EL PAÍS, Madrid, 1° de octubre de 2016
TRIBUNA
Crisis, caída y escisión del PSOE
En política, el ‘no’ más inteligente es el que sirve para iniciar una negociación, pero el secretario general y su comisión ejecutiva cegaron a conciencia todas las salidas, se sumieron en el silencio y no se emplearon nunca en negociar su ‘no’
Santos Juliá
Hay que remontarse a los años treinta del siglo pasado para encontrar en la historia del socialismo español un proceso tan autodestructivo como el que se ha desencadenado esta semana en la cúpula del PSOE. Fue en una reunión del comité entonces llamado nacional, convocada para el 16 de diciembre de 1935, cuando ante una cuestión marginal sometida a votación por Indalecio Prieto, Francisco Largo Caballero dimitió de la presidencia del partido y arrastró con su decisión a varios dirigentes históricos. Mientras Largo interpretó su salida como expulsión y recuperación de su libertad para recurrir, como dijo, “directamente a la base”, el resto del comité continuó la reunión y aprobó en los términos que Prieto pretendía la coalición con los partidos republicanos, que era la cuestión que tenía dividido al partido desde el fracaso de la revolución de octubre de 1934.
La escisión en el comité nacional y en la comisión ejecutiva se extendió de inmediato al grupo parlamentario socialista en las Cortes elegidas en febrero de 1936 y a todas las agrupaciones, alcanzando también a la Unión General de Trabajadores, que en aquellos tiempos era algo más que un sindicato hermano. El resultado fue la parálisis del PSOE en el peor momento por el que atravesaba la República: Prieto no obtuvo de su grupo parlamentario los votos necesarios para aceptar la presidencia del Gobierno que le ofrecía Manuel Azaña en mayo de 1936 y Largo Caballero bloqueó la incorporación del PSOE a un Gobierno de “unidad nacional”, desde Miguel Maura por la derecha al mismo Prieto por la izquierda, que Azaña intentaba poner en pie en la aciaga noche del 18 de julio. El catastrófico resultado de esta parálisis política fue que la rebelión militar, en marcha desde la tarde del 17, solo encontró para hacerle frente al más débil de los Gobiernos republicanos posibles.
Bueno, eran otros tiempos y por fortuna nada de eso está hoy, como se dice, a la orden del día. Pero los socialistas quizá no debían olvidar que la escisión iniciada un 16 de diciembre de 1936 recorrió la historia de su partido durante varias décadas y dejó un poso de rencor y división del que no se libraron por completo hasta que el partido, a punto de desaparecer, fue refundado, no sin nuevos enfrentamientos, en el primer lustro de los años setenta por una nueva generación de militantes. Las escisiones de una gran organización, con la ruptura no solo de vínculos políticos, sino de viejas amistades, de lazos fraternales y de sueños y esperanzas compartidos cuando el tiempo de la vida permite aún concebirlos, dejan siempre un poso de amargura y frustración muy propicio para convertir a quien fue ayer compañero en el enemigo hoy a liquidar.
Las rupturas son muy propicias para convertir a quien fue compañero en el enemigo a liquidar
Y esto es lo que viene ocurriendo en la cúpula del PSOE desde el comité federal celebrado el 9 de julio de este año, cuando los reunidos, después de agrias discusiones motivadas por los pésimos resultados de las segundas elecciones y el silencio de trece días en que el secretario general se había sumido tras la noche electoral, no pudieron acordar más política para el inmediato futuro que la ratificación puramente verbal del no a la abstención en la probable investidura del candidato del PP. Era un no, como se comentó entonces, “de entrada”, susceptible de modificarse si las circunstancias imponían una abstención para el caso de que la negativa acarreara la condena a convocar por tercera vez al electorado, como era previsible dada la aritmética imposibilidad de formar un Gobierno llamado de cambio o de progreso si Ciudadanos y Podemos mantenían su cerrada y mutua exclusión.
El secretario general y la ejecutiva del partido pudieron haber elegido entonces el camino que parecía más indicado después del comité federal de julio: trabajar seriamente y de inmediato por la formación de ese Gobierno hasta que una vez certificada su imposibilidad, optaran por la única alternativa que quedaba si querían evitar la convocatoria de terceras elecciones: la abstención. Pudieron haberse empleado entonces en una labor pedagógica sobre lo que significa en una democracia parlamentaria permitir al adversario la formación de Gobierno pasando a liderar una oposición capaz, por número de escaños, por capacidad de negociación y liderazgo, de imponer desde el Congreso un programa de reformas. Por vez primera, en efecto, el partido de Gobierno contaría con un número de escaños que le impediría gobernar a golpe de decreto y le obligaría a negociar permanentemente el contenido de sus proyectos de ley.
Se ha hecho buena la ley de Murphy: si algo puede ir mal, lo más probable es que vaya a peor
El secretario general y la ejecutiva federal optaron, sin embargo, por cruzarse de brazos a la espera de que el candidato del PP se estrellara contra la más hueca y obtusa de las barreras que en política se pueda concebir, la del no es no. En política, el no nunca es no, salvo cuando quien lo repite como un papagayo quiere meterse en un túnel sin salida. No solo en política, en la vida misma es de sabios no decir nunca de este agua no beberé, porque igual algún día tienes que beberla o morirte de sed. En política, el no más inteligente es el que sirve para iniciar una negociación, pero, ay, el secretario general del PSOE y su comisión ejecutiva cegaron a conciencia todas las salidas, se sumieron en profundo silencio y no se emplearon nunca en negociar su no. Y ahí están, plantados ante la peor de las alternativas, la que lleva a unas terceras elecciones. Y lo han conseguido sin poder culpar a nadie más que a ellos mismos de semejante logro.
Al verse abocados a este fatídico desenlace, parte de los miembros de la ejecutiva ha dimitido para provocar la caída de su secretario general, haciendo así buena la ley de Murphy en versión agravada: si algo puede ir mal, lo más probable es que vaya a peor. El PSOE va mal desde las elecciones de 2011, cuando perdió nada menos que 4,3 millones de votos. Profundizó su caída en 2015, con la deserción de otros 2,5 millones y siguió bajando en 2016, con una sangría que no ha dejado de manar en Galicia y Euskadi. Sólo faltaba que su comisión ejecutiva, responsable solidaria de haber conducido al PSOE a esta penosa situación, no tuviera mejor ocurrencia, cuando está en juego no ya la formación de un Gobierno sino la existencia misma de este Estado social y democrático de nuestros pesares, que lanzarse de hoz y coz a una escisión en la cima, preludio de un descenso a la marginación e insignificancia. Nadie lo comprende, pero, si alguien no lo remedia, todos le harán pagar el precio de tanto destrozo.
(*)Santos Juliá es historiador. Su último libro publicado es Nosotros, los abajo firmantes. Una historia de España a través de manifiestos y protestas (Galaxia Gutenberg).
Fuente:
http://elpais.com/elpais/2016/09/30/opinion/1475246881_868404.html
Cfr. S.J.; "¿Qué habría pasado si Indalecio Prieto hubiera aceptado la presidencia del gobierno en mayo de 1936?", en: http://www.santosjulia.com/Santos_Julia/2000-04_files/Si%20Prieto%20hubiera%20aceptado%20la%20presidencia.pdf
domingo, 2 de octubre de 2016
sábado, 1 de octubre de 2016
CUADERNO DE BITÁCORA
El venidero 12 de los corrientes, conmemoraremos el 50° de la ocupación soberana de Isla de Anacoco, harto difícil en el complejo proceso de reclamación del Territorio Esequibo. Al respecto, días atrás, nos reunimos con distintas organizaciones de la sociedad civil que muy legítimamente les importa la materia, y produjeron un Proyecto de Acuerdo alusivo a la fecha, con destino a la Asamblea Nacional y del cual nos honramos en diligenciar.
