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en Caracas por 2012, el autor recorre la actuación pública de Ramón
Tello Mendoza y el Círculo Valenciano. Podrá decirse que Carlos Alarico
Gómez, docente universitario en periodismo e historia, a veces tiende a
la banalidad de sus trabajos, aunque – por ejemplo – el que una vez
escribiera sobre Renny Ottolina hubiese parecido tal cosa. Quiérase o
no, el biografiado es un referente inevitable
de la Venezuela contemporánea. A lo mejor, frecuenta la literatura de
divulgación o no se adentra en los más espinosos asuntos de la filosofía
de la hstoria, ni resuelve algún complejo problema epistemológico o
metodológico. Pero lo cierto es que, a nuestro parecer, es del oficio y
cumple satisfactoriamente sus tareas. Es acucioso con las fuentes y
escribe bien, caracterizado por una economía a la que cuesta
acostumbrarse y, sin embargo, nos habituamos al estilo conciso, directo,
un poco más que telegráfico, cuidando del soporte documental de cada
línea que suscribe.
El título que asomamos, despeja algunas
incógnitas sobre Tello Mendoza. Recordemos la maldición historiográfica
que pesa aún sobre el personaje, facilitador de las mozas valencianas,
alcahueta cortesano que desvió a Cipriano Castro de sus magnánimos
objetivos históricos. Maldición también cinematográfica, pues, aunque
nunca más la vimos, pesando en la mirada juvenil los senos de la
atrevida actriz Chony Fuentes, hubo hasta una película de El Cabito
insaciable y los facilitadores (más allá que felicitadores), de
doncellas prestas a un encuentro cercano de tercer tipo.
Independientemente de los medios que pudo emplear para su ascenso al
poder, lo cierto es que el balance histórico igualmente da cuenta de una
actuación delicada del Círculo de Valencia y de su fundador, al frente
del ministeriode Hacienda y Crédito Público, la gobernación de Caracas,
etc. De esto y otros detalles más, nos entera Gómez Alarico.
Otros
lo dirán un libro de encargo familiar. ¿Eso es malo? Tuvo ocasión de
acceder a papeles inéditos. Y la única manera de contravenirlo, es a
punta de otros papeles e interpretaciones que ayuden a ese balance
referido, el que esperamos los aficionados a la materia, porque el
maniqueísmo suele aconsejar mal.
La
compilación de Jerónimo Carrera (Fondo Editorial Carlos Aponte,
Caracas, 1986), “no es un libro de historia pero sí de ciencias
sociales, de ciencias políticas, para definirlo con más exactitud”.
Tiene por portal “Un canto a Bolívar” de Pablo Neruda. Finalizando con
el récord académico de sus autores, los trabajos versan sobre el
proyecto político del Libertador (Anatoli Shulgovski), Bolívar la
interpretación de la historia (Max Zeuske, Adalbert Dessau, Manfred
Kossok, Jerónimo Carera); la dirigencia revolucionaria, América Latina,
el problema indígena (José Roberto Arze, Arturo Cardozo, Carrera, Alvaro
Delgado, Ladislav Dvorak, José Grigulevich, Yuri Zubritski); la
polémica con Germán Arciniegas (Alvaro Oviedo, Medófilo Medina, Evgueni
Vinokuov, Víctor Volski; y otros textos de la Revista Internacioal, el
PCV ante el Bicentenario de Bolívar, Miguel Otero Silva y Eduardo
Gallegos Mancera).
Obviamente,
a falta de novedades editoriales, las viejas también escasean. Nuevos y
viejos títulos cada vez más difíciles de hallar. Antes, por la presión
de unas, eran más fáciles de encontrar las otras por la febril
realización de los rematadores de libros. Una vez, debajo del puente de
la avenida Fuerzas Armadas, en Caracas, hallamos la obra de Justino
Blanco Z., con carátula y viñetas de José
Narro (Libros Mex Editores, México, 1957). Puede decirse que es una
biografía convencional, pero la edición atrae. La derrota militar de
Miranda, genera otros hechos que convierten en general a Bolívar, de
treinta años de edad. “Después del derrumbe militar de un caudillo de
sesenta años”, insurge el héroe en una versión propia de los
positivistas que, por ejemplo, subrayan la #conclusión
de que el federalismo no encaja en sus ideas del momento”., entrando a
Caracas el 6 de agosto de 1813, luego de una campaña de tres meses. O
exalta el antiesclavista, pues, “a quien un esclavo pretendió asesinar,
se mantiene fiel a os esclavos”.
No tenemos noticias del autor,
aunque la red advierte cierta tendencia marxista. Habrá que revisar de
nuevo el libro, porque fueron muchísimos años atrás cuando lo leímos por
vez primera.
La décimo-cuarta edición de Teura (Caracas, 2008), nos remite a un
clásico de extraorinaria importancia. Puede decirse que toda la obra de
Ramón J. Velásquez se condensa en las “Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez", pues, es el
historiador y el periodista que, sagazmente, apela a la lectura
entre-lineada para afirmar una interpretación propia de la Venezuela
contemporánea. Nada podemos agregar a este esfuerzo, susceptible de la
evaluación del especialista en psicología social: ¿pudo el autor
penetrar en una época, desde la propia?
"Confidencias
...", tiene una triple particularidad: es el periodista que se imagina
las respuestas de Gómez, realizando un aporte estupendo para la propia
asunción psicológica del personaje; cada línea tiene un sustento
documental que no necesita citar; y, en definitiva, también revela la
misma psicología del Velásquez, andino de pura cepa.
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