De la protesta social
Luis Barragán
Extraordinarias manifestaciones de protesta las de hoy, incluyendo la colocación de sendos retratos de las víctimas de la consabida represión en La Carlota. Y, tras la intensa jornada que se ha prolongado avanzada la noche, en Caracas y otras localidades del país, sentimos la imperiosa necesidad de escribir.
La protesta social ha adquirido un vigor y una consistencia tal que merece la natural respuesta política, distinta a las diligencias apaciguadoras de palacio. Inevitable, marca un deslinde con aquellos que, distantes de todo ataque personal, tomaron la iniciativa de diligenciar motu proprio el diálogo.
El problema reside en la búsqueda unilateral del diálogo con el gobierno, cuando no lo hay ni se propicia en el seno de la oposición siquiera para acordar y perfeccionar una propuesta, si fuera el caso, levantando la lógica suspicacia. Vale decir, según la fórmula frecuentemente invocada, significa hacer política para alcanzar importantes definiciones estratégicas que comprometan al conjunto o, por lo menos, a toda la oposición parlamentaria.
Es necesario recordar que la protesta no surge de un tenebroso y sedicente afán conspirativo, según la versión de un gobierno que jamás la ha comprobado, prefiriéndola etérea, moldeable y aplicable a cualesquiera circunstancias que lo desborde, sino está socialmente construida frente a la temeridad de su sordera. Huelga citar las tasas de homicidio, el desabastecimiento, la continua devaluación y hasta el infeliz propósito de aumentar la gasolina, históricamente condenado por los que hoy ejercen el poder, a favor del colosal subsidio de la dictadura cubana que confirma la ausencia de todo pudor patriótico.
Profundizando en la indecible necropolítica, idearon un homenaje nacional, añadido el desfile militar, a Chávez Frías. La inversión de los magníficos recursos simbólicos y materiales del Estado para un reconocimiento que lo equipara a la condición de Padre de la Patria, desalojando de los espacios sagrados a quien le ha facilitado una supuesta legitimidad transhistórica, no otro que Bolívar, el evento tiene el doble objetivo de generar una poderosa ilusión: el antecesor sigue gobernando y no Nicolás Maduro; y, por añadidura, repletando las autopistas en dirección a Caracas, forzando una audiencia que varias veces ha sido tan peligrosamente disminuida, para hacer una demostración de fuerza, concibiendo un escenario y una vitrina atemorizadora para el armamento con el que cuentan.
Indecretable, el diálogo ha de asumir la complejidad de una protesta social que busca los cauces políticos más adecuados para evitar el baño de sangre, pues, no por casualidad, la amenaza de una guerra civil explícita e implícitamente ha tejido el lenguaje del poder establecido en década y media de un siglo en el que los venezolanos todavía no nos reconocemos. La vasta operación psico-social que se pretende, dirimida y realizada a través de un evento marcial, sobrepasa la quizá ingenua diligencia dialogante surgida de individualidades de la oposición.
Otra vez está a prueba el elenco institucional que parió el constituyente de 1999, en dura y contradictoria crisis, pues, controlándolo, parece que ya es tarde para que el parlamento funcione cabalmente, expresando la protesta social que rebota de su gruesa muralla. De espaldas al drama nacional, confinada a propagandizar El Caracazo, la Defensoría del Pueblo se limita a declarar que las torturas de los jóvenes – simplemente - no están sustentadas.
Valga subrayar la coincidencia, una más férrea dictadura como la Gómez afrontó el testimonio creador de la inconformidad del estudiantado que se convirtió en una trascendente promoción generacional: carnavales de 1928. Ahora, la juventud venezolana, honrando el bicentenario de la Batalla de La Victoria, ya olvidado por el gobierno, como lo fue el propio bicentenario del nacimiento republicano, le ha correspondido – sencillamente – desenmascararlo.
http://opinionynoticias.com/opinionnacional/18452-de-la-protesta-social
Fotografía: Reseña de la revista Billiken, Caracas, nr. 126 del 11/02/1928. Luego, obviamente, no trató más el asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario