viernes, 14 de julio de 2017

NADIE APRENDE EN CABEZA AJENA



Non terræ plus ultra

Guido Sosola

Más allá de la tal constituyente, no hay ni habrá nada. Cierto que, de realizarse, el mundo no se acabará, pero costará muchísimo hacer otra cosa que no sea cumplir con  los antojos del dictador y de sus colaboradores más agraciados.

Estamos viviendo tiempos de una terrible persecución, censura y bloqueo, apenas atenuados  para no alborotar en lo que se pueda a la comunidad internacional. Por lo menos, se cuelan las escenas de la represión mientras haya redes sociales que el régimen no ha cancelado porque se sirve de ellas también para confundir y neutralizar a los demás mortales.

El día que cancele las redes, quedará radio-bemba, como en Cuba. Todos los días, parecen ocurrir cosas en la isla, pero los comités de defensa de la revolución (los CLAP de allá, sumados a los grupos militares), vedan cualquier noticia: sordos, ciegos y mudos, imagínense lo que le ocurrirá al inconforme que quiso hacer un gesto, cuando el Papa pisó La Habana.

Estos regímenes salen del tablero por colapso, descomposición, rebelión y fastidio. Revise el amable lector las redes para conocer la debacle del socialismo real, incluyendo la liberalización del mercado como en China y en Vietnam, preservada la nomenclatura.

De imponer la Constituyente, Maduro y compañía se eternizarán y, aunque el mundo no se acabará, es como si eso pasara porque no habrá más horizonte que el de sus ocurrencias y la de quienes lo compitan en el propio palacio. Todo el mundo sabía por qué se fregó la URSS y sus satélites de la Europa Oriental, pero nadie aprende en cabeza ajena: hay que pasar por el calvario.

12/07/2017:

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