El Nacional, 9 de marzo de 2014
La dignidad de un pueblo
César Pérez Vivas
El Táchira está herido en su dignidad. Somos un pueblo pacífico, familiar, trabajador, con un gran sentido de pertenencia a la tierra, sencillo y religioso. Ha sido y es un pueblo orgulloso de su tradición, de su entorno natural y de su forma de ser, ello le ha fraguado una elevada valoración como sociedad, una autoestima significativa.
Ha sido también, el nuestro, un pueblo rebelde. Su apego a la paz y sana convivencia, no quiere decir que soporte hasta el infinito las injusticias y los atropellos. Soporta por mucho tiempo las iniquidades, pero llega un momento en el cual revienta su malestar. Así ha sido a lo largo de la historia.
Rechazando los abusos de los representantes de la corona, con el estanco del tabaco, el Táchira primigenio, marcó huella con la Revolución Comunera de La Grita, produciendo una protesta sin precedentes en aquellos tiempos coloniales.
Obstinados del yugo colonial, se levantaron para apoyar a Bolívar en la Campaña Admirable de 1813.
Desesperados por el aislamiento y el desprecio caraqueño a la región, se alzaron con Cipriano Castro a la cabeza, dando nacimiento a la Revolución Liberal Restauradora de 1899.
Ahora, hartos de la humillación y el desprecio que nos ha impuesto el socialismo del siglo XXI, se ha producido todo un estallido social en nuestra región.
No otra cosa ha ocurrido en este febrero de 2014, en tierra tachirense, un estallido social, una verdadera rebelión popular que cubre todos los sectores sociales del centro neurálgico del Táchira.
Han sido quince años de paciente espera. De justos reclamos hechos por el pueblo de manera directa, o formulados a través de las diversas organizaciones, sociales, sindicales, gremiales, económicas, o políticas.
El Táchira ha reclamado la marginación de que ha sido objeto en la época de mayor bonanza petrolera de la historia. No tuvimos en todo este periodo de hegemonía socialista, ninguna inversión significativa que mostrara un avance en su infraestructura física y social. Tal cual paño de agua tibia para hacer propaganda.
A la par que se nos marginaba como pueblo, en las posibilidades de desarrollo, los gobernantes rojos se dedicaron a implantar un paquete “socialista” de restricciones al quehacer diario del tachirense; y a insultar de manera permanente su dignidad humana.
De modo que no solo han sido las múltiples restricciones materiales a que se nos ha sometido, sino la forma humillante y despectiva como se ha tratado a nuestro pueblo, lo que ha producido este estallido.
En efecto, somos el único estado de Venezuela al que se le implantó un sistema discriminatorio de racionamiento y acceso al combustible. Vivir en Táchira significa hacer una larga cola cada vez que requieres gasolina, y aceptar el pequeño cupo que se nos ha asignado. El gobierno lo justifica por la salida del mismo a la vecina Colombia. Pero cabe preguntarse, es solo por la frontera tachirense que se está extrayendo el combustible? Sabemos que por la frontera norte y oriental, vale decir por la frontera marítima del país, se extrae tanto o más combustible del que sale por la nuestra. Porque no se ha aplicado la misma política de racionamiento al resto del país?
Este razonamiento se lo hace a diario nuestro pueblo, quien internaliza de inmediato, que dicha política es una retaliación y una discriminación contra el Táchira.
El modelo de estatización de la economía ha producido efectos demoledores en nuestra gente. Ha caído el empleo de calidad y ha disminuido la oferta de bienes. La más afectada es la actividad agropecuaria. Las invasiones y confiscaciones de unidades de producción agrícola y pecuaria, han generado desmoralización e irritación en nuestros productores del campo. La falta sistemática de insumos para la actividad productiva, luego de la confiscación de Agro isleña, se ha convertido un problema crónico del sector.
A todo ello se suma la política de racionamiento de alimentos y otros bienes que el gobierno nacional le ha impuesto al pueblo tachirense.
