Un tesoro inagotable en el cielo...Lc 12, 32-48
Vivir en minoría ¿Dónde poner el corazón?
José Antonio Pagola
VIVIR EN MINORÍA
Lucas ha recopilado en su evangelio unas palabras, llenas de afecto y cariño, dirigidas por Jesús a sus seguidores y seguidoras. Con frecuencia, suelen pasar desapercibidas. Sin embargo, leídas hoy con atención desde nuestras parroquias y comunidades cristianas, cobran una sorprendente actualidad. Es lo que necesitamos escuchar de Jesús en estos tiempos no fáciles para la fe.
"Mi pequeño rebaño". Jesús mira con ternura inmensa a su pequeño grupo de seguidores. Son pocos. Tienen vocación de minoría. No han de pensar en grandezas. Así los imagina Jesús siempre: como un poco de "levadura" oculto en la masa, una pequeña "luz" en medio de la oscuridad, un puñado de "sal" para poner sabor a la vida.
Después de siglos de "imperialismo cristiano", los discípulos de Jesús hemos de aprender a vivir en minoría. Es un error añorar una Iglesia poderosa y fuerte. Es un engaño buscar poder mundano o pretender dominar la sociedad. El evangelio no se impone por la fuerza. Lo contagian quienes viven al estilo de Jesús haciendo la vida más humana.
"No tengas miedo". Es la gran preocupación de Jesús. No quiere ver a sus seguidores paralizados por el miedo ni hundidos en el desaliento. No han de perder nunca la confianza y la paz. También hoy somos un pequeño rebaño, pero podemos permanecer muy unidos a Jesús, el Pastor que nos guía y nos defiende. El nos puede hacer vivir estos tiempos con paz.
"Vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino". Jesús se lo recuerda una vez más. No han de sentirse huérfanos. Tienen a Dios como Padre. Él les ha confiado su proyecto del reino. Es su gran regalo. Lo mejor que tenemos en nuestras comunidades: la tarea de hacer la vida más humana y la esperanza de encaminar la historia hacia su salvación definitiva.
"Vended vuestros bienes y dad limosna". Los seguidores de Jesús son un pequeño rebaño, pero nunca han de ser una secta encerrada en sus propios intereses. No vivirán de espaldas a las necesidades de nadie. Será comunidades de puertas abiertas. Compartirán sus bienes con los que necesitan ayuda y solidaridad. Darán limosna, es decir "misericordia". Este es el significado original del término griego.
Los cristianos necesitaremos todavía algún tiempo para aprender a vivir en minoría en medio de una sociedad secular y plural. Pero hay algo que podemos y debemos hacer sin esperar a nada: transformar el clima que se vive en nuestras comunidades y hacerlo más evangélico. El Papa Francisco nos está señalando el camino con sus gestos y su estilo de vida.
¿DONDE PONER EL CORAZON?
La persona actual está perdiendo su fe ingenua en las posibilidades ilimitadas del desarrollo tecnológico.
Aumenta cada vez más el número de los que toman conciencia de que el mismo poder que permite al ser humano crear nuevos estilos de vida, lleva consigo un potencial de autodestrucción y degradación.
Y por si fuera poco, la grave crisis económica que estamos sufriendo ha terminado de desconcertar a los más optimistas.
No es extraño, entonces, que crezca el escepticismo, la falta de fe en las ideologías, la desconfianza en los grandes sistemas. Al hombre actual se le hace difícil creer en algo que sea válido y verdadero para siempre. No sabe ya dónde «poner su corazón».
Son muchos quienes viven «a la deriva» sin esperanza ni desesperación. Víctimas pasivas e indiferentes de un mundo que les resulta cada vez más dislocado.
Entonces, la vida se vacía de sentido. Perdemos la fuente de nuestra propia creatividad. No sabemos para qué trabajar. El vivir se reduce a una cadena de sucesos, situaciones e incidentes, sin que nada realmente vivo nos dé sentido y continuidad.
En medio de este «comportamiento errático» lo importante parece ser disfrutar de cada fragmento de tiempo y buscar la respuesta más satisfactoria en cada situación fugaz.
R. Lifton considera que el problema central de la persona contemporánea es la pérdida del sentido de inmortalidad. Esa conciencia de inmortalidad «que representa un estímulo irresistible y universal a conservar un sentido interior de continuidad, más allá del tiempo y del espacio».
Y, sin embargo, quienes formamos la sociedad de hoy, como la de siempre, necesitamos poner nuestro corazón en un «tesoro que no pueda ser arrebatado por los ladrones, no roído por la polilla». ¿Cómo encontrarlo?
