Érase un cierre parlamentario
Guido Sosola
Por muy reciente y contundente que hubiese sido su conformación popular, el
golpe de Estado de noviembre de 1948 se llevó por el medio al otrora Congreso
Nacional para no regresar más. Será en 1958 que la institución - democráticamente
entendida - volverá, dejando atrás a numerosos actores y hallando cupo otros
que, luego, tenderán a jubilarse al
ejercer largamente la curul.
Finalizando el siglo XX, una gruesa y sostenida campaña de desprestigio que
no logró dar la estocada final con el “calderazo”, propugnado principalmente
por Moisés Moleiro, facilitará las condiciones para que, al iniciar su primer
período presidencial, Chávez Frías – esta vez – se lleve por el
medio al Congreso de la República.
Electoralmente actualizado, roto definitivamente el bipartidismo,
bastaron pocos meses para cerrarlo, celebrándolo Luis Alfonzo Dávila en un
artículo para El Universal de Caracas, con una terrible metáfora: la del “buque
hundido”.
El conflicto con la Asamblea Nacional Constituyente, arrancó desde el
primer instante de su elección, anunciado desde la misma consulta de las bases
comiciales y la nunca bien ponderada generosidad de la Corte Suprema de
Justicia que hizo sus contribuciones. Siendo
clara la determinación de acabar con el Congreso, la ANC tomó los espacios del
Palacio Legislativo e impidió varias veces, sin que se atreviera aún a decretar
el despido, que senadores y diputados ingresaran a su natural lugar de trabajo.
Fueron distintas las ocasiones en las que la Guardia Nacional prohibió la
entrada de los parlamentarios, repeliéndolos por la fuerza con la ayuda de la
policía de Caracas, sofocados por los
gases tóxicos y perdigonazos. Extremadamente popular por entonces, el gobierno
movilizaba a sus partidarios para el cerco de quienes también intentaron trepar
y saltar las rejas, bajo el detallazo recurrente de los grupos violentos de
civiles armados: los llamados Guerreros de La Vega, quienes impunemente,
asediaron y agredieron a todo aquél que se resistiese ante el peligroso estruendo de sus motocicletas.
Por la resistencia de los parlamentarios, se hizo imposible cerrar
prontamente la sede. Y, aunque fuese extremadamente popular el gobierno y muy
decididas sus fuerzas de choque, las que también sintió tan de cerca Antonio
Ledezma, por entonces, alcalde de Caracas, no hubo otra fórmula que la de
cohabitar incómodamente en los mismos espacios físicos.
Cualquier diferencia con las consabidas circunstancias actuales, no es mera
casualidad, pues, hubo fracciones parlamentarias organizadas y disciplinadas,
capaces de asumir una estrategia de supervivencia con sentido de colegiación y
madurez política, con el mucho, mediano o poco respaldo de los militantes de
partidos que ayudaban al esfuerzo. Largos meses de tensión y conflicto,
concluyeron con la desaparición del Congreso tras el referendo de la
Constitución, lista y aprobada, aunque – se dice – permaneció en pie el
Instituto de Previsión Social del Parlamentario, porque hubo algunos jubilados
de significación en la órbita gubernamental que impidieron su desaparición.
En 1999, la popularidad del gobierno era inmensa, se comía y bebía en el
país, cualquier médico y medicamento estaba al alcance de la mano, las tasas de
muertes violentas y de desigualdad social eran moderadas, la prensa libérrima,
los servicios públicos y tribunales funcionaban, la comunidad internacional
lucía más que satisfecha. Era impensable un fraude electoral como el de 2017,
mal que bien lidiando en aquél año, como nunca en el presente, por las
designaciones del Fiscal y el Contralor generales de la República.
Érase un cierre del parlamento, harto distinto al que hoy parece ya
consumado. Ahora, entendiéndose que la espuria constituyente funciona en el
Salón Elíptico, bajo la administración del Ejecutivo, una herencia del
guzmancismo ya remoto, por la fuerza impiden el acceso de los diputados electos
en 2015, haciéndose del hemiciclo protocolar hasta nuevo aviso y sólo hasta
nuevo aviso.
08/08/2017:
Fotografías: Carlos Garcia Rawlins (Caracas, 08/08/2017). El general Vladimir Padrino accede a la sede de la Asamblea Nacional, cuyo hemiciclo protocolar ha sidio ocupado por la frauulenta constituyente madurista por la fuerza.
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