De la creencia en sí mismo
Luis Barragán
Nota previa, no padecemos de algún trance filobetancurista y nostálgico, ni votamos jamás por el partido que fundara y, además, demás, éramos muy niños cuando concluyó su segundo mandato. Empero, las difíciles circunstancias actuales, habida cuenta de la manipulación que ensaya constantemente el régimen, imponen la necesidad del dato histórico claro, objetivo y contundente, a medio siglo del ascenso al poder de Raúl Leoni, quien – por cierto – significativamente presidió la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) durante las memorables jornadas de 1928.
En diciembre de 1963, celebrados los comicios generales, el voto presidencial lo ganó Leoni, seguido por Rafael Caldera, Jóvito Villalba, Arturo Uslar Pietri, Wolfgang Larrazábal, Raúl Ramos Giménez y Germán Borregales, como puede consultarse con más detalles en un autor libre de toda sospecha, como Jesús Sanoja Hernández (“Historia electoral de Venezuela”, Caracas, 1998). Subrayemos, candidato alguno presumió una apuesta pasajera, deseando encabezar una opción estable, creciente y perdurable.
La más importante derrota fue la de la subversión armada, política y militarmente agotada a pesar de la terquedad que definitivamente languideció a mediano plazo, suscitando un importante debate que ahora interesadamente se olvida. La guerra de guerrillas, el golpe de Estado y la insurrección popular fueron las alternativas abanicadas y, valga la nota, estudiadas a fondo por Luigi Valsalice (cuya obra todavía se encuentra en las bibliotecas públicas: http://sisbiv.bnv.gob.ve/cgi-bin/koha/opac-detail.pl?biblionumber=5195), las cuales adquirieron una dramática y desesperada manifestación con el intento pertinaz y hasta truculento de sabotaje de la campaña electoral.
El 13 de marzo de 1964, Betancourt cumplió con la formalidad de entregar el poder y, luego, marchó a su casa de Baruta. Más adelante, hace sus maletas y voluntariamente se va al exilio, radicándose en Berna, etapa que después concitará la atención sosegada de los especialistas en torno al ejercicio inimitable de su peculiar liderazgo.
Respecto al nuevo gobierno, brevemente acotemos tres facetas importantes. Por una parte, hasta finalizar cinco años después, confrontará el más decidido intervencionismo castrista, junto al el riesgo persistente del golpe de Estado, mostrando también toda la crudeza del conflicto existencial del sistema. Dirá Miguel Hernández Arvelo al considerar a la izquierda, la revolución cubana y la lucha armada, en una publicación de orientación insospechable: “Va a ser a partir de este último año [1963] y hasta finales de la década del sesenta, cuando el gobierno cubano va a tener una participación más directa y concreta en el desarrollo de la guerrilla venezolana” (Tierra Firme, Caracas, nr. 43 de 1993).
Asomando la complejidad del conflicto de carácter agonal reinaugurado, por otra parte, la por entonces unidad socialcristiana abandona la coalición gubernamental, decidiéndose por la llamada Autonomía de Acción. Y, puede aseverarse, en relación a Acción Democrática y el desarrollo político interior que suele ejemplificar la madurez de un partido, algo parecido experimentará respecto a Betancourt, con la incorporación de URD y del uslarismo al gabinete, sorteando eficazmente las amenazas de desestabilización con el aval de un elocuente y limpio respaldo del sufragio popular.
Finalmente, Rodolfo José Cárdenas, en una modesta compilación de textos, no fechada (“La insurrección popular en Venezuela”, ¿Caracas?), sentenciará que “un régimen para sobrevivir tiene que creer en sí mismo”. Indica que la estabilidad depende de la capacidad política de los gobernantes: la habilidad, la flexibilidad, el sacrificio, “un alto grado de mística en la defensa democrática”, entre otros de los factores susceptibles de explicar la transición de principios de los años sesenta y, al concluir, la concreción de la llamada Política de Pacificación.
“Cuando un régimen carece de apoyo popular, y sólo se reduce a ser un gobierno de minorías, de castas o de camarillas, la insurrección popular cuenta con uno de los grandes requisitos favorables a su desarrollo exitoso (…) De ordinario los gobiernos de minorías y camarillas desarrollan y perfeccionan los aparatos represivos, signándolos de crueldad, con lo cual exasperan o intimidan a las masas, según sea su templo (SIC) y la calidad de resistencia y dirección de sus líderes”, añadirá Cárdenas en su ya rara pieza bibliográfica.
Betancourt no inventó prolongarse en el poder, ni reelegirse diez años más tarde. “Ni un minuto más, ni un minuto menos”, fue su advertencia.
http://www.noticierodigital.com/2014/03/de-la-creencia-en-si-mismo/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1021448
Fotografías: Rómulo Betancourt firma el libro de posesionamiento y a su lado está José Agustín Catalá; camino a Baruta; discurso del 1959. Élite, Caracas, marzo de 1964.
No hay comentarios:
Publicar un comentario