Desde un buen tiempo, el problema y el intercambio de opiniones con los conocedores, activistas y especialistas del tema que tienen la generosidad de orientarnos, nos ha puesto a estudiar. Es parte de nuestra responsabilidad como parlamentarios e ilustra muy bien el significado de la representación popular que stentamos, como un deber de servicio público, antes que un privilegio.
Además de los aportes que realizan las organizaciones nogubernamentales, intentamos muy modestamente los nuestros. Hemos consultado la prensa de la época (1966, 1970), y está pendiente la revisión de otros años (como 1974), la cual reporta circunstancias nada fáciles y que, por cierto, el gobierno actual ni siquiera sospecha, creyéndose acreedor exclusivo de la verdad: no sabemos lo que ahora ocurriría, por ejemplo, si afrontara una coyuntura más difícil y peligrosa, como la que ocupó en años anteriores a los mandatarios democráticos.
Así, por 1966, en el momento de exponerse el problema al este de nuestro territorio, reventó nada más y nada menos que una bomba en la Universidad Central de Venezuela y el alzamiento de Ramo Verde. Ambos casos, no obstaculizaron la marcha del gobierno que, faltando poco, como debe ser, debía acudir, informar y acatar lo debatido y aprobado por el parlamento, inaugurando con los pocos recursos de la Venezuela anterior a las bonnzas, sendas obras públicas.
Valgan estas notas comoo borrador, no pretendemos - lo reiteramos - la liquidación de Guyana. Hemos ofrecido suficientes razones, dentro y fuera del hemiciclo, en tal sentido, y abrigamos una perspectiva sobre el territorio muy distinta a los extremos: al que le importa poco que nos quedemos sin casa propia o al que desea ocupar una casa ajena.
La nuestra es una causa justa, fundada y documentada, pacífica y paciente, pero decidida y firme. Nunca desesperada, siempre preocupada.
LLevamos por la mitad el trabajo que nos ha prestado la Prof. María Teresa Belandria, cuya autora es Andrea Nieto Contreras. Reproducimos el Acuerdo de la Cámara de Diputados de 1966 y ofrecemos el texto de la propuesta que hemos llevado a la Asamblea Nacional, en nombre de las sociedades intermediasque velan por el Esequibo.
LB
Desde un buen tiempo, el problema y el intercambio de opiniones con los conocedores, activistas y especialistas del tema que tienen la generosidad de orientarnos, nos ha puesto a estudiar. Es parte de nuestra responsabilidad como parlamentarios e ilustra muy bien el significado de la representación popular que stentamos, como un deber de servicio público, antes que un privilegio.

Así, por 1966, en el momento de exponerse el problema al este de nuestro territorio, reventó nada más y nada menos que una bomba en la Universidad Central de Venezuela y el alzamiento de Ramo Verde. Ambos casos, no obstaculizaron la marcha del gobierno que, faltando poco, como debe ser, debía acudir, informar y acatar lo debatido y aprobado por el parlamento, inaugurando con los pocos recursos de la Venezuela anterior a las bonnzas, sendas obras públicas.
Valgan estas notas comoo borrador, no pretendemos - lo reiteramos - la liquidación de Guyana. Hemos ofrecido suficientes razones, dentro y fuera del hemiciclo, en tal sentido, y abrigamos una perspectiva sobre el territorio muy distinta a los extremos: al que le importa poco que nos quedemos sin casa propia o al que desea ocupar una casa ajena.
La nuestra es una causa justa, fundada y documentada, pacífica y paciente, pero decidida y firme. Nunca desesperada, siempre preocupada.
LLevamos por la mitad el trabajo que nos ha prestado la Prof. María Teresa Belandria, cuya autora es Andrea Nieto Contreras. Reproducimos el Acuerdo de la Cámara de Diputados de 1966 y ofrecemos el texto de la propuesta que hemos llevado a la Asamblea Nacional, en nombre de las sociedades intermediasque velan por el Esequibo.
