NOTITARDE, Valencia, 23 de marzo de 2014
"Caminando con Cristo"
Jesús y la samaritana (Jn.4, 5-42)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
El evangelio de este domingo nos narra el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. De entrada, hay que resaltar que Jesús, siendo judío, no hizo lo que sus contemporáneos acostumbraban en relación con los samaritanos: Odiarlos y considerarlos herejes e impuros. Todo lo contrario, Jesús al dialogar con esta mujer muestra el rostro de Dios; la forma de ser de Dios con cada uno de los seres humanos, que no desprecia, juzga o condena, sino que comprende, escucha e invita a una conversión de vida. Hay que agregar que no solo el personaje era de Samaría, sino que era mujer y según la ley judía, ningún hombre ni maestro judío podía detenerse a hablar con una mujer en la calle y mucho menos si ésta era casada. La mujer era considerada una persona de segunda, que debía estar sometida al marido, no estudiar la Escritura como lo hacían los hombres y en el caso de la samaritana, aparte de mujer era impura y hereje por no pertenecer a la religión judía. El evangelio describe la sorpresa y el asombro de los apóstoles cuando ven a Jesús hablando con la mujer samaritana; sin embargo, ninguno se atrevió a juzgarlo o a cuestionar su actuación. Al contrario, ellos serán testigos de la fe de aquella mujer en el Divino Maestro, verán cómo los samaritanos, mejor que los propios judíos, reconocerán a Jesús como el Mesías esperado y anunciado por los profetas.
El diálogo que entabla Jesús con esta mujer es profundo y nos deja una hermosa enseñanza. Primero, es Jesús que se acerca a la mujer y entabla conversación con ella. Así es Dios; siempre toma la iniciativa y sale al encuentro de sus hijos, sin importar su condición; más aún, sale al encuentro de los pecadores y necesitados. Dios habla al corazón de cada persona. El diálogo lo inicia Jesús pidiéndole agua a la samaritana, ya que iba de camino a Galilea; siente sed, era mediodía y le pide de beber a esta mujer que buscaba agua en el pozo de Jacob. El agua representa aquí purificación, el saciar la sed, el bautismo. El ser humano está necesitado de purificación, todo hombre experimenta dentro de sí la realidad del pecado, de la impureza en sentido amplio, de la división del alma entre el bien y el mal; el ser humano tiene sed de Dios, de paz, de amor, de felicidad; el hombre necesita seguir a Dios, transformar su vida. Pues bien, Cristo se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo y en su espíritu para transformarlo y purificarlo; para ofrecerle el agua viva que es su gracia, que lo capacita para ser feliz en esta vida y luego para alcanzar la vida eterna. Cristo nos ha otorgado su Espíritu Santo que desde el día de nuestro bautismo nos ha convertido en hijos amados de Dios y nos ha sellado con el nombre de cristianos; seguidores del Único y Verdadero Maestro. Al final del diálogo, será Jesús el que ofrecerá a la mujer el agua viva que eleva hasta la vida eterna, será ella que comprenderá que el don de Dios es reconocer que delante de ella está el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios en persona que se ha detenido a conversar con ella y busca que ordene su vida y salga del pecado que ha oscurecido y manchado su existencia; como era el haber tenido cinco maridos y el que ahora tiene no le pertenece. Aquella mujer tuvo la dicha que Jesús se le manifestará como el Mesías esperado. Ella experimentó su cercanía, su comprensión y se convirtió en misionera, ya que salió a decirle a sus contemporáneos que había encontrado al Mesías y así muchos vinieron, vieron, escucharon y creyeron. Al final le decían a la mujer que ya no creían por lo que ella les había contado, sino por experimentar lo mismo al encuentro con Cristo.
Los cristianos debemos ser como la samaritana: Al vernos amados, comprendidos, perdonados y transformados por la gracia de Dios, debemos "salir a los caminos" a comunicar al mundo que hay un Dios que ama al ser humano, que se encarnó, tomó nuestra condición humana para redimirnos y rescatarnos del pecado y de la muerte; que nos ofrece su gracia y perdón y que se llama Jesús de Nazaret.
IDA Y RETORNO: Sigamos orando por Venezuela; estamos en momentos difíciles; pero los cristianos católicos sabemos que la victoria en Venezuela es y será siempre de Dios; Él conoce lo que cada ser humano lleva en su corazón y sabe lo que estamos viviendo. Oremos y estemos cerca física y espiritualmente de los que más sufren; de los que han perdido un ser querido; de los más necesitados y pidamos al Señor que venza los proyectos del demonio y que venga la paz, unidad, reconciliación, justicia, libertad, progreso y bienestar para todos los venezolanos, para todos los que vivimos y nos duele éste hermoso país que tiene y tendrá recursos naturales y humanos para seguir adelante. Pidamos a la Santísima Virgen María, que como en las bodas de Caná, interceda ante su Hijo Jesús por Venezuela para que Él haga el milagro y que bajo su advocación de Coromoto renueve la fe en toda la extensión de nuestra patria. Que la Gloria y el poder sean para Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Cfr. José Martínez de Toda (SJ): http://radioevangelizacion.org/noticia/reflexion-al-evangelio-dominical-samaritana
Pieza: Talla tomada de la red (s/a).
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