Luis Barragán
Gracias a la brevedad reglamentaria de las intervenciones en la Asamblea Nacional, a finales del año pasado apenas enunciamos nuestra preocupación por el destino de los inmuebles de valor histórico y arquitectónico en Venezuela. Lo ejemplificamos, entre otros casos, con las condiciones en las que se encontraba la vieja sede la Biblioteca Nacional, tan cercana al Palacio Legislativo.
En efecto, sede por numerosas décadas, a mediados o finales de los setenta del XX, fue escenario de una experiencia exitosa: la Biblioteca Pública Central de Caracas, esperando un poco más la Biblioteca y la Hemeroteca Nacionales por otro destino definitivo, con la futura construcción del Foro Libertador, aceptado el tránsito de la prensa por la Pista Mucubají del Nuevo Circo. Tiempos en los que la inquietud juvenil se paseaba entusiasta por una estantería extraordinaria, añadidos servicios como el del préstamo circulante, una fonoteca y la sala de lectura de la Plaza Bolívar con sus revistas extranjeras: por muy críticos que nos digamos, Virginia Betancourt hizo una inmensa contribución al país que todavía no tiene equivalente alguno.
Nos familiarizamos tanto con el lugar que, ya adultos, continuamos con la costumbre de hurgar y devorar de vez en cuando las novedades que ofrecía la biblioteca ubicada entre las esquinas de La Bolsa y San Francisco, al salir del tribunal penal donde laborábamos. Todavía sobreviven muchos apuntes y fotocopias de aquella época en la que disfrutábamos de unos espacios reverenciados, pues se asomaban las colecciones en las terrazas con una vistosidad sobria, ordenada y premonitoria del paciente oleaje que nos esperaba.
La vieja sede sería reformulada con la llegada de Chávez Frías al poder, heredero – por cierto - de un Foro Libertador que hoy no tiene semejanza con sus inicios. No hubo mejor reformulación que el cierre y, al transcurrir el presente siglo, terminó como el justificado refugio de las víctimas de las lluvias por un prolongado tiempo hasta que, no hace mucho, fue paulatinamente desalojado.
Tránsito obligado para acudir a la Asamblea Nacional, quienes resguardaban el sitio se aireaban un poco, abriendo las puertas y ventanas colándose la vista de cualquier peatón sobre el terrible deterioro de las instalaciones vacías. Semanas atrás, sinceraron la vista por los trabajos de remodelación emprendidos, imposibles de fotografíar por el riesgo de sacar el móvil en otra de las arterias caraqueñas empañadas por el hampa.
El viernes 24 de los corrientes, saliendo del Palacio de las Academias, después de escaparnos de nuestras labores habituales para escudriñar la antigua prensa, nos detuvimos frente al portón de la otrora Biblioteca Nacional que tiene días engalanada con sendos pendones que hablan del Centro de Historia Nacional y de una Exposición sobre la Constitución. Oportunidad esperada, preguntamos y nos detuvimos en medio de la sala, empuñando distraídamente el perolito electrónico: sentimos la profunda consternación de un sitio que añoramos, con todos los remiendos vivos de una remodelación evidentemente inconclusa que hasta la losa del piso, seguramente de remota data, tenía el sello de una criminal improvisación.
Terrazas solitarias, golpeadas por luces multicolores para una audiencia de escasos muchachos a la usanza postmoderna que parecía fastidiarles el conjunto de cuatro, arpa, maracas y cantante de encendidas letras antipuntofijistas, invitando a pormenorizar la exposición. ¿Cómo funcionará el Centro de Historia Nacional en un espacio concebido para apoteósicas colecciones de libros? ¿Por qué de la festividad ante una obra de remodelación – insistimos – inconclusa que puede llevarse por el medio hasta un vetusto pasamanos? ¿Qué harán con los ahora tapiados ascensores para libros que tampoco sirven de chimeneas para una cocina?
Supusimos mal, pues la exposición se limitaba a una ridícula pared taseajeada para videos, impresas las consabidas leyendas, o un no sé qué recurso didáctico a objeto de explicar la Constitución que ha sido violada reiteradamente. Guardamos poco a poco el arma de reglamento, no otro que el repletador de imágenes, sin ocasión para un video que extrañaría a la concurrencia de un espectáculo barato y abaratador de inconfundible cuño propagandísticos para … ellos mismos.
Proyectamos plantear nuestras inquietudes en el seno de la Comisión Permanente de Cultura, como ha ocurrido antes. Queda el sabor amargo de un gigantesco simulacro revolucionario que, al detal, halla una versión de mediodía sobre los escombros de un referente urbano que trepidaba tinta y papel.
Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionnacional/22355-de-la-anoranza-y-consternacion
Fotografías: LB, Caracas (24/04/2015).
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