LB
Acuerdo con motivo del Quincuagésimo Aniversario de la
Ocupación efectiva y soberana de la Isla
de Anacoco
La Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela,
La Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela,
Vocera del Pueblo Venezolano
Considerando,
Que el 12 de octubre
de 1966 conmemoramos cincuenta (50) años de la ocupación efectiva y soberana de
la Isla de Anacoco, ubicada en la confluencia de los ríos Cuyuni Venamo, en el límite con el
Territorio Esequibo impuesto por el Tribunal Arbitral de París en su sentencia
del 3 de octubre de 1899 considerada por Venezuela como nula e írrita;
Considerando,

Que la actuación
institucional, patriótica y nacionalista en esa fecha y días posteriores de la Fuerzas
Armadas de Cooperación, Ministerio de Obras Publicas, Ministerio de Relaciones
Exteriores y la Cámara de Diputados, en
defensa de los supremos intereses del Estado venezolano, como lo es la
reivindicación, protección y desarrollo de su territorio, se inscribe en este
hecho histórico que es uno de los más
importantes actos de soberanía llevados
a cabo por Venezuela para la reclamación y recuperación del Territorio Esequibo
que por derecho, razón y justicia le corresponde;
Considerando,
Que el pronunciamiento
realizado por la Cámara de Diputados de nuestra República en fecha 20 de
octubre de 1966, y publicado en Gaceta Oficial N° 28.116 del 21 de octubre de
1966 sobre los sucesos acaecidos en torno a la ocupación venezolana de la Isla
de Anacoco, confirma el consecuente respaldo de la institución parlamentaria a
la justa reivindicación del territorio, siendo necesario actualizarlo;
Considerando,
Que las recientes declaraciones emitidas durante el mes de septiembre de 2016 por parte del Presidente de la República Cooperativa de Guyana David Granger, así como de la Embajadora de dicho país acreditada en Venezuela, señora Cheryl Miles, quienes han acusado y ofendido a Venezuela por su legítimo reclamo del Territorio Esequibo, amparado por el Acuerdo de Ginebra de fecha 17 de febrero de 1966, ameritan de una respuesta serena, pero no menos firme y contundente, haciendo votos por una solución pacífica en el marco del referido Acuerdo;
Que las recientes declaraciones emitidas durante el mes de septiembre de 2016 por parte del Presidente de la República Cooperativa de Guyana David Granger, así como de la Embajadora de dicho país acreditada en Venezuela, señora Cheryl Miles, quienes han acusado y ofendido a Venezuela por su legítimo reclamo del Territorio Esequibo, amparado por el Acuerdo de Ginebra de fecha 17 de febrero de 1966, ameritan de una respuesta serena, pero no menos firme y contundente, haciendo votos por una solución pacífica en el marco del referido Acuerdo;
Considerando,
Que es un deber
patriótico de la Asamblea Nacional reafirmar el derecho irrevocable de nuestro
país sobre la totalidad del Territorio Esequibo y su respectiva área marina y submarina;
Acuerda
Primero: Conmemorar
los cincuenta (50) años de la ocupación efectiva de la Isla de Anacoco, como un
acto de soberanía nacional para la reclamación y recuperación del Territorio
Esequibo.
Segundo: Protestar
enérgicamente por las acusaciones y ofensas efectuadas por el gobierno de
Guyana hacia Venezuela.
Tercero: Exigir al
Ejecutivo nacional una eficaz, activa y permanente actuación en defensa de los
legítimos y supremos intereses nacionales en relación a la cuestión del
Territorio Esequibo al igual que con los demás problemas de carácter fronterizo
y de soberanía aun no resueltos por la
República, donde sean incluidas las instituciones públicas, privadas así como
ciudadanos venezolanos que sean afines y
expertos en estos temas, ara realizar una Política deEstado.
Cuarto: Reiterar ante
la nación venezolana, ante el gobierno de Guyana y ante la Organización de las
Naciones Unidas, la validez y vigencia del Acuerdo de Ginebra de 1966, que es
Ley de la República para Venezuela, está registrado en la ONU bajo el N° I:
8192, obligada la República Cooperativa de Guyana a su cumplimiento.
