlos Alberto Montaner
“Aquí, en la soledad de mi calabozo, quisiera demoler a golpes los muros y las rejas, para poder salir a la calle y alertar al pueblo cubano sobre la terrible noche que le acecha”. Huber Matos, 1959

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“Es una verdad incontrovertible que el triunfo de la revolución castrista ha sido, y es todavía, el más trágico acontecimiento de la historia de Cuba(…). Es trágico saber que se estuvo obligado a participar en una revolución cuyas consecuencias fueron monstruosas”. La escalofriante confesión la publicó Carlos Franqui hace 18 años en su libro Cuba, la revolución, ¿mito o realidad? Memorias de un fantasma socialista.* Entonces aún no lo era: lo fue a partir de abril del 2010, cuando muriera en San Juan, Puerto Rico. De modo que, es cierto, estamos ante las confesiones de uno de los fantasmas de la revolución cubana.
Letras Libres publicó en mayo de 2014 las breves, lapidarias y clandestinas confesiones de otro que ya es fantasma socialista, el cineasta y gurú de la cultura castrista hasta el mismo día de su fallecimiento, Alfredo Guevara (1925-2013), hechas a los periodistas Abel Sierra Madero y Nora Gámez Torres (http://linkis.com/www.letraslibres.com/fLpzI) entre las brumas del miedo a la policía castrista y las acechanzas de la muerte que ya le pisaba los talones a pocos meses de su deceso en La Habana el 19 de abril de 2013. No va en ellas ni el cinismo le permite ir tan lejos en su crítica a la llamada revolución cubana como Carlos Franqui (1921-2010), durante años el emperador de la prensa castrista, ni tiene el coraje de llamar las cosas por su nombre denunciando el horror del estalinismo castrista del que fuera un fiel amanuense y servidor, pero el peso de su conciencia parece más abrumada por la fidelidad a un proyecto del que conoció todos sus horrores y del que temía terminara por demostrar, como sucediera pocos meses después, que su vida no había sido más que una inútil comedia fáustica al servicio del demonio caribeño: “Nunca ha existido el socialismo, tampoco en Cuba. Nuestro proyecto original ha sido deformado y la única esperanza que nos queda es que tengamos la fuerza para cambiar, no la imagen sino la esencia estructural del proyecto. Si me equivoco, entonces habré perdido toda mi vida y será una novela como la he soñado, pero trágica. Porque lo único que merecería mi vida es que me suicidara.” Se equivocó. La naturaleza se encargó de ahorrarle el despilfarro de su último disparo, si es que en sus tiempos de gloria castrista emuló a su amigo Ernesto Guevara fusilando infelices. Como en el tango de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo que inmortalizara el polaco Goyeneche, capaz que le hubiera sucedido lo que al desgraciado personaje de Desencuentro, a quien: “ni el tiro del final le va a salir”.

