Mienten al desmentir
Luis Barragán
En las democracias liberales aún incipientes, mentir acarrea una grave sanción moral para las autoridades públicas que frecuentemente se ven obligadas a dimitir, así no incurran en delito. Sólo en las experiencias autoritarias o, mejor, en los ensayos totalitarios, ganan el aplauso del establecimiento y hasta puede reputarse como toda una habilidad política, revelando cuan lejos llega la descomposición.
Por demasiado evidente que sea la catástrofe, la hambruna o el éxodo, los voceros calificados de la dictadura venezolana tienen por hábito desconocer la realidad e, incluso, apelando a la vieja retórica, insistir en que somos un país asediado, Además, una potencia petrolera capaz de satisfacer las más elementales necesidades de la población. No es difícil imaginar el esfuerzo propagandístico y publicitario, realizado en el exterior a través de embajadas, consulados y agentes oficiosos ya confortablemente sembrados en las más importantes capitales del mundo, con pericia en las relaciones públicas o lobbyes que, se dice, cuenta con la participación paradójica de otros coterráneos expertos, teóricamente imposibilitados de entrar por el Aeropuerto Internacional de Maiquetía.
La campaña no es otra que la de una victimización actual y también preventiva, pues, a juzgar por algunos testimonios que recogen las redes sociales, hay movimientos que escenifican sendos actos de solidaridad con la llamada revolución bolivariana, en países que no viven ni sienten una situación remotamente parecida a la venezolana. De un lado, magnífico pretexto, la voracidad imperialista muerde los logros de un proceso de redención social, arrinconando y empantanando a sus líderes, faltando poco, garantes de la democracia de innumerables comicios en su haber; y, del otro, cuales Salvador Allende, dispuestos al sacrificio, se adelantan con una versión del martirio que dirá serles útil, cuando todo esto pase, con la pretensión de un exilio dorado y de cierta respetabilidad moral y política.
Mienten descaradamente, los medianos y altos funcionarios del régimen, porque no tienen otra alternativa, gozando de una impunidad intolerable en otras latitudes. Poca vergüenza personal sienten al hacerlo, sabiéndose moralmente destruidos, aunque los más avispados que suponen contar con una mayor vida útil, políticamente hablando, apuestan por una interpretación que les confiera la dignidad del martirio, quizá pensando en liderar a la oposición al regresar, dentro de algunos años, con el pretexto de una bandera ideológica y con el debido soporte de recursos. Acotemos, prevaleciente la vocación mercantil antes que la política, al resto de la dirigencia actual, justificándose por la edad, le atrae más el futuro exilio que defender una gestión indefendible, excepto aquéllos que temen por la justicia internacional.
El martirologio allendista será apenas un detalle, frente al esbozado por los que se saben prontamente fuera del poder, sumado al séquito de sus más ingenuos seguidores y a la maquinaria propagandística de otras dictaduras. Digamos, poco les importará que sea mentira: mienten al desmentir.
Fotografía: http://ciudadccs.info/presidente-maduro-se-reunio-directora-regional-unicef/
08/10/2018:
http://www.diariocontraste.com/2018/10/mienten-al-desmentir-por-luis-barragan-luisbarraganj/
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viernes, 5 de octubre de 2018
MENTIROGRAFÍA
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viernes, 30 de agosto de 2013
¿40 AÑOS NO SON NADA?
De la absolución histórica
Luis Barragán
Crecimos repudiando la dictadura de Augusto Pinochet, aunque – luego de quince años – hizo económicamente viable a Chile como no pudieron sus pares de la región. Todavía recordamos nuestra adolescente atención vacacional a la transmisión del discurso de Fidel Castro, captado por el hermano mayor en su portentoso aparato de radio que cumplía su promesa tecnológica en el litoral, y después enjugado por aquella emblemática canción de Inti-Illimani que todavía nos gusta, escudriñando los tiempos del liceo. Sin embargo, con el tiempo, la interrogante crecía por nuestra adscripción demócrata-cristiana y por los hechos mismos que produjeron el fenómeno.