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LB
INSOSLAYABLE
El centenario de Leonardo
José Alberto Olivar
Se conmemoran cien años del natalicio de uno de los mártires de la resistencia contra la oprobiosa dictadura militar que flageló a Venezuela en la década de los cincuenta del siglo pasado. Nos referimos a Leonardo Ruiz Pineda, líder político, poeta y abogado, tachirense para más señas. Las angustias del presente parecen haber hecho olvidar o al menos desestimar que el pasado 28 de septiembre arribó a su centenario. Nacido en la población de Rubio, ofrendó su vida en una calle de la parroquia San Agustín de Caracas en 1952, donde tal vez, aun permanezca una roída placa que recuerda su alevoso asesinato, tras una cacería montada por el otrora cuerpo de policía política Seguridad Nacional.
Su ejemplo y sacrificio fue por años, divisa de las luchas por la Democracia en Venezuela. Desempeñaba la Secretaría General del partido Acción Democrática y para entonces ello lo convertía en candidato seguro a la proscripción de su existencia. En estos tiempos en que una nueva dictadura pretende cubrirse bajo un ropaje democrático, bien vale traer a colación el recuerdo de hombres y mujeres que como Leonardo Ruiz Pineda, no cayeron en la trampa del miedo, el conformismo o peor la entrega servil al tirano de turno.
Leonardo sabía a lo que se exponía, los riesgos de ayer como hoy, siguen siendo elevados y el costo muy terrible. Pero lo movía el firme convencimiento de que Venezuela no debía seguir siendo regazo de intolerancias y falsedades. Si se quiere fue un iluso, un soñador que concibió los versos de un poema inacabado: Libertad y por ello pago el precio de su tamaña osadía.
Así como Leonardo Ruiz Pineda, muchos venezolanos de la hora, se mueven para resistir los embates cotidianos del poder henchido de ponzoña. A veces todo parece resultar en vano. Sin embargo, la Historia nos ofrece testimonio de las muestras de arrojo y constancia que en momentos cruciales, se ha vertido con sobrada generosidad.
Cuando llegue el momento de recuperar la Democracia verdadera, la paz real entre prójimos imbuidos en reconstruir el país que deseamos para nuestros hijos, la memoria de los mártires será más que enaltecida, porque su lucha no habrá sido en vano.
De momento, los paisanos de Leonardo, en el Táchira, se aprestan a homenajear su vida con un sobrio acto en el Auditorio del Colegio de Ingenieros de la entidad, cuyas palabras estarán a cargo del cronista de la ciudad de San Cristóbal, doctor Luis Hernández Contreras, Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira.
Vaya a los tachirenses, nuestro saludo y compromiso venezolanista de mantener viva la flama que Leonardo Ruiz Pineda, legó sin ambages a las nuevas generaciones.
Fuente:
http://www.lapatilla.com/site/2016/09/30/jose-alberto-olivar-el-centenario-de-leonardo/
Reproducción: Texto de Carlos Canache Mata. El Nacional, Caracas, 21/10/1966.
José Alberto Olivar
Se conmemoran cien años del natalicio de uno de los mártires de la resistencia contra la oprobiosa dictadura militar que flageló a Venezuela en la década de los cincuenta del siglo pasado. Nos referimos a Leonardo Ruiz Pineda, líder político, poeta y abogado, tachirense para más señas. Las angustias del presente parecen haber hecho olvidar o al menos desestimar que el pasado 28 de septiembre arribó a su centenario. Nacido en la población de Rubio, ofrendó su vida en una calle de la parroquia San Agustín de Caracas en 1952, donde tal vez, aun permanezca una roída placa que recuerda su alevoso asesinato, tras una cacería montada por el otrora cuerpo de policía política Seguridad Nacional.
Su ejemplo y sacrificio fue por años, divisa de las luchas por la Democracia en Venezuela. Desempeñaba la Secretaría General del partido Acción Democrática y para entonces ello lo convertía en candidato seguro a la proscripción de su existencia. En estos tiempos en que una nueva dictadura pretende cubrirse bajo un ropaje democrático, bien vale traer a colación el recuerdo de hombres y mujeres que como Leonardo Ruiz Pineda, no cayeron en la trampa del miedo, el conformismo o peor la entrega servil al tirano de turno.