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La trilogía de la desesperanza se completa con las estremecedoras confesiones del más íntegro y vertical de los tres testigos de cargo de la aterradora desgracia que enlutara para siempre la historia de Cuba, porque se negó a cucharear un solo minuto más con el demonio: Huber Matos y el estremecedor testimonio de Cómo llegó la noche**. Pues si Alfredo Guevara fue el clásico burócrata estalinista, asediado por la culpa de sus posibles actos de sevicia sólo al final de sus días, y Carlos Franqui alcanzó a servir con lealtad a esa Diosa venerada e intocable que llamábamos con unción “la revolución cubana” hasta que reventó, Huber Matos se bajó del carro del castrismo a pocos meses del asalto al Poder, en cuanto comprendió que ese proceso no tenía nada que ver con el pueblo cubano y sus afanes libertarios sino que le pertenecía en propiedad a la Unión Soviética y a quienes se ungieran al carro del comunismo internacional, pagando su honestidad, su integridad y su grandeza con aterradores veinte años de cárcel y torturas. Falleció en Miami el 27 de febrero de 2014. Con la paz y la grandeza de una conciencia inmaculada.
Deja un sabor amargo la lectura de esas vergonzantes declaraciones de un hombre al que posiblemente se deban algunas de las más notables y logradas realizaciones de la cultura oficial cubana de este medio siglo trágico, que comenzara con fanfarrias deslumbrantes y culmina con el hedor de los mataderos. Que contara entre sus admiradores a grandes entre los grandes de la cultura y el pensamiento universal, como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir para terminar sobreviviendo literalmente del servicio de un polizonte, carterista y estafador de origen desconocido llamado Nicolás Maduro.
No lo cito por azar. Aún treinta años después del parto de la monstruosa impostura que diera en bautizarse de revolución para convertirse a poco andar en una espantosa tiranía, un grupo de respetables y honorables intelectuales venezolanos le brindarían una apoteósica bienvenida al ínclito tirano. Coleados entre grandes historiadores, literatos y artistas, que pronto despertarían al horror de la inmundicia cubana que acababan de santificar para alfombrarle sin siquiera saberlo el asalto al palacio de gobierno al bufón vernáculo del castrismo, el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, se camuflaban los quinta columnas que conspiraban con las fuerzas armadas para demoler las certidumbres democráticas que sostenía esa generosa muestra de cordialidad y bienaventuranza tan propia de la Venezuela de entonces.

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En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, una de las más deslumbrantes obras de análisis políticos y sociológicos debidas al genio de Carlos Marx, éste afirma una verdad confirmada trágicamente siglo y medio después en la desangelada y menesterosa realidad política de la Venezuela petrolera, a la rastra de la tiranía cubana, a la que imita, como farsa, a la que alimenta, como satrapía, y con la que ha establecido un oprobioso contubernio de la que ambas dependen existencialmente para sobrevivir: una, poniendo el petróleo, la otra el know how represivo. En efecto, “la Historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Como para ilustrarlo, un pobre infeliz se pasea por las calles de Caracas montado en un jeep de la segunda guerra, disfrazado de Che Guevara.
En sus declaraciones, confiesa Guevara en passant y sin percatarse de la gravedad de sus afirmaciones al borde de la fosa: “Yo quería que mi vida pudiera mirarse hacia atrás como una novela, que me pasaran muchas cosas, que viviera muchas cosas, esa era mi imaginación y pensaba que para eso había que ser o millonario o revolucionario. Decidí escoger el camino de la Revolución. Claro, también era más difícil emprender el camino de ser millonario. Lo bueno sería ser millonario y a la vez revolucionario”. Debe haber sabido al decirlo, cosa en absoluto secreta o desconocida, que ese oscuro objeto de sus deseos – ser millonario y revolucionario – sólo hecho realidad en Cuba por Fidel, Raúl y algunos escasísimos escogidos que figuran o podrían figurar en la lista de Forbes, como el chileno Max Marambio, se había hecho escandalosa realidad en Venezuela, donde gracias al respaldo de los Castro y la dirigencia a la que él pertenecía, toda la nomenklatura es millonaria y revolucionaria. Digamos: millonaria en los hechos y con cuentas bancarias de diez dígitos; revolucionaria, por lo menos, del cerco de los dientes hacia fuera. Para quienes la revolución no es más que la legitimación de sus estupros.
Después de hechos y confesiones tan irrebatibles y estremecedoras de protagonistas de primera línea, me queda la duda acerca de la capacidad intelectual de quienes se siguen diciendo revolucionarios, en el viejo, leninista y ya periclitado uso del término. Los otros, los estafadores, poco importan. Guevara murió sabiendo que la revolución había sido una terrible estafa que bien le hubiera valido un tiro en la sien. Carlos Franqui, una impostura. Huber Matos, una brutal tiranía. Pobre y miserable Alfredo Guevara. Debe haber tenido la muerte que temía: en el desamparo de su mala conciencia.
* Carlos Franqui, Cuba, la revolución, ¿mito o realidad? Memorias de un fantasma socialista. Ediciones Península, España, 2006.
** Huber Matos, Cómo llegó la noche, memorias, Tusquets Editores, España, 2002.

