Ciertamente, es escaso el tiempo para fotografiar los alrededores. Todos los alrededores de la opinión, de lo excelso y de lo miserable, de lo transcurre día a día, hora por hora. De lo ingenioso pasamos a lo grotesco con una velocidad que sorprende, aunque el el medio digital es un universo masivo de lo trillado. Empero, hay algunas piezas que quedan en el ánimo y las desearíamos inolvidables por todo lo que comportan. A su vez, trastocables, trastocan otras en una ilimitada versión de lo que, en definitiva, es una vocación: la del desprecio por la dignidad de la persona humana.
Que un vocero del PCV, no sabemos cuan calificado sea, pida la definitiva militarización de una comunidad residencial, además del enfermizo e incurable estalinista que lleva la prédica por dentro, revela la composición real de esta dictadura. Y rubrica el cinismo de las décadas anteriores, cuando rasgaban sus vestiduras al intentar victimizarse, siendo los victimarios de un inmenso oleaje de violencia del que supo el país. En ese comentario suelto, de ocasión, está recogida la verdad de una historia que procuraron falsificar. "Paredonear" al conjunto de torres de El Paraíso, atacarlo inclementemente, llevarse por el medio hasta una mascota, cegándole la vida, es poca cosa. Es necesario protocolizar la violencia contra todo ciudadano que disienta, procesando militarmente a todos, a justos y pecadores, sumados los escasos vecinos que hacen de soplones. Inevitable recordar los viejos ejemplares de Tribuna Popular y otras publicaciones afines, pues, a grandes titulares, con fotografías de interés, denunciaban la represión de los '60, clamando a los cielos por la instancia castrense en la que se encontraban, luego de alzarse - constante y sonante - en armas. Eso no vale para las familias que tienen una cacerola que los intimida, los delata. Peligrosa arma, a juicio del PCV.
Que una persona sea linchada por los cuerpos de seguridad del Estado, les parece un dato de la normalidad. No ha bastado la represión, ejerciéndola con un radical morbo, empinándose sobre el más débil gracias a la superioridad de las armas y de los efectivos que debe avergonzarles,por lo menos, que este país bata un récord de muertes injustas, prematuras y violentas en manos del hampa. Empero, ¿cuál es la diferencia con el delincuente común que, al parecer, cuenta con un código "ético" superior? Gracias a Dios, alguien pudo grabar la escena, aunque son miles las que se pierden por cada hora que pasa, en torno a los abusos y delitos en los que incurre el propio Estado, o lo que queda de él. Desarmado, resiste los golpes, culatazos, escudazos, cascazos y, con todo, se lo llevaron para completar una faena que el médico forense rubricará, como si nada hubiese ocurrido.
LB
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