sábado, 29 de abril de 2017

CAZA DE CITAS


"Uno nunca debe anunciar cuando viaja, sino avisar cuando regresa"

Ramón J. Velásquez

(Declaraciones a E. Lossada Rondón, "Torre de control": El Nacional, Caracas, 01/08/1960).
Fotografía: Circa, 1963.

NOTICIERO RETROSPECTIVO

- Claudia Lanzarotti entrevista a los integrantes del grupo Medio Evo, con fotografías de Francisco Ollarves. El Diario de Caracas, 19/02/1984.
- Resolución ministerial suscrita por Luis Beltrán Prieto Figueroa: los libros serán prestados a los particulares por la Biblioteca Nacional. El Nacional, Caracas, 07/05/48.
- Sofía Ímber. "Elogio de la adulancia". El Nacional, 13/08/77.
- Juan Nuño. "La democracia como teatro". El Nacional, 05/12/88.

Reproducción: Juan Vicente Gómez. El Independiente, Caracas, 11/02/1909.

UNA ARISTOCRACIA DELATORA

Chávez y Maduro aniquilaron a la clase obrera venezolana

“Los dictadores del siglo XXI venezolano aniquilaron a la clase obrera venezolana, pero ésta resurgirá audaz y decidida en el contexto de una real y distinta estrategia para el desarrollo”, señaló el diputado Luis Barragán con motivo del Día de los Trabajadores al ser entrevistado vía Skype por una emisora bonaerense.

“Al ritmo galopante de la desindustrialización y del corrompido monopolio comercial interno y externo del Estado, el trabajador venezolano ha perdido toda calificación,  marginalizándose. El subempleo y el desempleo, una creciente descalificación técnica, la imposibilidad de un salario real que le permita sobrevivir, la carencia de toda protección social y de una mínima libertad sindical apunta a la desproletarización que lo condena a una dictadura del ultrarrentismo que únicamente beneficia a los privilegiados del poder, a quienes realizan una economía delictiva que ha destruido el sector privado y reduce a escombros al sector público ya incapaz de dar las dádivas del inaudito chantaje que el precio del petróleo una vez le permitió, chantajeando a los más pobres”.

El parlamentario de Vente Venezuela agregó: “La recuperación del mundo del trabajo es sólo posible a través de una economía abierta y competitiva que tenga por fundamento el progreso social, promesa de una transición democrática que nos conduzca a una sociedad libre, de derechos humanos, calidad de vida, desarrollo económico y equidad social. Todavía en las más altas esferas del gobierno se considera el aumento del precio de la gasolina que, junto al remate de nuestras reservas en oro, buscará mitigar el desastre generado por Maduro Moros y sus colaboradores, algo imposible porque se trata de concebir una distinta estrategia para el desarrollo”.

Finalizó el diputado Barragán: “El primero de mayo se concentrarán y marcharán las grandes mayorías democráticas para que se largue este socialismo que siquitrilló las más genuinas y legítimas esperanzas de los trabajadores, hoy desamparados. Una protesta masiva e inatajable que nos encaminará a la reivindicación del trabajo mismo para darle alcance al siglo XXI”.

La aristocracia sindical del oficialismo es además soplona

Contactado por una emisora radial argentina en las vísperas del Día Internacional de los Trabajadores, el diputado de Vente Venezuela, Luis Barragán, desmintió que el régimen socialista venezolano los haya beneficiado de acuerdo a la campaña propagandística en boga hacia el sur del continente.

“Contrariando obscenamente la prédica, incluyendo una ornamental Ley del Trabajo que la condena a una fatal dependencia con el Estado, el mentado socialismo del siglo XXI ha destruido a la clase obrera venezolana, destruyendo la economía misma  por obra del sórdido populismo que nos condujo a todos a la fatalidad de una crisis humanitaria nunca antes vista. Y al asomo de la más mínima disidencia, no duda en reprimirla ferozmente con la aquiescencia de esa aristocracia obrera que creó en casi veinte años, haciéndola beneficiaria de los más indecibles privilegios frente al subempleo y el desempleo campeantes, el salario real  que está en el sótano con una tasa inflacionaria astronómica, las inspectorías y los tribunales laborales que conspiran y desconocen los más elementales derechos del trabajador”.