Leonardo sabía a lo que se exponía, los riesgos de ayer como hoy, siguen siendo elevados y el costo muy terrible. Pero lo movía el firme convencimiento de que Venezuela no debía seguir siendo regazo de intolerancias y falsedades. Si se quiere fue un iluso, un soñador que concibió los versos de un poema inacabado: Libertad y por ello pago el precio de su tamaña osadía.
Así como Leonardo Ruiz Pineda, muchos venezolanos de la hora, se mueven para resistir los embates cotidianos del poder henchido de ponzoña. A veces todo parece resultar en vano. Sin embargo, la Historia nos ofrece testimonio de las muestras de arrojo y constancia que en momentos cruciales, se ha vertido con sobrada generosidad.
Cuando llegue el momento de recuperar la Democracia verdadera, la paz real entre prójimos imbuidos en reconstruir el país que deseamos para nuestros hijos, la memoria de los mártires será más que enaltecida, porque su lucha no habrá sido en vano.
De momento, los paisanos de Leonardo, en el Táchira, se aprestan a homenajear su vida con un sobrio acto en el Auditorio del Colegio de Ingenieros de la entidad, cuyas palabras estarán a cargo del cronista de la ciudad de San Cristóbal, doctor Luis Hernández Contreras, Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira.
Vaya a los tachirenses, nuestro saludo y compromiso venezolanista de mantener viva la flama que Leonardo Ruiz Pineda, legó sin ambages a las nuevas generaciones.
Fuente:
http://www.lapatilla.com/site/2016/09/30/jose-alberto-olivar-el-centenario-de-leonardo/
Reproducción: Texto de Carlos Canache Mata. El Nacional, Caracas, 21/10/1966.
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GÜENO
EL NACIONAL, Caracas, 1° de octubre de 2016
Dictadura, despolitización y cultura
Eddy Reyes Torres
A raíz de la Revolución de Octubre, la política se empodera de la sociedad venezolana. Sin embargo, los excesos que de ella se derivaron contribuyeron a que se diera al traste con la primera experiencia democrática que se puso en práctica en nuestro país, entre 1945 y 1948. Con el derrocamiento del gobierno constitucional de Rómulo Gallegos, las botas militares volvieron a marcar el paso de la política venezolana, primero bajo las riendas de Carlos Delgado Chalbaud, y posteriormente mediante la conducción de Marcos Pérez Jiménez.
Nace entonces una nueva era, signada por el interés de “despolitizar” a la nación y concentrarse en su progreso material. Arranca así la ejecución de grandes proyectos de obras públicas que se inauguran cada año. En paralelo, el dictador pone en práctica un vehículo de afirmación histórica: la Semana de la Patria. Se trata de una jornada de desfiles y ceremonias –a las que los partidarios del régimen y los funcionarios públicos son obligados a asistir–, cuyo propósito es revalorizar el concepto de patria, honrar a los héroes de la Independencia y celebrar los valores de la nación. (El parecido con la realidad actual no es simple coincidencia). Al igual que Guzmán Blanco, Gómez y otros que vendrán después, Pérez Jiménez se ve a sí mismo como la encarnación del espíritu de Simón Bolívar. De esa manera, busca ser visto en el inconsciente colectivo como el sumo pontífice de una nueva religión. Estamos pues ante la sacralización de la política y el Estado, fenómeno que se inicia con la Revolución Rusa y se propaga como terrible enfermedad entre los seguidores de esa nueva realidad.
El ámbito cultural no es ajeno a la acción del gobierno. Y menos cuando el primer mandatario se sabe limitado en ese terreno. Ante tal realidad, la carencia se trata de llenar con un baño forzado de saber. Para eso está el dinero que todo lo puede. La dictadura perezjimenista puso manos a la obra y dejó su impronta a la vista de todos.
