Cualquiera pensará en una pujante democracia, agredida por una potencia colmada de resentimientos. Lo ocurrido con el fraude constituyente del 30 de julio próximo pasado, lo sabe todo el mundo. Ocho millones de votantes que no se vieron por ninguna parte, libre el organismo comicial de hacer lo que le viniese en gana y, faltando poco, con una empresa tecnológica que se rebeló para no desprestigiarse más. Empero, el ministro o quienes estudian y lanzan los prefabricados caracteres, tienen una versión irreal. Y, más que irreal, propia de una gigantesca estafa política. La sola consulta del 16 del mismo mes, a pesar de las adversidades, fue harto elocuente y emotiva con los millones de ciudadanos que ocuparon las calles, como lo hicieron en más de una ocasión con las !autopistas! para protestar a la dictadura. Tweed de antología, pues.
(LB)
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