Una nota fedecamarizable
Ox Armand
Digresión oportuna, creo que fue Niall Ferguson el autor que estableció la mejor distinción entre la colonización británica y la española de América. En una, la promesa – por lo demás cumplida – fue la de alcanzar la condición de propietarios de una parcela, por más modesta que fuese, que favoreció la migración de familias convencidamente protestantes y laboriosas que deseaban realizarse así fuese bajo cielos diferentes. En la otra, a la provisionalidad de las encomiendas, se sumó la duplicidad del catolicismo vapuleado por la reforma, estimulando a la aventura masiva de quienes no hallaban oportunidades en la península intolerante, contando a no pocos delincuentes y pendencieros, que soñaban con la riqueza rápida para dilapidarla bajo el cielo natal. Huelga comentar lo que vino después, pero lo cierto es que la celosa defensa de la propiedad privada, entre otros derechos, obligó a los colonos a organizarse crecientemente y hasta el sol de hoy, buena parte de las conquistas – principalmente políticas, traducidas en enmiendas constitucionales – se debe a la activa y vigorosa iniciativa de la llamada sociedad civil que ha aportado ideas y contribuido a crear instituciones. Otra cosa ocurre en este rincón del planeta, pues, por lo general, los partidos políticos tuvieron que organizar e infundirle doctrina a esa sociedad civil que ha dependido completamente del Estado, en Venezuela, como una vez lo hizo de la Corona o, en definitiva, de las concesiones graciosas del Estado Patrimonial.
Las grandes federaciones y confederaciones de trabajadores, empresarios y colegios profesionales, siendo tan efímera las que agruparon o intentaron agrupar a los vecinos, perduraron por la bendición que el Estado les dio. Las que intentaban desenvolverse independientemente, simplemente fueron relegadas como una suma de siglas que no estorbó a nadie, a la postre incomprendidos sus planteamientos. Hay orígenes nobles y legítimos, como el de los maestros que sentaron una cátedra; otros, oportunos y necesarios, como FEDECÁMARAS y la CTV de itinerarios llenos de esplendor mientras fueron reconocidos y – de un modo u otro – subsidiados, como interlocutores de cada gobierno. Hubo trámites técnicos y administrativos que pasaban por el colegio médico, de ingenieros, de abogados o farmacéuticos. Pero en los últimos años, las cosas han cambiado amargamente y esas viejas instancias, en buen número sometidas a sendas medidas cautelares que las limitan, eternizándose sus directivas, parecen grandes espectros que suenan de vez en cuando al servir de sedes para foros de cierta sonoridad, mantener una piscina limpia o concertar una cita en la ansiosa búsqueda de los clientes que ya no llegan solos. El chavismo, reencauchado o no, ha fracasado en su intento de crear entidades paralelas con un mínimo de credibilidad, pero – gobierno al fin y al cabo – tiene el sartén agarrado por el mango.
Lo que queda de Fedecámaras (y la CTV), por ejemplo, es una historia que a lo mejor ayudará a un futuro regreso al protagonismo, porque la tradición se perdió desde el mismo momento que la presidieron los empleados y no los propietarios de las grandes empresas (como un alto porcentaje de la dirección de los trabajadores estaba en manos de quienes jamás presidieron un solito sindicato). El petróleo consagró al empresario rentista como una vez lo señaló Emeterio Gómez, encumbrado en Fedecámaras. No generaba divisas sino que las gestionaba con el Estado que las captaba casi completamente). Las exportaciones no tradicionales nunca fueron el fuerte de sus actividades, agremiándose ventajosamente para el comercio de importación y la especulación financiera. Por ello, cuando arrecia el modelo socialista, sucumben con facilidad y el hueso más duro de roer ha sido y es el sector industrial apenas sobreviviente. A veces, un acto legítimo porque se trata de actividades lícitas, otras un acto de cinismo porque no las produjo, el gremio empresarial ha quedado reducido a tres roles básicos: pedir dólares, mantener como puede el edificio sede y permitir que lo dirijan aquellos cuadros dispuestos a cargar con el bacalao que, en otras circunstancias, estarían condenados a papeles secundarios. No ha habido ni hay una postura firme de defensa de la libre empresa y, por muy fracasado que sea el modelo en curso, la economía de mercado tiene defensores más convincentes en partidos que siempre han sospechado del paradigma, porque los socialdemócratas, socialcristianos o tardomarxistas han tenido que hacer lo que los liberales no logran, sencillamente, porque no existen como partidos y de existir reclamarían una pureza inconcebible en la coyuntura de toda esta década. Habrá una que otra actividad de CEDICE o de COINDUSTRIA inspirada en tal defensa, pero Fedecámaras ni siquiera arriesga por su ideario, como no lo hizo con la suspensión de las garantías económicas por 40 años, ni la CTV o los colegios profesionales se atreven por temor de perder literalmente sus inmuebles.
Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/22342-una-nota-fedecamarizable
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