Adscripción que se identificaba entusiasta y vehementemente con la corriente representada por Radomiro Tomic que, por un afiche de largos años confundido con una pared de la planta alta de la quinta “Campoamor”, sede del viejo IFEDEC, y por la vieja prensa a la que nos aficionaríamos, nos enteramos de su estancia en la Caracas de 1970. Diluyéndose el gesto firme del orador que celebró la otrora Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC), recientemente no los devolvió Leopoldo Quintana, cuando coronó una reunión de trabajo, a propósito de la propuesta constituyente, asombrándonos por algunas piezas de su archivo personal.
Avecinándose el 40 aniversario de la caída de Allende, se mezclan unos y otros en la memoria de un tiempo supuestamente ido, con la convicción de una fiera conmemoración del madurato que querrá victimizarse hasta la saciedad, manipulando aquellas circunstancias. Al fin y al cabo, siempre ocurrió, a pesar que, hacia el sur, partidos como el Socialista, el Comunista y el MIR, no monopolizaban las demandas de una transformación social y, llegada la ocasión, pulverizaron la oportunidad.
Crecimos repudiando la sistemática violación de los derechos humanos, con una solidaridad activa de calle, abrazando generosamente al exilio chileno, pero también desprendiéndonos de la interesada versión de los caídos. Creemos que fue Ramón Guillermo Aveledo, quien nos obsequió una pequeña colección de la revista “Política y Espíritu” de los años del allendismo, junto al programa de gobierno de Radomiro, vencido en los comicios presidenciales por Salvador Allende, donde fielmente retrataba la onerosa e irrespirable realidad de la improvisación, el desabastecimiento, la intolerancia, la inflación, la persecución, las protestas, el sectarismo, completamente indiferente ante el llamado, las propuestas y las diligencias de sensatez, sosiego y realismo provenientes de los democristianos, al igual que de los diferentes sectores – incluso, populares y medios – angustiados por una salida de fuerza, sin apostarle.
Hoy, por ejemplo, al hallar y revisar en la red la entrevista realizada a Allende por el celebérrimo Régis Debray, sentimos la terrible simplicidad de los planteamientos que, junto a la prolongada residencia de Castro en Chile, a escasos años de su fracasado intento insurreccional en el continente, ayudan a comprender con mayor precisión un fenómeno que tiende a repetirse en Venezuela. Lo peor es que, acá, no se trata de tres años, sino de la década y media de intimidación brutal que, salvadas las circunstancias y proporciones, añadida la amabilísima renta petrolera, nos convierten en copia de la lejana tragedia y ocasión para un triple chantaje.
En efecto, por una parte, es el propio gobierno venezolano el que, desaforado e irresponsable, juega con un golpe militar porque, en lugar de corregir los evidentísimos entuertos provocados, huye hacia adelante para colocarnos en el falso dilema de sus fríos cálculos, sin ocultar el intervencionismo cubano. Convertido en una experiencia anti-histórica, se resiste a la maduración de una transición democrática, aunque la resistencia es propiamente la de los intereses creados, oliendo la conspiración en las mismas sombras que sus torpezas generan, y pretendiendo inculpar a la oposición hasta de sus más fútiles yerros, agudiza hasta el hartazgo sus contradicciones confiado en la absolución que el tiempo prodigará.
El oficialismo parece solazarse con la idea de una asonada que, llevándoselo por el medio, también lo haga con la oposición más honesta, convencida, genuina y consistente y creadora que lo ha irritado por todos estos años, añadida la que no ha tenido prensa. Al raro revanchismo que los congratulará, se une la ilusión del adinerado e infatigable viajero que, por su prestigiosa condición de ex – ministro, por citar un caso, gozará de la adicional fama de combatiente en los foráneos estudios televisivos y radiales, o en los portales digitales más conocidos, devenido intelectual de reconocidos quilates por sus impresos testimoniales.
Por otra, tarde o temprano, como ya acontece con la experiencia chilena, las aguas retoman sus cauces y, lejos de aquella victimización políticamente rentable, no pocos actores sufren un legítimo cuestionamiento. Pudo evitarse una experiencia tan injusta para el pueblo chileno, agregado el demencial golpe de Estado, pero fue tal el atolondrado auto-engaño, la impericia política, la intoxicación ideológica, la prepotencia del poder y la cómoda hipoteca cubana, que arrastró a justos y pecadores hacia el despeñadero.
