La generación que despunta
Luis Barragán
Una distinta promoción se asoma, empujando el definitivo reemplazo de esta
dictadura. Veinteañeros que no conocieron otra cosa que la crisis crónica,
deliberadamente crónica que devino humanitaria, ofrecen su mejor testimonio de
lucha en estas horas decisivas.
El tema generacional ha sido recurrente en el caso venezolano, pretendiendo
abarcar y explicar todos sus cambios. José Ortega y Gasset, el arquitecto más
conocido de la tesis, estimuló la tinta entusiasta de muchos de nuestros
intelectuales y dirigentes políticos, tras el dominio y exaltación por largo
tiempo de la muchachada de 1928; por cierto, con motivo del aniversario de su
nacimiento, El País publicó una consulta realizada entre varios escritores
españoles sobre Ortega, considerado como un todólogo,
luego de distinguir entre el talento y el genio.
Resulta fácil apelar al expediente generacional para explicar los eventos
actuales y, de sintetizar los supuestos de la aludida tesis, es necesario
invocar tres importantes características que, entre otras, certifican la
existencia de una nueva generación. Por supuesto, cada quien dirá inscribirse
en una u otra, creyéndola predestinada y, por consiguiente, irresistible
ante todo adversario.
Por una parte, ortegueanamente, una generación es portadora de una
cosmovisión contrastante, la que concede un sentido, una idea, una emoción y
una acción harto diferentes, innovadoras y desafiantes, frente a la establecida y bien consolidada por las generaciones precedentes. Por
otra, emerge gracias a los eventos
extraordinarios que compacta a los coetáneos ante la radical incertidumbre de
los contemporáneos, manifestándose una cultura alternativa. Y, luego,
cumpliendo cada una un ciclo aproximado de diez años, se suceden tres
generaciones: la delincuente, propia
de la decadencia que recrean; la preparatoria, la que va rompiendo con los
cánones y preparando el camino a la siguiente; y la histórica que renueva
completamente los contenidos y sus escenarios.
Ya se habla de dos generaciones decisivas en el siglo XXI venezolano, la de
2007 y 2017. Al igual que la resistencia a morir de las más viejas, en una
pugna que las nuevas tendencias historiográficas, sociológicas y politológicas
subestiman.
Por lo pronto, rompiendo el esquema,
la generación de 1928 no fue todo lo unida o compacta que se supone y el país,
además, supo de importantes aportes de generaciones posteriores, como la de
1936 y 1945, alterando los plazos.
Aquélla debió sucederla, treinta años después, la de 1958, con una
acabada experiencia política y una interpretación integral del destino
venezolano que, al retroceder con la
de 1936, fue reemplazada por los militares que abrevaron en el Plan Andrés
Bello, la de mediados de los setenta.
Haciendo caso del ciclo de marras, después de 1988, la tarea histórica
decisiva será la de la generación de 2018, la que ahora ronda por los veinte
años, convertida la de 1998 en delincuente
y la de 2007 en preparadora del camino. Vale decir, por muy protagónicos que
fuesen, los que salieron a la luz pública con el cierre de Radio Caracas TV,
ocupando hoy roles estelares y coincidiendo en el deseo de cobrar políticamente
juntos, no tienen otra misión que la de allanar el camino a la que muy bien
representan los escuderos.
Ya aceptamos la necesidad y conveniencia de otra cosmovisión, desligada del
sempiterno rentismo de nuestros tormentos; sobran los eventos que protocolizan
un liderazgo alternativo, siendo demasiado temprano para calificarlo de tal,
así la publicidad sea tan generosa; y
los plazos de sucesión parecen cumplirse con la puntualidad acostumbrada, pero
se ofrece demasiadamente mecánico y facilón el fenómeno generacional. Por ello,
hablando de promoción, la que despierta en este siglo XXI con vocación
transformadora, no se entenderá sin el concurso de las promociones más antiguas
y, más allá, como ocurre, sin la vasta y extensa alianza de los sectores medios
y populares que, los europeos no logran siempre entender, tienen en el
estudiantado la pieza de articulación indispensable
para derribar toda dictadura.
La fórmula es la de siempre, resultado de una habilidosa combinación de
ideas y experiencias, imaginación y audacia. No los habrá exactamente
liberales, socialcristianos, socialdemócratas, marxistas o tecnotrónicos, por
mucho tiempo, contribuyendo a esa otra perspectiva que el país reclama, fruto
del indispensable consenso político-cultural.
Fotografía: Carlos Garcia Rawlins.
Fotografía: Carlos Garcia Rawlins.
03/07/2017:
http://venezuela.shafaqna.com/ES/VE/907980
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