Canibalismo político
Luis Barragán
Tras el atentado de Barcelona, Xavier Vidal-Folch suscribió un texto para
El País de Madrid, por el cual demanda una mayor sensatez, eficacia y unidad de
las distintas corrientes políticas frente a la situación que confronta España. Sin embargo, interpretando un sentimiento
generalizado, por lo demás, tan justo como urgente, lo percibimos todavía como
un planteamiento etéreo (*).
Algo semejante ocurre en Venezuela, según el lugar común cultivado por los más variados intérpretes, analistas y
comentaristas que abren – quizá involuntariamente - su equipaje personal al tratar de abordar cada
coyuntura. Probable reminiscencia del viejo mito de la unidad de la familia
venezolana que sirvió de pretexto para cualesquiera aventuras golpistas, no
tienen por costumbre la de profundizar en el análisis, prefiriendo flotarlo con
sus intuiciones, prejuicios y ocurrencias.
Tenemos la impresión que, en el fondo, se pretende la imposible
uniformidad, efectismo y dogmatismo, por obra y fuerza de las circunstancias
que suelen prolongarse. Cierto, hay emergencias inaplazables que requieren del
consenso necesario, concreto y confiable, pero éste no depende de la imposición
a rajatabla de una línea, o el iluminismo mediático de los más osados, sino de
reglas, procedimientos y compromisos que acojan y sinteticen el inevitable
pluralismo político.
Vidal-Folch, a quien leemos con cierta regularidad para la coincidencia y
la discrepancia, nos debe una consideración más profunda del problema, cosa que
ya no la pedimos de otros que garabatean las redes en este rincón del
mundo. Los partidos, incluyendo a los
voceros que reclaman una condición de independientes, como el sector
especializado de la sociedad civil en el ámbito político, ejemplifican la
anomia que nos embarga, pues, reacios a la discusión ordenada y organizada,
optan por una competencia desleal que los lleva al burdo canibalismo que una
vez dijimos desterrar al reiniciar la experiencia de la democracia representativa
al finalizar los cincuenta del XX venezolano.
El problema esencial, además de la terrible realidad de una dictadura, no
estriba siquiera en el dilema que ella colocó, detonando la acera opositora con
los comicios regionales, sino en la imposibilidad de una consulta y discusión
interna, la unilateral decisión de los factores que en 2015 se beneficiaron de
unas jornadas valientes, como las de 2014 que por entonces renegaron, incurriendo
en un canibalismo despiadado. Es válido e indispensable alzar las banderas de
la sensatez, eficacia y unidad, pero – entre nosotros – el planteamiento obliga
a enunciar los específicos asuntos que esconde el llamado, como – entre los
españoles – habrá condiciones, elementos y factores encubiertos, urgidos de
ventilar.
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