De los prisioneros sociales del régimen
Luis Barragán
Despertamos ya definitivamente los venezolanos, frente a un régimen que esgrimió e improvisó las mejores promesas. El solo establecimiento de un distinto elenco de poder parecía suficiente para remediar todos nuestros males a la vuelta de la esquina, pero – lo dijo el zar del petróleo, Rafael Ramírez – claman por medio siglo más para enderezar un poco la economía.
Toda la sociedad demanda un cambio y, según un reciente estudio de opinión, cuyo trabajo de campo culminó a principios de marzo del presente año, legitima la protesta de calle, asume que estamos en una dictadura y, específicamente, otro hecho inédito, en el sector E la oposición empata las preferencias con un oficialismo que lo dominó por década y media. Las cifras de criminalidad y de una franca ruina económica, nos lleva a alzar la voz que se expresa abiertamente en los sectores medios, incrementándose en los populares.
Calles y avenidas, muros y paredes que antes fueron un motivo de distracción para los díscolos grafiteros que las compitieron con los propagandistas del gobierno, como las redes sociales, canalizan el vigoroso torrente de indignación de la colectividad. Tambalea el gobierno con un cartel de desafío o un mensaje digital que lo ironiza, suscitando la reacción desorbitada de los represores que, por cierto, sin leerlo, suelen llenarse la boca con las enseñanzas de un Paulo Freire que traicionan.
La calle se ha convertido en una institución indispensable, bajo los afanes cívicos de una protesta irreprimible. Hay un saldo inocultable de sacrificios: muertos, heridos, detenidos, retenidos y desaparecidos, el cual honraremos con un nuevo amanecer.
El gobierno ha intentado atajar la inconformidad manifiesta en las principales arterias del país, empleando el terrorismo por delegación. Empero, los llamados colectivos tienen por prioridad mantener a raya, evitando que se desborden, las zonas populares de nuestras grandes ciudades.
Sabemos que el grueso de esos colectivos tienen por sede las barriadas y urbanizaciones populares, insistiendo en aterrorizarlas al confundirse con el hampa común. El menor gesto de disidencia es respondido con una violencia inmediata, esperando escudarse en la población más empobrecida gracias a las baterías anti-aéreas prometidas por el gobierno nacional.
Suelen rechazar cualquier actividad opositora, por modesta que sea, capaz de sincerar la protesta en las áreas marginales. El cacerolazo distraído que se empine en la nocturnidad del rancho más apartado, recibe la visita inmediata de los motorizados vengadores.
El hamponato político y el común, coinciden en rechazar cualquier iniciativa opositora que se intente, como se ha intentado. Prisioneros, los habitantes de los grandes bloques, casas y rancherías, varias veces se arriesgan a sabiendas que todos pueden recibir la puñalada, escarmentándolos, y, otras, prefieren deslizarse con sus bien escodidas gorras y motivos gráficos, hasta airearlas cuando la distante estación del metro lo permita.
En días pasados, nos consternó la nota del burócrata de un gremio profesional, nominalmente opositor, que se burlaba de las ruedas de prensa que no se hacían en las barriadas para convocar a la protesta. Desinformado, no se interesa por los intentos que se han realizado recibiendo por respuesta no sólo el directo rechazo armado – y muy bien armado – de los tales colectivos, sino del castigo que luego imponen a sus humildes habitantes. Sin embargo, el gremialista nada dice si ha diligenciado personalmente una clínica jurídica en los lugares que conoce por referencia.
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/18569-de-los-prisioneros-sociales-del-regimen
No hay comentarios:
Publicar un comentario