http://analitica.com/opinion/huber-matos-carlos-franqui-alfredo-guevara-confesiones-de-una-inutil-tragedia-irreparable/

viernes, 28 de febrero de 2014

Y DE LA NOCHE VENIMOS

EL PAÍS, Madrid, 27 de febrero de 2014
Muere Huber Matos, comandante de la revolución y el exilio
Entró con Castro en la Habana, estuvo en la cárcel 20 años y fue líder en Miami
Mauricio Vicent 

Huber Matos fue de todo en la revolución cubana: llegó a lo más alto en la guerrilla de Fidel Castro, y también fue líder en la cárcel y en el exilio de Miami. Bajó de la Sierra Maestra como comandante y tomó la ciudad de Santiago de Cuba el 1 de enero de 1959, entrando una semana más tarde a La Habana como un héroe junto a Camilo Cienfuegos y Castro. Condenado por traición a los diez meses del triunfo revolucionario, cumplió 20 años de cárcel en diversas prisiones de la isla, convirtiéndose en un reo legendario. Al ser excarcelado y llegar a Miami, Matos fundó la organización anticastrista Cuba Independiente y Democrática (CID), con la que abogó por el derrocamiento de Castro por las buenas o por las malas. El jueves, a la edad de 94 años, murió de un infarto en la capital del exilio cubano y hasta el último momento mantuvo sus posiciones radicales. Tanto por su tono como por su contenido, la voz de Matos en la radio de Miami era de las que más fuerte sonaba, hasta el extremo de que hace unos años llegó a hacer un llamado a los militares cubanos para que se alzasen contra el Gobierno.
Huber Matos Benítez nació el 26 de noviembre de 1918 en el poblado de Yara, en la antigua provincia de Oriente. Era el hijo mayor de un agricultor y la maestra del pueblo, lo que le permitió educarse. Desde niño ayudó a su padre en las tareas del campo y para escapar a ese destino estudió Magisterio, graduándose en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba en 1940. Cuatro años más tarde obtuvo un doctorado en Pedagogía en la Universidad de La Habana.
Durante algún tiempo trabajó en varias escuelas rurales del oriente cubano, donde comenzó a adquirir conciencia política. A los 18 años entró en el Partido Revolucionario Auténtico y en 1947, luego de que fue fundado el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) por Eddy Chibás, entró a militar en esta organización, a la cual perteneció también Fidel Castro. En 1950 fue nombrado vicedecano del Magisterio Nacional.
La vida de Cuba y de Huber Matos cambiaron radicalmente con el golpe de Estado que dio Fulgencio Batista el 13 de marzo de 1952, a pocos meses de unas elecciones generales en las que Castro se presentaba como candidato al Congreso por el Partido Ortodoxo. En ese momento Matos trabajaba como profesor de la Escuela Normal para Maestros de Manzanillo, una de las principales ciudades de la provincia de Oriente, donde enseñaba Cívica e Historia.
Su oposición a la dictadura batistiana le llevó a exiliarse en Costa Rica en 1956, donde entabló amistad con el presidente José Figueres. Cuando Castro organizó la expedición del yate Granma y se hizo fuerte en la Sierra Maestra, Matos consiguió preparar una expedición con armas y voluntarios y aterrizó con una avioneta en las montañas de Cuba, uniéndose a los barbudos. Terminó la guerra con el grado de comandante, el más alto de la guerrilla, al frente de la columna 9ª Antonio Guiteras.
Tras tomar Santiago de Cuba y entrar triunfalmente en La Habana en el mismo jeep de Castro y Cienfuegos, ocupó diversas responsabilidades hasta que fue designado jefe del Ejército Rebelde en la provincia de Camagüey.