Desmintiendo la creencia sobre una poderosa central gubernamental, añadió el parlamentario: “Imposibilitado de penetrarlas, derrotado electoralmente en una de ellas, las centrales históricas de los trabajadores han padecido el sistemático ataque gubernamental que logró, por cierto, paralizar los comicios de la CTV  valiéndose de las decisiones del TSJ y de las aviesas intenciones del CNE. Y, al mismo tiempo, el gobierno ha fracasado en el diseño e implementación de un mecanismo de control sindical, porque – a un precio muy alto – le ha tocado lidiar,  subsidiar y mantener a una dirigencia dócil y complaciente, huérfana de toda representación, presta a los negocios más inverosímiles, cuyos fracasos logra compensar informándole a los organismos de inteligencia de cualquier anomalía que facilite una solución policial al descontento creciente de los trabajadores, sobre todo los del sector público. Se trata de una aristocracia sindical del oficialismo con vocación delatora que únicamente aspira a entenderse con la poderosa boliburguesía que ha parido el régimen”.

Comentó que la mayor preocupación de los dirigentes sindicales oficialistas es la de asegurar la asistencia de los trabajadores y empleados de los ministerios y demás despachos del Estado, cada vez que Nicolás Maduro convoca a un acto de calle. “Cada fracaso de las convocatorias – dice – los obliga a informar de las discrepancias y a elaborar a todo nivel una lista negra de los ausentes consuetudinarios, convirtiéndose en vulgares soplones”.

Entre los comentarios finales, el diputado Barragán destacó la inminencia de una transición democrática, no sin advertir a las centrales de la oposición el riesgo que corren de desaparecer: “Pronta una transición hacia la libertad y la democracia, el liderazgo obrero de la oposición debe ganarse el cupo que le permita reconstruir el mundo del trabajo en el marco de otro modelo económico y de otra estrategia hacia el desarrollo. Hay valiosas expresiones de ese liderazgo, incluyendo a Carlos Ortega que se encuentra en un exilio forzado, pero también demasiada timidez en los muchos que no deben esperar acá sentados a una solución espontánea de la gran tragedia nacional que nos embarga”.


01/05/2017:

INFECCIÓN MESIÁNICA APARTE



Del encallejonamiento militar

Luis Barragán


Desocupadas tras vencer las insurrecciones de la década de los sesenta del XX, las Fuerzas Armadas Nacionales naturalmente reorientaron sus tareas. El Plan Andrés Bello marcó otro horizonte a una entidad que tendió a explicar los más variados  problemas concernientes a la seguridad y defensa en el marco del necesario desarrollo nacional, coincidiendo – entre los setenta y ochenta -  con la gravísima crisis estructural de nuestra economía, todavía criminalmente evadida.

Finalizando el siglo, perdimos el asomo de una efectiva sustitución de las importaciones, con las industrias pesadas de Guayana, por  ejemplo. En el repertorio de nuestras calamidades, agotada cada vez más la renta petrolera, severamente asediados por una gigantesca deuda externa, prendió la desconfianza galopante hacia la institucionalidad democrática.

Más allá del mesianismo que nos embargó, encarnado por Chávez Frías, como bien las circunstancias hubiesen favorecido a otro de los que subrepticia o abiertamente lidiaban la escena, la situación nos condujo a la corporación castrense como referente y estratega del desarrollo. Propios y extraños, críticos y condescendientes,  coincidieron en celebrarla como una opción más explícita que implícita, para solventar nuestros males sociales y económicos.

Además de aporte sólido y sistemático que ha realizado Luis Alberto Buttó, destacando un par de títulos imprescindibles como “Civiles y militares. Manual indispensable” (2015) y “!Disparen a la democracia!” (2017), nos permitimos citar dos muestras adicionales y contrastantes. Por una parte, conteste con su ulterior testimonio bibliográfico, aunque “Nuevo intervencionismo. La desmilitarización en el Continente” (1996) lo distrajo con un distinto timbre político, José Machillanda enfatizaba a la inteligente periodista Miriam Freilich que la guerra del Ejército de Venezuela era contra el hambre, la miseria, el desempleo, la falta de viviendas y, trascendiendo a “algunas experiencias tímidas y epileptoides”, debía unidades como las de ingeniería militar, comprometiendo al elemento militar con los planes de desarrollo (El Nacional, Caracas, 24/03/1990); por cierto, en fecha cercana, un reportaje no firmado, igualmente a propósito de la solicitud de reincorporación de Machilanda a las Fuerzas Armadas, publicado en el órgano periodístico del MAS, apuesta por la conversión de los efectivos y gastos militares en palanca productiva para el desarrollo, como mano de obra barata y disciplinada (Punto, Caracas, 29/03/90).