Desde la fe cristiana, no existe otro camino sino el de penetrar hasta el centro mismo de nuestra existencia, no evitar el encuentro con el Invisible, sino abrir nuestro corazón al misterio de Dios que da sentido y vida a todo nuestro ser.
Esto que a muchos puede parecer, desde fuera, algo perfectamente estúpido e iluso, es para el creyente fuente de liberación gozosa que le enraíza en lo fundamental, central y definitivo.
A veces, una palabra hostil basta para sentirnos tristes y solos. Es suficiente un gesto de rechazo o un fracaso para hundirnos en una depresión destructiva. ¿No tendremos que preguntarnos dónde tenemos puesto nuestro corazón?
http://www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php
Ilustración: Omar Rayo.
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domingo, 11 de agosto de 2013
domingo, 28 de julio de 2013
ENSEÑAR, INFINITAMENTE ENSEÑAR

"Señor, enséñanos a orar" (Lc.11, 1-13)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
La lectura del evangelio de hoy nos presenta a Jesús orando y a un discípulo suyo pidiéndole que le enseñe a orar a él y a todos los demás. El ejemplo de Jesús conmueve y mueve al discípulo a pedirle que le enseñe a dialogar con Dios; porque eso es la oración, un hablar con Dios que siempre está dispuesto y esperando para atender a sus hijos. La respuesta de Jesús al discípulo no se hace esperar y va cargada de revelaciones. Jesús le enseña a sus discípulos la oración del Padrenuestro y les dice, cuando oren digan: "Padrenuestro…". Desde aquel momento el Padrenuestro se ha convertido en una plegaria, en un rezo que todo cristiano aprende y memoriza, pero que si no se medita en la profundidad de cada palabra, corre el riesgo de ser una plegaria más y no como lo es en realidad, la revelación de lo que Dios es para la humanidad y lo que ha querido en Cristo establecer en su relación con cada persona.
Jesús le enseña a sus discípulos que cuando se dispongan a orar, a dialogar con Dios, recuerden, estén seguros que quien los va a escuchar y atender no es cualquiera, sino el Padre eterno, que lo pueden y deben llamar Papá, porque tampoco es cualquier papá, es el Padre por excelencia, que ama con amor eterno y que demuestra su amor enviando a su Hijo al mundo para rescatar a sus hermanos los hombres del pecado y de la muerte eterna. Es un Padre, por tanto, que ama, perdona y se muestra misericordioso y atento a las necesidades de sus hijos. A Dios hay que alabarlo, reconocer su grandeza, pedir que su Reino de amor y paz se instaure en el mundo; que su voluntad de redimir y salvar a los hombres se haga presente. Como hijo, el cristiano necesita esperar y confiar en su Padre Dios, sabiendo que su voluntad nunca irá en detrimento de sus hijos, al contario, siempre en beneficio de aquellos que ama con inmenso amor. A Dios hay que pedirle lo que necesitamos, material y espiritual (el pan de cada día) y Jesús remarca con tres verbos esto en la relación del cristiano que se sabe hijo de Dios: Pidan, busquen y llamen. "El que pide recibe, el que busca encuentra y el que toca a la puerta se le abre". Así necesita y debe ser la relación del cristiano que sabiéndose amado por Dios y amando a Dios sobre todas las cosas, le pide el pan material, el pan espiritual que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo que lo nutre y sus palabras que le dan vida eterna y busca su amor, paz, fortaleza, perdón, justicia y toca a la puerta de su corazón para obtener en cada instante lo que conviene y le es más necesario. Pedir sin pensar que se es impertinente con Dios que ama.
El cristiano sabiéndose pecador, reconociendo su miseria y limitaciones, pide perdón de sus propios pecados, de sus ofensas para con Dios, para con sus hermanos y consigo mismo; sabe perdonar, para esperar y merecer el perdón de Dios que implora por sus ofensas u omisiones y sabiendo que es débil, que por la herida del pecado está propenso a caer, suplica con fe que cuando llegue el momento de ser tentado, de pasar por las pruebas del camino, de la vida cotidiana que seduce con sus placeres, con el poder o el tener, salir victorioso, no sucumbir y que jamás ni nunca el mal tenga la última palabra en su vida, sino siempre y para siempre la última palabra la tenga Dios en su historia personal.