Con la excusa del contrabando de extracción, y buscando tapar los niveles de desabastecimiento creciente, existentes en el resto del país; el gobierno le impuso al Táchira, desde hace unos cinco años, un programa de racionamiento, controlando a través de las guías de movilización de productos, y de las alcabalas de la GN en la frontera del Táchira con Barinas y Mérida, la entrada de productos a la región.
Dicha política, igualmente discriminatoria, manejada por el gobierno nacional, limitó la entrada de alimentos y otros bienes al Táchira, como si se tratase de una nación extranjera.
Durante largo tiempo, el Táchira vivió primero que el resto de los venezolanos, la escasez de alimentos básicos y de otros bienes. Nuestra gente gastaba parte del día en recorrer establecimientos comerciales de todo tipo, para abastecerse. Las colas para hacer las compras se hicieron recurrentes.
A tales condiciones, se les sumó el discurso oficialista de ofensa a los ciudadanos.
A diario, los voceros de la cúpula roja, no se ahorran adjetivos para descalificar a nuestra gente. Contrabandistas, fascistas, paracos, apátridas y otros más, forman parte del elenco de expresiones ofensivas que se le rezan a nuestra gente.
Todo ese conjunto de elementos ha tocado muy hondo el sentimiento de un pueblo. Todo ello ha lesionado profundamente su dignidad. Todo ello explica su malestar y su protesta generalizada. Todo ello ha producido este estallido.
En ese marco, se presenta la protesta de los estudiantes, reprimida con saña por el capitán Vielma. Esa fue la chispa que encendió la pradera. La cúpula roja definitivamente no entiende la dignidad de un pueblo que vuelve a expresarse, esta vez a través de una protesta generalizada. La cúpula roja no quiere oír los justos reclamos del Táchira.
CIUDAD CARACAS, 9 de marzo de 2014
Táchira es Venezuela y Venezuela se respeta
Reinaldo Bolívar
En mayo de 1813, Simón Bolívar, futuro Libertador de Venezuela, y sus amigos estaban en La Grita, en el hoy estado Táchira, con un ejército de 500 soldados colombianos.
Venía dispuesto a recorrer toda Venezuela para liberarla del yugo español. Venía con el apoyo de la ahora hermana Colombia. Venezuela y Nueva Granada (Colombia) desde 1811 ya habían creado un gran acuerdo de integración para dar independencia y prosperidad a América. Con el gran Bolívar, vienen sus hermanos Ribas y Urdaneta, y sus paisanos colombianos Ricaurte y Girardot.
Entraban a Táchira para encender la llama de la insurgencia, para pelear como uno solo. Más adelante, un ejército venezolano, en 1819, el mismo Bolívar cruzaría Los Andes para darle libertad plena a Colombia, con la Batalla de Boyacá.
Fue esa la relación inicial, neogranadinos y venezolanos unidos para crecer. Como la haría en 1821, cuando de la Villa del Rosario de Cúcuta, grandes y hombres y mujeres iban de San Antonio del Táchira a Cúcuta en un construir constante para realizar el Congreso Constituyente que formalizó la Gran Colombia. Destellaba la figura de Juan Germán Roscio Nieves.
En la actualidad, fuerzas mercenarias y lacayas han puesto sus ojos en Táchira para desestabilizar la Patria de Bolívar y para convocar, no a la histórica alianza para la independencia que acompañó a Bolívar, sino a los conspiradores de la oligarquía que acabaron con sus sueños en 1830, tras largas componendas.
La ofensiva contra la democracia venezolana, contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, contra la Revolución Bolivariana se nutre de varias experiencias de desestabilización imperial en el mundo. Por ejemplo, factores internacionales apoyaron desde 2005 a fracciones de Sudán para mantener durante años el conflicto armado en Darfur, a fin de centrar la atención del presidente Al Bashir en esta región, para que desatendiera el referendo separatista de Sudán del Sur. Lo lograron.
Con la intervención forajida de Israel y de unas 900 ONG, Darfur se convirtió en la prioridad del gobierno de Sudán, de la UA y de la ONU. Cuando llegó el referendo de 2011, los separatistas ganaron con una mayoría calificada.