Por un lado, encargó al ya afamado escritor español Camilo José Cela (1916-2002) –que en 1989 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura–, la elaboración de una novela de ambiente venezolano, donde se reflejaran las bondades físicas y morales del país. Se llegó a decir que para ese propósito se le pagó a Cela entre 30.000 y 40.000 dólares, una fortuna para la época. El resultado fue “la novela más aparatosamente venezolanista de cuantas hayan existido jamás: la novela del Nuevo Ideal Nacional”, a decir del escritor Gustavo Guerrero (véase su libro Historia de un encargo: “La catira” de Camilo José Cela, pp. 77-79 y 134-135). Y para muestra este botón que aparece en un parlamento, al mismo inicio del libro en cuestión:
“—Güeno, patrón, no me ponga birriondo, pues, que la catira Pipía Sánchez me manda ecile que lo aguardia en la punta e el boquerón. Güeno, y que yo le vengo a ecile, patrón, que la niña ya anduvo jugándole cucambeo a su papá, sí, señó, güeno, y que ya botó a la bestia toiticos sus corotos, patrón, eso es, güeno, sin dejá ni uno” (Cela, Camilo José, La catira, Editorial Noguer, S. A., Barcelona, 1955, p. 13).
Y por el otro, en el campo de la plástica, la estética del régimen fue representada por la obra de Pedro Centeno Vallenilla (1899-1988), primo del ministro de Relaciones Interiores y sobrino del autor de Cesarismo democrático. Los espacios públicos (Salón de los Escudos del Capitolio Nacional, Círculo Militar de Venezuela, iglesia San Juan Bautista –frente a la plaza Los Capuchinos– y comedor del Hotel Maracay) se adornaron con su iconografía histórica y de corte nacionalista. El mismo artista reconoció que la influencia más directa que recuerda es la de su tío Laureano Vallenilla Lanz, quien le inculcó su pasión por el porvenir e ideales de América. Curiosamente, la representación de sus figuras desnudas y de porte atlético son un buen ejemplo de ese arte sobre el cuerpo masculino y la cultura gay que pareciera tan apartado del mundo militar y los regímenes de fuerza, pero que obviamente no lo está.
Con la dictadura de Pérez Jiménez y su grupo recomenzó un proceso de mayor empobrecimiento institucional y de decadencia política de la sociedad, con el consabido recrudecimiento de la corrupción, algo que se repite con la revolución bolivariana pero sin que estén presentes figuras de la indudable y reconocida grandeza literaria y plástica de Cela y Centeno Vallenilla, vistos a la luz de su obra completa y no de aislados lunares que es común encontrar en muchos grandes autores.
Fuente:
http://www.el-nacional.com/eddy_reyes_torres/Dictadura-despolitizacion-cultura_0_931106933.html
Fotografías: Aportes de Abilio Rangel Gil (Pérez Jiménez, mayor Alfredo Monch Siegert, 1950); y, as otras dos, y de Luis Noguera (una de ellas, imagen también coloreada de votantes caraqueñas el 30/11/1952). Todas para el grupo facebookeano Caracas en Retrospectiva II.
Dictadura, despolitización y cultura
Eddy Reyes Torres
A raíz de la Revolución de Octubre, la política se empodera de la sociedad venezolana. Sin embargo, los excesos que de ella se derivaron contribuyeron a que se diera al traste con la primera experiencia democrática que se puso en práctica en nuestro país, entre 1945 y 1948. Con el derrocamiento del gobierno constitucional de Rómulo Gallegos, las botas militares volvieron a marcar el paso de la política venezolana, primero bajo las riendas de Carlos Delgado Chalbaud, y posteriormente mediante la conducción de Marcos Pérez Jiménez.