Jesús para terminar de enseñar a sus discípulos les hace un parangón o comparación entre la paternidad de Dios y la paternidad de los hombres, que siendo pecadores, limitados y hasta malos en no pocas ocasiones, saben dar cosas buenas y complacer a sus hijos en todo lo que piden; dice Jesús: "Cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan". Con esto Jesús enseña que Dios quiere dar todo a sus hijos y la cumbre o cúspide de ese todo es su mismo Espíritu Santo, es decir, Dios mismo morando y viviendo dentro del corazón de cada uno de sus hijos para guiarlo y conducirlo por el camino que lleva a la vida eterna, a la felicidad plena. Después del Espíritu Santo el cristiano no puede esperar ni aspirar nada más, porque Dios es la plenitud de todas las cosas y no hay nada en el mundo que pueda equiparse a Él ni llenar su espacio.
IDA Y RETORNO: Oremos por los seminaristas de Valencia que están realizando las misiones en la comunidad parroquial de San Juan Apóstol del sector Negro Primero en Guacara. Que su labor de llevar el evangelio de Jesucristo a las comunidades que conforman esa parroquia sea fructífera y que sean muchos los niños, jóvenes y adultos que se muevan y den el paso de convertir sus vidas a Cristo, el único Dios y Salvador; el que merece toda nuestra honra y alabanza, el verdaderamente Supremo y Señor de la historia.
Que el Señor premie los esfuerzos y afanes de los padres formadores Luis Manuel Díaz y Álvaro García que con tanto celo pastoral y entrega han demostrado al atender a esa querida y joven parroquia donde están ahorita los seminaristas realizando sus misiones.
Emeterio Gómez:
http://www.eluniversal.com/opinion/130728/cuarta-razon-para-creer-en-dios
Ilustración y brevísima nota LB: : Hemos incurrido en el atrevimiento de invertir la obra de Omar Rayo, tomada de: http://losmejorespintoresdecolombia.blogspot.com/2011/10/galeria-pinturas-omar-rayo.html
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San Lucas 11: 1-13
LLAMAR, INFINITAMENTE LLAMAR
Tres llamadas de Jesús. Aprender el Padrenuestro
José Antonio Pagola
TRES LLAMADAS DE JESÚS
“Yo os digo: Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá”. Es fácil que Jesús haya pronunciado estas palabras cuando se movía por las aldeas de Galilea pidiendo algo de comer, buscando acogida y llamando a la puerta de los vecinos. Él sabía aprovechar las experiencias más sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre Bueno de todos.
Curiosamente, en ningún momento se nos dice qué hemos de pedir o buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Lo importante para Jesús es la actitud. Ante el Padre hemos de vivir como pobres que piden lo que necesitan para vivir, como perdidos que buscan el camino que no conocen bien, como desvalidos que llaman a la puerta de Dios.
Las tres llamadas de Jesús nos invitan a despertar la confianza en el Padre, pero lo hacen con matices diferentes. “Pedir” es la actitud propia del pobre. A Dios hemos de pedir lo que no nos podemos dar a nosotros mismos: el aliento de la vida, el perdón, la paz interior, la salvación. “Buscar” no es solo pedir. Es, además, dar pasos para conseguir lo que no está a nuestro alcance. Así hemos de buscar ante todo el reino de Dios y su justicia: un mundo más humano y digno para todos.
“Llamar” es dar golpes a la puerta, insistir, gritar a Dios cuando lo sentimos lejos. La confianza de Jesús en el Padre es absoluta. Quiere que sus seguidores no lo olviden nunca: “el que pide, está
recibiendo; el que busca, está hallando y al que llama, se le abre”. Jesús no dice que reciben concretamente lo que están pidiendo, que encuentran lo que andan buscando o que alcanzan lo que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él, Dios se les da; quienes acuden a él, reciben “cosas buenas”.
Jesús no da explicaciones complicadas. Pone tres ejemplos que pueden entender los padres y las madres de todos los tiempos. “¿Qué padre o qué madre, cuando el hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra de forma redonda como las que pueden ver por los caminos? ¿O, si le pide un pez, le dará una de esas culebras de agua que a veces aparecen en las
redes de pesca? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?
Los padres no se burlan de sus hijos. No los engañan ni les dan algo que pueda hacerles daño sino “cosas buenas”. Jesús saca rápidamente la conclusión: “Cuánto más vuestro Padre del cielo dará su Espíritu Santo a los que se lo pidan”. Para Jesús, lo mejor que podemos pedir y recibir de Dios es su Aliento que sostiene y salva nuestra vida.
“Quien pide, está recibiendo; quien busca, está hallando y al que llama, se le abre”.
Cuando oréis decid:...