Más tarde, por otra parte, el entonces ministro de la Defensa, Raúl Salazar, le aseguró al sagaz periodista Javier Ignacio Mayorca, el retiro “en 90%” del Proyecto Bolívar 2000 que lo concebía como un estímulo a la industria privada para la generación de empleos que, gracias a un préstamo del FMI, sería conducido por diferentes organizaciones sociales (El Nacional, 28/02/99).  Consabido, el referido proyecto  alcanzó una asombrosa ramificación tal que afectó la naturaleza misma de la corporación y comprometió fabulosos recursos de una cuantía y un destino real todavía imprecisos; valga la acotación, el ministro desconocía la intención presidencial en la materia, o procuraba neutralizarla, aunque – en otro ámbito – la prensa de mediados de junio del citado año revela muy bien la conducta que asumió respecto a los inconstitucionales ascensos militares ordenados por el presidente de la República, marcando un precedente.

Nos parece, nada convincente  luce que la fracturación, confusión o dislocación de la actual Fuerza Armada Nacional se deba meramente a una suerte de infección mesiánica procurada por las sobredimensionadas habilidades de Chávez Frías, además, influenciado por sendos procesos como el de la llamada revolución peruana. Ésta, una vulgar, caricaturizada y duradera sugestión del joven cadete al que no podía pedírsele una acabada reflexión, diferente a las materias que cursaba; y, si fuere el caso, por más expuesto que estuviese a una cierta formación política e ideológica, otros líderes civiles a una edad semejante tienen mejor testimonio que dar de sus tempranas impresiones. Por lo demás,  independientemente de la opinión que el caso merezca, por  la calidad de los golpistas peruanos de 1968 , hay una distancia académica y política  considerable  en relación a los golpistas venezolanos de 1992, tal como inferimos de un valioso ensayo de Manuel Urriza (“Perú: cuando los militares se van”, 1978).

Infección aparte, por no citar el papel que juega bajo la supuesta conducción de Maduro Moros, la FANB no debe ni puede encarar   definitivamente el desafío del desarrollo nacional, pues se debe estelarmente a una misión muy concreta en el sector defensa. Por pretenderlo, no sólo de llena de funciones y genera intereses que la desnaturalizan, en el campo petrolero y gasífero, como en otras áreas, sino que no garantiza siquiera la integridad territorial, ocupando las fuerzas irregulares y delincuenciales grandes extensiones del país, sobre todo limítrofes, obviando las torpezas en las que se ha incurrido con el Esequibo: ella no está para responder al colapso del modelo petrolero, convirtiéndose en dinamizadora de la economía nacional a la vez que no logra recuperar un helicóptero militar perdido desde hace meses, encallejonándola moralmente.

BREVÍSIMO TRATADO DE ILÓGICA POLÍTICA



Del difícil vaticinio

Luis Barragán

Evidentemente, no existe un lógico y, por tal, compartido desarrollo político de los acontecimientos en Venezuela, por sufridos que fuesen. Los más diversos analistas y comentaristas políticos lo desean con el fervor de sus viejas lecturas y experiencias, pero en toda dictadura resulta difícil vaticinar el más modesto evento.

Nos recreamos con algunos mitos y, cual moneda de curso legal, el comentario ocasional dice adquirir alguna  prestancia para el intercambio. Algo natural, porque todos urgimos de un sentido para la vida personal y colectiva.

El régimen caerá de tocar fondo la situación nacional, fue uno de los argumentos más favorecidos. Nunca se supo de cuál de los tantos fondos que ya hemos tocado, asfixiándonos, porque el precio del petróleo más bajo no puede caer ante la gigantesca voracidad fiscal del socialismo del siglo XXI y, además, hubo República y hubo democracia, mal que bien, con el barril a siete dólares durante el gobierno de Caldera.

Los militares solamente esperan que las calles se llenen, algo que ha ocurrido sometiendo a justos y pecadores a una feroz represión.  En su sano juicio, nadie espera que la protesta pueble todo el territorio nacional para apostar por una militarada más, pues versamos sobre la necesidad de una transición democrática.

O esto se acaba cuando los cerros bajen y, desde hace un buen rato, ya lo hicieron, o ¿acaso las autopistas urbanas las ocupa exclusivamente la mesocracia harta y desesperada?  Por definición, toda dictadura es irracional, caprichosa y soez, por lo que cuenta con una dinámica propia que, por ilógica, genera un severo y continuo corto-circuito hasta que colapsa. Y es lo que está aconteciendo en una Venezuela a la que el magistrado consular, por más encumbrado que se vea en el TSJ, ni siquiera ofrece una respuesta coherente, simuladora de alguna convicción jurídica.