Guido Sosola
Indignado por los resultados
oficiales de la tal constituyente, inmediatamente intentamos razonar nuestro
enojo en las redes sociales. E, incluso, agradecimos una nota de solidaridad
del dirigente democristiano chileno Humberto Burotto, siempre tan expresamente
consecuente con el pueblo venezolano, aunque – es el caso - produjo algunas
contradictorias reacciones de sus compatriotas de evidente afiliación marxista.
Se dijo, por ejemplo, de la
celebración de una jornada masivamente concurrida que subrayó la vocación
pacifista de lo que ha sido y es una dictadura, citando un portal – por cierto –
desconocido entre nosotros. Cierto, no debimos engancharnos en una polémica
fatua, propia de los escasos caracteres en boga, porque – eso creemos – es demasiado
evidente que la sola jornada generó una inmensa represión con un saldo
inconcebible de muertos y mal heridos, la soledad de los escasos centros de
votación contrastó con la multitudinaria asistencia al consabido plebiscito
opositor de inédito cuño del 16-J, desembocando en una adulteración gigantesca
de las cifras que Nicolás Maduro todavía no logra ni logrará justificar,
pretendiendo instalar su espuria asamblea constituyente.
No entendemos todavía cómo esa
izquierda marxista internacional puede tragarse la versión de un socialismo del
siglo XXI, de la guerra económica y de todo lo demás que ha inventado con el
auxilio de los servicios cubanos de
inteligencia. Sobrando el testimonio de una tragedia, recurren a las más
obscenas simplificaciones, negados a indagar en las fuentes independientes para
ponderar adecuadamente la situación de un país petrolero que no sólo,
increíblemente, ha quebrado por obra del único gobierno que ha tenido en la
presente centuria, sino que exhibe tasas impresionantes de homicidios
prematuros y violentos, hundido en la corrupción y el narcotráfico, propagando
la censura y el bloqueo informativo.
Si fuere el caso, podría esa
izquierda borbónica, como la llamó Teodoro Petkoff, por lo menos intentar un
análisis que pudiera transitar a los Ralph Miliband, Tony Negri, César
Rendueles o Fred Moseley, por citar algunos nombres, para entregarnos alguna
aproximación más sobria de la capilla ideológica, cada vez menos escuela,
ofreciendo una interpretación válida para el debate necesario. A guisa de
ilustración, la dictadura venezolana, cuyo nivel de sofisticación ha perdido
para sincerarse como una experiencia de la barbarie, tiene por soporte el
lumpen-proletariado que ha producido tan insignemente, muy lejos de algún
arraigo en la carcomida clase obrera que la ha padecido y desprecia, con el
soporte de un Estado Cuartel. Y quien dice lumpen, dice fascismo.
01/08/2017:
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