APRENDER EL PADRENUESTRO
Hemos recitado tantas veces el Padrenuestro y, con frecuencia, de manera tan apresurada y superficial, que hemos terminado, a veces, por vaciarlo de su sentido más hondo.
Se nos olvida que esta oración nos la ha regalado Jesús como la plegaria que mejor recoge lo que él vivía en lo más íntimo de su ser y la que mejor expresa el sentir de sus verdaderos discípulos.
De alguna manera, ser cristiano es aprender a recitar y vivir el Padrenuestro. Por eso, en las primeras comunidades cristianas, rezar el Padrenuestro era un privilegio reservado únicamente a los que se comprometían a seguir a Jesucristo.
Quizás, necesitamos «aprender» de nuevo el Padrenuestro. Hacer que esas palabras que pronunciamos tan rutinariamente, nazcan con vida nueva en nosotros y crezcan y se enraícen en nuestra existencia.
He aquí algunas sugerencias que pueden ayudarnos a comprender mejor las palabras que pronunciamos y a dejarnos penetrar por su sentido.
Padre nuestro que estás en los cielos. Dios no es en primer lugar nuestro juez y Señor y, mucho menos nuestro rival y enemigo. Es el Padre que desde el fondo de la vida, escucha el clamor de sus hijos.
Y es nuestro, de todos. No soy yo el que reza a Dios. Aislados o juntos, somos nosotros los que invocamos al Dios y Padre de todos los hombres. Imposible invocarle sin que crezca y se ensanche en nosotros el deseo de fraternidad.
Está en los cielos como lugar abierto, de vida y plenitud, hacia donde se dirige nuestra mirada en medio de las luchas de cada día.
Santificado sea tu Nombre. El único nombre que no es un término vacío. El Nombre del que viven los hombres y la creación entera. Bendito, santificado y reconocido sea en todas las conciencias y allí donde late algo de vida.
Venga a nosotros tu Reino. No pedimos ir nosotros cuanto antes al cielo. Gritamos que el Reino de Dios venga cuanto antes a la tierra y se establezca un orden nuevo de justicia y fraternidad donde nadie domine a nadie sino donde el Padre sea el único Señor de todos.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. No pedimos que Dios adapte su voluntad a la nuestra. Somos nosotros los que nos abrimos a su voluntad de liberar y hermanar a los seres humanos.
El pan de cada día dánosle hoy. Confesamos con gozo nuestra dependencia de Dios y le pedimos lo necesario para vivir, sin pretender acaparar lo superfluo e innecesario que pervierte nuestro ser y nos cierra a los necesitados.
Perdónanos nuestras deudas, egoísmos e injusticias pues estamos dispuestos a extender ese perdón que recibimos de Ti a todos los que nos han podido hacer algún mal.
No nos dejes caer en la tentación de olvidar tu rostro y explotar a nuestros hermanos. Presérvanos en tu seno de Padre y enséñanos a vivir como hermanos.
Y líbranos del mal. De todo mal. Del mal que cometemos cada día y del mal del que somos víctimas constantes. Orienta nuestra vida hacia el Bien y la Felicidad.
http://www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php
Isabel Tenreiro
http://elimpulso.com/articulo/buena-nueva-por-que-a-veces-dios-no-responde-nuestras-oraciones#
Ilustración: Omar Rayo.
José Antonio Pagola
TRES LLAMADAS DE JESÚS
“Yo os digo: Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá”. Es fácil que Jesús haya pronunciado estas palabras cuando se movía por las aldeas de Galilea pidiendo algo de comer, buscando acogida y llamando a la puerta de los vecinos. Él sabía aprovechar las experiencias más sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre Bueno de todos.
Curiosamente, en ningún momento se nos dice qué hemos de pedir o buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Lo importante para Jesús es la actitud. Ante el Padre hemos de vivir como pobres que piden lo que necesitan para vivir, como perdidos que buscan el camino que no conocen bien, como desvalidos que llaman a la puerta de Dios.
Las tres llamadas de Jesús nos invitan a despertar la confianza en el Padre, pero lo hacen con matices diferentes. “Pedir” es la actitud propia del pobre. A Dios hemos de pedir lo que no nos podemos dar a nosotros mismos: el aliento de la vida, el perdón, la paz interior, la salvación. “Buscar” no es solo pedir. Es, además, dar pasos para conseguir lo que no está a nuestro alcance. Así hemos de buscar ante todo el reino de Dios y su justicia: un mundo más humano y digno para todos.
