Non terræ plus ultra
Guido Sosola
Más allá de la tal constituyente,
no hay ni habrá nada. Cierto que, de realizarse, el mundo no se acabará, pero
costará muchísimo hacer otra cosa que no sea cumplir con los antojos del dictador y de sus
colaboradores más agraciados.
Estamos viviendo tiempos de una
terrible persecución, censura y bloqueo, apenas atenuados para no alborotar en lo que se pueda a la
comunidad internacional. Por lo menos, se cuelan las escenas de la represión
mientras haya redes sociales que el régimen no ha cancelado porque se sirve de
ellas también para confundir y neutralizar a los demás mortales.
El día que cancele las redes,
quedará radio-bemba, como en Cuba. Todos los días, parecen ocurrir cosas en la
isla, pero los comités de defensa de la revolución (los CLAP de allá, sumados a
los grupos militares), vedan cualquier noticia: sordos, ciegos y mudos,
imagínense lo que le ocurrirá al inconforme que quiso hacer un gesto, cuando el
Papa pisó La Habana.
Estos regímenes salen del tablero
por colapso, descomposición, rebelión y fastidio. Revise el amable lector las
redes para conocer la debacle del socialismo real, incluyendo la liberalización
del mercado como en China y en Vietnam, preservada la nomenclatura.
De imponer la Constituyente, Maduro
y compañía se eternizarán y, aunque el mundo no se acabará, es como si eso
pasara porque no habrá más horizonte que el de sus ocurrencias y la de quienes
lo compitan en el propio palacio. Todo el mundo sabía por qué se fregó la URSS
y sus satélites de la Europa Oriental, pero nadie aprende en cabeza ajena: hay
que pasar por el calvario.
12/07/2017:
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