Nace entonces una nueva era, signada por el interés de “despolitizar” a la nación y concentrarse en su progreso material. Arranca así la ejecución de grandes proyectos de obras públicas que se inauguran cada año. En paralelo, el dictador pone en práctica un vehículo de afirmación histórica: la Semana de la Patria. Se trata de una jornada de desfiles y ceremonias –a las que los partidarios del régimen y los funcionarios públicos son obligados a asistir–, cuyo propósito es revalorizar el concepto de patria, honrar a los héroes de la Independencia y celebrar los valores de la nación. (El parecido con la realidad actual no es simple coincidencia). Al igual que Guzmán Blanco, Gómez y otros que vendrán después, Pérez Jiménez se ve a sí mismo como la encarnación del espíritu de Simón Bolívar. De esa manera, busca ser visto en el inconsciente colectivo como el sumo pontífice de una nueva religión. Estamos pues ante la sacralización de la política y el Estado, fenómeno que se inicia con la Revolución Rusa y se propaga como terrible enfermedad entre los seguidores de esa nueva realidad.

Por un lado, encargó al ya afamado escritor español Camilo José Cela (1916-2002) –que en 1989 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura–, la elaboración de una novela de ambiente venezolano, donde se reflejaran las bondades físicas y morales del país. Se llegó a decir que para ese propósito se le pagó a Cela entre 30.000 y 40.000 dólares, una fortuna para la época. El resultado fue “la novela más aparatosamente venezolanista de cuantas hayan existido jamás: la novela del Nuevo Ideal Nacional”, a decir del escritor Gustavo Guerrero (véase su libro Historia de un encargo: “La catira” de Camilo José Cela, pp. 77-79 y 134-135). Y para muestra este botón que aparece en un parlamento, al mismo inicio del libro en cuestión:
“—Güeno, patrón, no me ponga birriondo, pues, que la catira Pipía Sánchez me manda ecile que lo aguardia en la punta e el boquerón. Güeno, y que yo le vengo a ecile, patrón, que la niña ya anduvo jugándole cucambeo a su papá, sí, señó, güeno, y que ya botó a la bestia toiticos sus corotos, patrón, eso es, güeno, sin dejá ni uno” (Cela, Camilo José, La catira, Editorial Noguer, S. A., Barcelona, 1955, p. 13).
Y por el otro, en el campo de la plástica, la estética del régimen fue representada por la obra de Pedro Centeno Vallenilla (1899-1988), primo del ministro de Relaciones Interiores y sobrino del autor de Cesarismo democrático. Los espacios públicos (Salón de los Escudos del Capitolio Nacional, Círculo Militar de Venezuela, iglesia San Juan Bautista –frente a la plaza Los Capuchinos– y comedor del Hotel Maracay) se adornaron con su iconografía histórica y de corte nacionalista. El mismo artista reconoció que la influencia más directa que recuerda es la de su tío Laureano Vallenilla Lanz, quien le inculcó su pasión por el porvenir e ideales de América. Curiosamente, la representación de sus figuras desnudas y de porte atlético son un buen ejemplo de ese arte sobre el cuerpo masculino y la cultura gay que pareciera tan apartado del mundo militar y los regímenes de fuerza, pero que obviamente no lo está.
Con la dictadura de Pérez Jiménez y su grupo recomenzó un proceso de mayor empobrecimiento institucional y de decadencia política de la sociedad, con el consabido recrudecimiento de la corrupción, algo que se repite con la revolución bolivariana pero sin que estén presentes figuras de la indudable y reconocida grandeza literaria y plástica de Cela y Centeno Vallenilla, vistos a la luz de su obra completa y no de aislados lunares que es común encontrar en muchos grandes autores.
Fuente:
http://www.el-nacional.com/eddy_reyes_torres/Dictadura-despolitizacion-cultura_0_931106933.html
Fotografías: Aportes de Abilio Rangel Gil (Pérez Jiménez, mayor Alfredo Monch Siegert, 1950); y, as otras dos, y de Luis Noguera (una de ellas, imagen también coloreada de votantes caraqueñas el 30/11/1952). Todas para el grupo facebookeano Caracas en Retrospectiva II.
POETA AL DESCUBIERTO
Supimos siempre del cuentista, pero - casualmente - días atrás lo descubrimos como poeta. Esta edición del Suplemento Cultural de Últimas Noticias que, no por casualidad, siendo una tribuna de gran amplitud, concluyó con el siglo, trae a Eduardo Martínez Díaz. Poeta.
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