domingo, 5 de abril de 2015

TESTIMONIO DE RESURRECCIÓN

NOTITARDE, Valencia, 5 de abril de 2015
Domingo de Pascua: Cristo resucitó (Jn. 20, 1-9)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Hoy los cristianos católicos  celebramos solemnemente la Pascua de Resurrección. Pascua significa paso de Dios y aplicado a Cristo, significa el paso de su Muerte a la Resurrección, a la vida. Hoy la Iglesia celebra y proclama al mundo que Cristo está vivo, que ha resucitado; se ha levantado del sepulcro, ha vencido a la muerte, al pecado y ha encadenado al maligno que ya no tiene poder sobre el hombre.
Se proclama que Cristo Vive, no como una idea pasada o doctrina que se actualiza, no como un héroe de la patria que figurativamente se dice “hoy su pensamiento, su ideal… vive entre nosotros”; no, para el cristiano, para el discípulo de Cristo, Él Vive hoy, como vives tú que ahora lees estas líneas o escuchas la Palabra de Dios. Él Vive porque no es un simple hombre, sino Dios mismo que ha roto las cadenas del pecado y le ha devuelto la libertad a toda la humanidad. Cristo ha rescatado al hombre y le ha devuelto su ser, imagen de Dios; le ha alcanzado la dignidad de ser y llamarse también hijo de Dios; porque ha sido rescato a precio de la sangre del Hijo Eterno de Dios.
Hoy, por tanto, para el discípulo de Cristo es día de alegría, de gozo, de esperanza, de victoria, de vida; porque Jesús ha resucitado y Él mismo nos envía, como apóstoles, a anunciar esta noticia a todo el mundo. Nos convierte en testigos de su Resurrección. Necesitamos anunciar al mundo que Dios está vivo, que seguimos a un Dios de la vida y no de la muerte, que estamos llamados a la vida que no termina, la vida sin fin. El testigo, como los personajes que hoy nos presenta la narración del evangelio de Juan (María Magdalena, Pedro y Juan) es aquel que ha visto, ha escuchado y ha palpado que su Señor está Vivo, que ha vencido la muerte.
El testigo ha visto con los ojos de la fe, ha creído en lo que se le ha predicado y ha experimentado en lo más profundo de su corazón la certeza de ese Dios que vive y que al mismo tiempo da vida en abundancia al que le sigue y cree en Él. María Magdalena, el primer día de la semana, el Domingo, va al sepulcro y al no ver el cuerpo de Cristo, sale “corriendo” a decir a aquel que Cristo había dejado al frente de los apóstoles y al más joven de éstos (a quien le dejó en cuidado a su Madre, la Virgen María) lo que ella había visto; ella se convirtió en testigo del sepulcro vacío y así, escuchando el anuncio de aquella mujer, Pedro y Juan salen “corriendo” al sepulcro, entran, vieron y creyeron y así regresan a dar testimonio de lo que habían visto, oído y experimentado al ir al sepulcro.
Lo maravilloso es que aquel anuncio traído por la mujer que va de madrugada al sepulcro, en el Domingo (por eso, para el cristiano ya no es el sábado el día más importante, sino el Domingo, día en que Cristo resucitó) hizo “salir”, “correr”, “encaminar”, “entrar”, “ver”, “creer” y “proclamar” a los apóstoles la verdad de la Resurrección del Señor. Y es precisamente esto lo que le da valor, plausibilidad, certeza y realeza al hecho mismo de la Resurrección de Cristo.

Aquel mensaje hizo salir a los apóstoles acobardados, encerrados, escondidos por miedo a los judíos, de sus catacumbas; aquel mensaje los hizo correr, apurar el paso, los hizo ir a donde habían enterrado al Divino Redentor; aquel mensaje les hizo entrar a aquel lugar, les hizo contemplar y verificar el sepulcro vacío; aquel mensaje les devolvió la fe y los impulsó con valentía a proclamar con firmeza, perseverancia y ahora, sin temor alguno, sin temor a nada ni a nadie, que Cristo realmente resucitó, según lo había dicho.
La prueba de la Resurrección de Cristo está, pues, en la Iglesia Cristiana Católica, en el mensaje cristiano, en la comunidad de los creyentes que después de dos mil quince años, por la difusión de aquel mensaje llevado con coraje por los apóstoles y bajo la guía del Espíritu Santo lo hemos recibido nosotros y nosotros estamos invitados a seguirlo transmitiendo a las nuevas generaciones. Somos la Iglesia de Cristo, testigos del resucitado. Es la Iglesia que esparcida por el mundo entero, congrega a hombres de toda raza, lengua, cultura e inclusive habiendo muchos de ellos nacido en otra religión y escuchado ahora el mensaje cristiano, su veracidad, su autenticidad; convierten su corazón a Cristo que padeció, murió y ha resucitado para darle vida y renovación al ser humano; para forjar un mundo distinto en amor, vida y paz.
IDA Y RETORNO: Feliz Pascua de Resurrección para todos. Sigamos a Cristo con fe, confiando en su Resurrección, sigamos orando y trabajando por Venezuela; por una sociedad más justa, fraterna y en paz; luchemos por nuestros ideales y proyectos, no nos dejemos robar la esperanza, como siempre nos insiste el Papa Francisco, si somos cristianos y creemos en el Señor resucitado, podemos esperar milagros y confiar en su amor.

Cfr. José Martínez de Toda (SJ): http://www.homiletica.org/PDF17/aahomiletica037372.html
Ilustración: Tony Alonzo.

Fotografía: En la mañana de hoy, concluyendo la misa, una pareja de jóvenes presentaron a su bebé en el altar (Capilla del Colegio San José de Tarbes, El Paraíso, Caracas). El Padre Walter lo tomó entre sus brazos y, junto a toda la feligresía, rezó el Padre Nuestro. Luego, lo alzó avalado por el aplauso de todos. Fue reconfortante para unas Pascuas de Resurrección. Fotografía imperfecta, tomada a la distancia, nos permite un poco transmitir el ambiente dominical. Quizá sea la segunda vez que atestiguamos algo tan hermoso (la primera, me dice MFS fue en la capila del Colegio Santa Teresita del Niño Jesús). El niño mostró una gran tranquilidad.  ¿Es propio de los sacerdotes más jóvenes, de las capillas de colegios, o una costumbre de tiempos más lejanos? (LB)

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