Desde muy pronto Matos se opuso al giro radical de la revolución, y cuando percibió que esta se inclinaba hacia el socialismo y entraban en las instituciones del Gobierno miembros del antiguo partido comunista (el Partido Socialista Popular) escribió una carta personal a Castro renunciando a su cargo. “No deseo convertirme en un obstáculo para la revolución y creo que, teniendo que escoger entre acomodarme a las circunstancias o hacerme a un lado para no causar ningún daño, lo más revolucionario para mí es irme…”, decía en la misiva, enviada al líder cubano el 19 de octubre de 1959.
Matos agregaba: “Si se quiere que la revolución triunfe, dígase a dónde vamos y cómo vamos, óiganse menos los chismes y las intrigas, y no se trate de conjurado o de reaccionario al que con criterio honrado plantee estas cosas”. Aunque Matos siempre aseguró que esta carta fue la verdadera causa de su encarcelamiento, Fidel Castro y sus seguidores dijeron que en realidad preparaba un levantamiento en Camagüey y Camilo Cienfuegos fue enviado a detenerle allí. Huber Matos se entregó sin oponer resistencia, y Cienfuegos, al regresar a La Habana, se estrelló en una avioneta debido al mal tiempo.
El juicio a Matos se celebró el 11 de diciembre en el antiguo campamento militar de Columbia y allí intervino Castro durante varias horas seguidas para acusar a su antiguo comandante de traición. El Che Guevara y Rául Castro eran partidarios de la pena de muerte, pero Fidel Castro dijo que si se hacía eso se le convertiría en un “mártir”. Finalmente el tribunal lo condenó a 20 años de prisión, de los que no se le perdonó ni una hora.
En presidio realizó varias huelgas de hambre y denunció que estuvo años aislado en una celda, convirtiéndose en uno de los famosos presos “plantados”, denominados así por negarse a vestir el uniforme de reo común. Al salir de la cárcel en 1979 se instaló en Costa Rica y posteriormente se trasladó a Miami, donde fundó la organización Cuba Independiente y Democrática, uno de los grupos anticastristas que con más beligerancia atacó al régimen de Fidel Castro en las últimas décadas y que apoyó la ley Helms-Burton, que hizo extraterritorial el embargo norteamericano, cuando fue promulgada en 1996. En 2001 ganó en España el XIV Premio Comillas por su libro de memorias Cómo llegó la noche.


Nota LB: Políticamente,  crecimos con una doble curiosidad hacia el proceso cubano: el del entusiasmo y la decepción. Muy jóvenes, decididos por una opción ideológica, asumimos con una punzante crítica lo que había detrás de la gesta del derrocamiento de la ictadura de Batista. Era difícil, pues, las posturas no capitalistas de una tendencia democristiana,  forzaban a subrayar el por qué no compartíamos lo que ocurrió y ocurría en la isla caribeña. Digamos que José Barbeito, con un pequeño ensayo, contribuyó mucho a la claridad de las posiciones. A principios del presente siglo, vimos "Cómo llegó la noche" de Huber Matos en la ya extinta Librería del Ateneo de Caracas. Era un ejemplar costoso. Y, si mal no recordamos, lo devoramos. Además, nos pareció bien escrito. Además, el formato y diseño de Tusquetsera lo suficientemente atractivo. Al parecer puede bajarse en http://www.libro-s.com/l/como-llego-la-noche-de-huber-matos-153137/ y hay una buena reseña crítica en http://www.redalyc.org/pdf/128/12871407.pdf. Suele ocurrir, desearíamos releerlo, pero a alguien, siglos atrás, le prestaríamos el ejemplar que ya no volverá a la estantería de la casa y, en vano, habría que indagar a quién se le prestó. Recientemente fallecido, Matos lanza un dardo de interpelación sobre Venezuela.