Del violinista sobre el asfalto
Luis Barragán
"Aquellos
vistosos militares de
casacas
blancas nunca ganaron
una sola
guerra, si no (SIC) fue las de
represión
contra las minorías
nacionales..."
Manuel
Villegas López (*)
Convertido en un limpio y legítimo símbolo de las pacíficas protestas
ciudadanas, Wuilly Arteaga ha sufrido los más extremos embates represivos de la
dictadura que lo ha apresado y torturado. E, incluso, al liberarlo, prohibiéndole
concurrir a cualesquiera manifestaciones públicas, no repara en el abierto
desconocimiento de sus más elementales derechos constitucionales.
La gesta republicana de los venezolanos, yendo más allá del instintivo
rechazo al poder establecido, no por casualidad adquiere una extraordinaria
representación en el joven violinista con el que hemos compartido las faenas de calle. Por lo demás, reconociendo la importancia
adquirida, la Guardia Nacional también
destruyó su instrumento a la vista del mundo entero, creyendo escenificar toda
una epopeya bélica que sintoniza con el imaginario enfermizo de un vulgar acto de barbarie.
Recientemente liberado, el arquero que tensó las cuerdas bajo el espeso gas
tóxico, enfrentó los poderosos misiles de agua, rifándose quizá algún disparo
por arma de fuego, ha relatado la última experiencia bajo prisión, añadido el
testimonio de violación de una joven en el curso de su detención. E, igualmente, ha desmentido a Diosdado
Cabello, quien exhibió una grabación en
la que supuestamente Wuilly atacaba a María Corina Machado, denunciado ya como
un vil montaje de los que acostumbra a difundir un programa de televisión, cuyo
propósito, contenido y formato, probablemente no tenga equivalente en otras
latitudes.
Luego, en otra declaración, el joven
violinista que nos permitió recordar el viejo comentario crítico que suscitó la
película “Der junge Törless” de Volker Schloendorff (1966), se refirió a los
verdaderos héroes que están muertos y presos, preguntándose qué más necesitan y
quieren los líderes políticos – obviamente opositores - para dejar de ser tan
falsos. Y, naturalmente, hubo una
reacción favorable en las redes sociales frente a un juicio tan severo, como
comprensible.
Ha sido víctima de una jugada de
laboratorio, como la del montaje de un video, tan eficaz que produjo la reacción
de un calificado vocero de la oposición que lo maltrató. Por más amargas las
experiencias que ya acumula a su edad, después, enderezándose psicológicamente,
trata de aclarar sus intenciones, como no ocurre con los críticos más avezados.
No obstante, con su declaración inicial, sobresalió una predisposición todavía dominante, propia de la antipolítica
que evade la discusión en torno a la ciudadanía, los partidos y la propia
represión militar y militarizante, devenida espectáculo.
Se queda en la generalidad, en el lugar común, en la inmediata sentencia
condenatoria de los políticos, sin distingos o especificidades. Quizá porque su vocación es la música y, con
ella, rinde un formidable testimonio, todavía no acierta en algunos criterios
de distinción del proceso que vive, en lo personal y social, requerido de un
poco más de información, pues, convengamos, si algo terrible ha ocurrido por
todos estos años en Venezuela, es un – precisamente – un proceso de
desocialización política, de simplificación temeraria y audaz de las
realidades, de retroceso cívico que, apenas, ahora, comenzamos a corregir,
pues, de nada valdrá salir de una dictadura para dejar intactas las condiciones
que la produjeron y sostuvieron tan
largamente.
Arteaga debe también haber observado lo que, inevitable, ocurrió y ocurre
con nosotros, con más de medio siglo a cuestas, por ejemplo, en primera línea
por los lados de la encendida Montalbán, al oeste de la ciudad capital. Entre
las acrobacias y las carreras de una infección brutal de gases y disparos,
sitiados por una tanqueta que hizo de las alas de un murciélago de metal su
mejor paredón, a cámara lenta, apuntábamos el coraje de Javier Chirinos y Pepe
Martínez, Roberto Campos y Freddy Guevara, quien – por cierto – orientaba a las
personas con megáfono en mano, tras cada estridencia represiva, mientras otros
– innombrables - ensayaban los mejores y
efímeros ángulos para el periscope de sus fatuas consagraciones, procurando
avistar la motocicleta que los sacara pronto de una faena que los remitía al
boletín de prensa de ocasión.
Probablemente, el violinista sobre el asfalto de las realidades, en el
curso de un aprendizaje que impone al reivindicar la libertad, procurando
abrirle caminos, se preguntará al respecto. No significa ni significará
alejarlo de una natural vocación musical, pero sí ventilarlo en medio del
inevitable ascenso ciudadano de un pueblo que afronta una increíble lucha
existencial.
Mil veces decimos de libertad, democracia, tolerancia, solidaridad,
justicia, respeto, realización, lealtad, autenticidad y mil veces la
antipolítica, hoy disfrazada de un ultraizquierdismo farragoso, hecho
gobierno, lo convierte en una estafa. Y
es que, al revés de la conocida sentencia, también las verdades que repetimos
mil veces se convierten en mentiras.
(*) Sobre "El joven Törless" de Volker
Schloendorff, 1966: "Los grandes nombres el cine", Editorial Planeta,
Barcelona, 1973: II, 107.
Referencias:
http://www.el-nacional.com/videos/oposicion/wuilly-arteaga-califico-falsos-lideres-politicos_46885
Ilustración inicial: Virginie Amo Biondi. Siguientes: Rayma y Pinilla.
Ilustración inicial: Virginie Amo Biondi. Siguientes: Rayma y Pinilla.
21/08/2017:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/30624-del-violinista-en-el-asfalto
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