Otro ejemplo del foquismo fue recientemente Libia, que a partir de la zona del exrey probritánico Idris, de mayoría antirevolución verde, se extendió con la ayuda de la OTAN hasta conseguir la ingobernabilidad del país.
Otra experiencia más cercana, fue en Bolivia, donde la ultraderecha instigó a los más radicales a encender la zona oriental de Bolivia, donde está 42% del PIB, Santa Cruz, Beni y Pando, aprovechando diferencias étnicas, en un estado que se proclama multiétnico y pluripolar. La firmeza de Evo Morales y de Unasur evitó que la violencia consiguiera tal fruto.
El oposicionismo viene agitando con fuerza en el estado Táchira para crear un foco de atención que distraiga al gobierno central de sus objetivos del Plan de la Patria y así debilitarlo popularmente. Hasta el término “media luna”, tal como fue usado en Bolivia, ha aparecido para referirse a los estados occidentales que limitan con Colombia. Con una violencia sostenida y financiada, tienen la intención de crear ingobernabilidad en el Táchira e irradiarla a los estados vecinos, poniendo a prueba el nacionalismo venezolano.
Por Táchira, Mérida y Trujillo pasó triunfante la Campaña Admirable, consolidando el sentido de venezolanidad. Desde Zulia, fue al encuentro de Simón Bolívar, el gran Rafael Urdaneta. Y en Zulia se realizó que dio la independencia definitiva a Venezuela. De esos estados cien por ciento venezolanos no saldrán traidores a la Patria que puedan restar un ápice de la paz y soberanía de la tierra de Bolívar.
La Conferencia Permanente de Paz, convocada por el presidente Nicolás Maduro, ha acordado trasladarse a Táchira para restituir la tranquilidad. De seguro la población de esa hermana región ha de dar pasos definitivos para erradicar a las minorías violentas que han alterado la tradicional espiritualidad y prosperidad de nuestra región andina.
EL PAIS, Madrid, 9 de marzo de 2014
La principal ciudad de los Andes venezolanos se rebela contra Maduro
Los vecinos levantan barricadas en San Cristóbal, estado de Táchira. La ingobernabilidad se extienda hacia otras poblaciones más importantes, donde el Gobierno ha enviado al Ejército
Alfredo Meza
Los días de José Gregorio Vielma Mora (San Cristóbal, 26 de octubre de 1964), el gobernador del estado Táchira, la región que lidera las revueltas más fuertes contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro en Venezuela, son más largos que de costumbre. San Cristóbal, la principal ciudad, se ha salido de control y muestra el aspecto de un campo de batalla: la calzada negra, llena de vidrios y de aceite quemado, las alcantarillas levantadas y guardadas en las casas vecinas a las zonas liberadas por vecinos hartos de la política económica chavista, barricadas en sectores populares y de clase media, y los famosos Miguelitos. Esta es quizá el arma secreta de los manifestantes. Se trata de una manguera recortada y atravesada por clavos, de modo que, al colocarlos en el piso, funcionen como trampas para pinchar las llantas de las motocicletas de los enemigos. Un Miguelito causó el accidente que hace dos meses derivó en el asesinato de la ex miss Venezuela Mónica Spear y su ex marido Thomas Henry Berry.
Vielma Mora no ha podido evitar que, con el paso de los días, la ingobernabilidad se extienda hacia otras poblaciones más importantes como Táriba y La Grita. En vista de eso, el gobierno central ha enviado al Ejército a custodiar las vías principales que comunican con San Cristóbal y la frontera con Colombia. El jefe de la Red de Defensa Integral de los Andes, Miguel Vivas Landino, coordina ahora todas las operaciones policiales y militares. Es una militarización parcial que también busca reforzar las labores de la inteligencia de la policía. El Gobierno juega al desgaste de la protesta capturando a los manifestantes opositores cuando éstos son relevados por sus compañeros en las zonas liberadas. Esto ocurrió el miércoles muy temprano. Tres de los manifestantes –José Lesmes, Luigi Paloteni y Omar Cárdenas- que mantienen el campamento en la intersección de las avenidas Ferrero Tamayo y Carabobo, en Barrio Obrero, fueron interceptados por las autoridades.