Deliberadamente o no, faltaron las habilidades políticas y hasta la claridad conceptual y estratégica que la coyuntura ameritaba. La estridente conmemoración venezolana, intentará esquivar el dato de un suicidio político que tiene menos de heroico y más de extravío psicológico.
Finalmente, lo que puede llamarse – por comodidad – el marxismo-leninismo internacional, la más íntima y atrasada convicción y gremio que por cobardía cuenta con otros eufemismos, no protagonizó exclusivamente la lucha contra la dictadura, como desean hacerlo creer. Y es más, fueron otros los arquitectos de una transición que exigió todo el talento, la ponderación y la firmeza que fueron tan indispensables, como – por citar un nombre – bien lo sintetizó Patricio Alwyn, por cierto, un anciano que inexplicablemente no hallaría cupo de popularidad en la actual Venezuela inducida y dominada por la banalidad.
Apenas concluya el receso parlamentario, excepto la junta directiva lo haga antes, el hemiciclo sabrá más de la arenga y de algunos cantores, que del libre debate sobre un hecho histórico que, manipulándolo, dirá fustigar a la oposición. No hay absoluciones gratuitas y automáticas, ni siquiera al calor de un barril de petróleo.
Fotografía: LB; Reproducción de un afiche de bienvenida a Radomiro Tomic, Caracas, 1970. Colección: Leopoldo Quintana.
http://www.noticierodigital.com/2013/09/de-la-absolucion-historica/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=985860
Luis Barragán
Crecimos repudiando la dictadura de Augusto Pinochet, aunque – luego de quince años – hizo económicamente viable a Chile como no pudieron sus pares de la región. Todavía recordamos nuestra adolescente atención vacacional a la transmisión del discurso de Fidel Castro, captado por el hermano mayor en su portentoso aparato de radio que cumplía su promesa tecnológica en el litoral, y después enjugado por aquella emblemática canción de Inti-Illimani que todavía nos gusta, escudriñando los tiempos del liceo. Sin embargo, con el tiempo, la interrogante crecía por nuestra adscripción demócrata-cristiana y por los hechos mismos que produjeron el fenómeno.
Adscripción que se identificaba entusiasta y vehementemente con la corriente representada por Radomiro Tomic que, por un afiche de largos años confundido con una pared de la planta alta de la quinta “Campoamor”, sede del viejo IFEDEC, y por la vieja prensa a la que nos aficionaríamos, nos enteramos de su estancia en la Caracas de 1970. Diluyéndose el gesto firme del orador que celebró la otrora Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC), recientemente no los devolvió Leopoldo Quintana, cuando coronó una reunión de trabajo, a propósito de la propuesta constituyente, asombrándonos por algunas piezas de su archivo personal.
Avecinándose el 40 aniversario de la caída de Allende, se mezclan unos y otros en la memoria de un tiempo supuestamente ido, con la convicción de una fiera conmemoración del madurato que querrá victimizarse hasta la saciedad, manipulando aquellas circunstancias. Al fin y al cabo, siempre ocurrió, a pesar que, hacia el sur, partidos como el Socialista, el Comunista y el MIR, no monopolizaban las demandas de una transformación social y, llegada la ocasión, pulverizaron la oportunidad.
Crecimos repudiando la sistemática violación de los derechos humanos, con una solidaridad activa de calle, abrazando generosamente al exilio chileno, pero también desprendiéndonos de la interesada versión de los caídos. Creemos que fue Ramón Guillermo Aveledo, quien nos obsequió una pequeña colección de la revista “Política y Espíritu” de los años del allendismo, junto al programa de gobierno de Radomiro, vencido en los comicios presidenciales por Salvador Allende, donde fielmente retrataba la onerosa e irrespirable realidad de la improvisación, el desabastecimiento, la intolerancia, la inflación, la persecución, las protestas, el sectarismo, completamente indiferente ante el llamado, las propuestas y las diligencias de sensatez, sosiego y realismo provenientes de los democristianos, al igual que de los diferentes sectores – incluso, populares y medios – angustiados por una salida de fuerza, sin apostarle.