“Llamar” es dar golpes a la puerta, insistir, gritar a Dios cuando lo sentimos lejos. La confianza de Jesús en el Padre es absoluta. Quiere que sus seguidores no lo olviden nunca: “el que pide, está
recibiendo; el que busca, está hallando y al que llama, se le abre”. Jesús no dice que reciben concretamente lo que están pidiendo, que encuentran lo que andan buscando o que alcanzan lo que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él, Dios se les da; quienes acuden a él, reciben “cosas buenas”.
Jesús no da explicaciones complicadas. Pone tres ejemplos que pueden entender los padres y las madres de todos los tiempos. “¿Qué padre o qué madre, cuando el hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra de forma redonda como las que pueden ver por los caminos? ¿O, si le pide un pez, le dará una de esas culebras de agua que a veces aparecen en las
redes de pesca? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?
Los padres no se burlan de sus hijos. No los engañan ni les dan algo que pueda hacerles daño sino “cosas buenas”. Jesús saca rápidamente la conclusión: “Cuánto más vuestro Padre del cielo dará su Espíritu Santo a los que se lo pidan”. Para Jesús, lo mejor que podemos pedir y recibir de Dios es su Aliento que sostiene y salva nuestra vida.
“Quien pide, está recibiendo; quien busca, está hallando y al que llama, se le abre”.
Cuando oréis decid:...
APRENDER EL PADRENUESTRO
Hemos recitado tantas veces el Padrenuestro y, con frecuencia, de manera tan apresurada y superficial, que hemos terminado, a veces, por vaciarlo de su sentido más hondo.
Se nos olvida que esta oración nos la ha regalado Jesús como la plegaria que mejor recoge lo que él vivía en lo más íntimo de su ser y la que mejor expresa el sentir de sus verdaderos discípulos.
De alguna manera, ser cristiano es aprender a recitar y vivir el Padrenuestro. Por eso, en las primeras comunidades cristianas, rezar el Padrenuestro era un privilegio reservado únicamente a los que se comprometían a seguir a Jesucristo.
Quizás, necesitamos «aprender» de nuevo el Padrenuestro. Hacer que esas palabras que pronunciamos tan rutinariamente, nazcan con vida nueva en nosotros y crezcan y se enraícen en nuestra existencia.
He aquí algunas sugerencias que pueden ayudarnos a comprender mejor las palabras que pronunciamos y a dejarnos penetrar por su sentido.
Padre nuestro que estás en los cielos. Dios no es en primer lugar nuestro juez y Señor y, mucho menos nuestro rival y enemigo. Es el Padre que desde el fondo de la vida, escucha el clamor de sus hijos.
Y es nuestro, de todos. No soy yo el que reza a Dios. Aislados o juntos, somos nosotros los que invocamos al Dios y Padre de todos los hombres. Imposible invocarle sin que crezca y se ensanche en nosotros el deseo de fraternidad.
Está en los cielos como lugar abierto, de vida y plenitud, hacia donde se dirige nuestra mirada en medio de las luchas de cada día.
Santificado sea tu Nombre. El único nombre que no es un término vacío. El Nombre del que viven los hombres y la creación entera. Bendito, santificado y reconocido sea en todas las conciencias y allí donde late algo de vida.
Venga a nosotros tu Reino. No pedimos ir nosotros cuanto antes al cielo. Gritamos que el Reino de Dios venga cuanto antes a la tierra y se establezca un orden nuevo de justicia y fraternidad donde nadie domine a nadie sino donde el Padre sea el único Señor de todos.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. No pedimos que Dios adapte su voluntad a la nuestra. Somos nosotros los que nos abrimos a su voluntad de liberar y hermanar a los seres humanos.
El pan de cada día dánosle hoy. Confesamos con gozo nuestra dependencia de Dios y le pedimos lo necesario para vivir, sin pretender acaparar lo superfluo e innecesario que pervierte nuestro ser y nos cierra a los necesitados.
Perdónanos nuestras deudas, egoísmos e injusticias pues estamos dispuestos a extender ese perdón que recibimos de Ti a todos los que nos han podido hacer algún mal.
No nos dejes caer en la tentación de olvidar tu rostro y explotar a nuestros hermanos. Presérvanos en tu seno de Padre y enséñanos a vivir como hermanos.
Y líbranos del mal. De todo mal. Del mal que cometemos cada día y del mal del que somos víctimas constantes. Orienta nuestra vida hacia el Bien y la Felicidad.
http://www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php
Isabel Tenreiro
http://elimpulso.com/articulo/buena-nueva-por-que-a-veces-dios-no-responde-nuestras-oraciones#
Ilustración: Omar Rayo.
domingo, 7 de julio de 2013
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