Al mismo tiempo la policía y la Guardia Nacional no intervienen cuando personas contrarias al corte de vías tratan de remover con violencia los obstáculos con que los opositores las bloquean. Esta semana numerosos testimonios en video indican que chavistas armados disparan contra sus adversarios. En Táriba entraron a las residencias Don Luis buscando además cortar el suministro de alimentos que les permite a los manifestantes resistir en la calle durante días.
Una prueba del trabajo de la inteligencia pudo ocurrir este viernes en Caracas. Al final de la tarde, en Altamira, el epicentro de las protestas opositoras, un vehículo sin identificación policial introdujo a la fuerza a un joven. Pareció un acto propio de las dictaduras criminales del Cono Sur en la década de los setenta. Los vecinos dieron aviso a la policía del municipio Chacao que enfrentó a tiros a los integrantes del vehículo. Una mujer del Sebín, la policía política venezolana, falleció en la balacera.
A pesar de esos peligros la resistencia opositora no da indicios de ceder. Vielma Mora está preocupado porque enfrenta la generalizada desobediencia de la ciudadanía –un asunto que no se reduce solo a las clases medias- y de las fuerzas vivas de la región. El gobernador aspiraba que los Gochos, como los conoce el resto del país, volvieran a su rutina con el fin del Carnaval, el miércoles pasado, pero eso no ha sido posible. El lunes anunció que el transporte público reanudaría actividades. Pero Germán Duarte, presidente del sindicato de Transporte de la región, lo contradijo el mismo día al advertir que no estaban dadas las condiciones ni las garantías de seguridad para que salieran a la calle. De nada sirvió que el Ejecutivo regional ofreciera la colaboración de la policía local.
El gobierno nacional, en otro intento más por apaciguar el conflicto sin violencia a gran escala, instaló un conversatorio regional de paz para replicar la experiencia que el presidente Nicolás Maduro convocó en Caracas con sus adversarios. El escepticismo sobre el resultado concreto de esta iniciativa es generalizado porque no está planteado retoque alguno al modelo político-económico. Las conversaciones se han convertido en un ajuste de cuentas entre los bandos y en un largo diagnóstico de la situación venezolana sin propuestas concretas para destrabar la crisis. El chavismo se ampara en haber ganado 18 de 19 elecciones desde 1998 para imponer el socialismo; la oposición se niega a aceptar ese modelo porque se siente con suficiente fuerza para pactar una visión de país compartida.
Vielma intervino en esa sesión para retomar una idea que ya había esbozado la semana pasada: que los problemas del estado Táchira se resuelven con una visión tolerante y en sano juicio. “Seguiremos en ese camino aunque la gente nos mal interprete y digan que somos cobardes”, dijo. El gobernador sí es partidario de un acuerdo con la oposición y así lo planteó en un par de entrevistas con radioemisoras de Caracas. “Aquí hace falta que alguien haga borrón y cuenta nueva. Que todos los que están presos por cuestiones políticas sean liberados, incluyendo a Leopoldo López (líder opositor encarcelado) e Iván Simonovis (el preso político más emblemático de la era chavista)”.
Vielma Mora luce como un rehén de un modo de razonar que su fama contradice. Toda esta situación no deja de ser una tragedia para un hombre que concentraba una insólita unanimidad en un país tan dividido. Un gerente amigo de la empresa privada y una forma de comprender también que el chavismo no solo está compuesto por enemigos del capital. Había trabajado en el Seniat, la oficina nacional de tributos, la cual modernizó e hizo eficiente. Los venezolanos adquirieron una cultura de pago de impuestos en buena medida gracias a su fama de hombre honesto. Después de su salida en 2008 trabajó con hombres de negocios traduciéndole al comercio los cambios de biorritmo del chavismo a la hora de hacer negocios. Ninguna de esas credenciales le ha servido para poder tender puentes. Es la tragedia del chavista eficiente.
Fotografías: LB (san Cristóbal, 05/03/14) y Getty Images (El País, Madrid).
Ilustració: Uncas (Ciudad Caracas).
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