Hoy, por ejemplo, al hallar y revisar en la red la entrevista realizada a Allende por el celebérrimo Régis Debray, sentimos la terrible simplicidad de los planteamientos que, junto a la prolongada residencia de Castro en Chile, a escasos años de su fracasado intento insurreccional en el continente, ayudan a comprender con mayor precisión un fenómeno que tiende a repetirse en Venezuela. Lo peor es que, acá, no se trata de tres años, sino de la década y media de intimidación brutal que, salvadas las circunstancias y proporciones, añadida la amabilísima renta petrolera, nos convierten en copia de la lejana tragedia y ocasión para un triple chantaje.
En efecto, por una parte, es el propio gobierno venezolano el que, desaforado e irresponsable, juega con un golpe militar porque, en lugar de corregir los evidentísimos entuertos provocados, huye hacia adelante para colocarnos en el falso dilema de sus fríos cálculos, sin ocultar el intervencionismo cubano. Convertido en una experiencia anti-histórica, se resiste a la maduración de una transición democrática, aunque la resistencia es propiamente la de los intereses creados, oliendo la conspiración en las mismas sombras que sus torpezas generan, y pretendiendo inculpar a la oposición hasta de sus más fútiles yerros, agudiza hasta el hartazgo sus contradicciones confiado en la absolución que el tiempo prodigará.
El oficialismo parece solazarse con la idea de una asonada que, llevándoselo por el medio, también lo haga con la oposición más honesta, convencida, genuina y consistente y creadora que lo ha irritado por todos estos años, añadida la que no ha tenido prensa. Al raro revanchismo que los congratulará, se une la ilusión del adinerado e infatigable viajero que, por su prestigiosa condición de ex – ministro, por citar un caso, gozará de la adicional fama de combatiente en los foráneos estudios televisivos y radiales, o en los portales digitales más conocidos, devenido intelectual de reconocidos quilates por sus impresos testimoniales.
Por otra, tarde o temprano, como ya acontece con la experiencia chilena, las aguas retoman sus cauces y, lejos de aquella victimización políticamente rentable, no pocos actores sufren un legítimo cuestionamiento. Pudo evitarse una experiencia tan injusta para el pueblo chileno, agregado el demencial golpe de Estado, pero fue tal el atolondrado auto-engaño, la impericia política, la intoxicación ideológica, la prepotencia del poder y la cómoda hipoteca cubana, que arrastró a justos y pecadores hacia el despeñadero.
Deliberadamente o no, faltaron las habilidades políticas y hasta la claridad conceptual y estratégica que la coyuntura ameritaba. La estridente conmemoración venezolana, intentará esquivar el dato de un suicidio político que tiene menos de heroico y más de extravío psicológico.
Finalmente, lo que puede llamarse – por comodidad – el marxismo-leninismo internacional, la más íntima y atrasada convicción y gremio que por cobardía cuenta con otros eufemismos, no protagonizó exclusivamente la lucha contra la dictadura, como desean hacerlo creer. Y es más, fueron otros los arquitectos de una transición que exigió todo el talento, la ponderación y la firmeza que fueron tan indispensables, como – por citar un nombre – bien lo sintetizó Patricio Alwyn, por cierto, un anciano que inexplicablemente no hallaría cupo de popularidad en la actual Venezuela inducida y dominada por la banalidad.
Apenas concluya el receso parlamentario, excepto la junta directiva lo haga antes, el hemiciclo sabrá más de la arenga y de algunos cantores, que del libre debate sobre un hecho histórico que, manipulándolo, dirá fustigar a la oposición. No hay absoluciones gratuitas y automáticas, ni siquiera al calor de un barril de petróleo.
Fotografía: LB; Reproducción de un afiche de bienvenida a Radomiro Tomic, Caracas, 1970. Colección: Leopoldo Quintana.
http://www.noticierodigital.com/2013/09/de-la-absolucion-historica/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=985860
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