Viejos luchadores chilenos
Ox Armand
Fueron muchos los jóvenes y viejos luchadores por el restablecimiento de la democracia chilena. Incluso, los que democráticamente adversaron a Allende, advirtiendo el trágico desenlace. Trago tras trago amargo, no se arrodillaron ni esquivaron sus responsabilidades. Pudieron confinarse a sus cátedras universitarias y esperar que Pinochet pasara, pero insistieron sin dejar de reflexionar y de soñar con un país diferente. Pienso – para sólo referirme a los socialcristianos – en Eduardo Frei, Patricio Aylwin y Jaime Castillo Velasco, por ejemplo. Ya avanzados de edad, nunca abandonaron sus obligaciones como conductores de la oposición democrática. Velaron por sus familias, sobrevivieron por la calificación de sus profesiones, reflexionaron profundamente sobre la transición posible, pero jamás abandonaron la calle, la diligencia real y palpable en la arriesgada defensa de los derechos humanos. Demostraron una entereza moral a toda prueba y desplegaron sus mejores habilidades políticas para la dificilísima superación de la dictadura. Habilidades que no consentían una calurosa relación personal y hasta comercial, reportando donaciones u otras ventajas propias del tráfico de influencia, con los personeros gubernamentales de la lidia diaria y peligrosa. Fueron literalmente botados del país y pelearon por su regreso, aunque pudieron distenderse en un cómodo y seguro exilio como el que les ofrendó la Venezuela solidaria. Arriesgaban el pellejo y hasta uno de ellos murió envenenado, como se supo a la vuelta de los años.
A nadie pontificaban, ni se ofertaban como los campeones de un equilibrio sospechoso procurando colarse en las alturas del poder. Tampoco maniobraban a cambio del dinero que pudieron recibir subrepticiamente. Estuvieron real, palpable y sonoramente comprometidos con el cambio, fortalecidos por una fe que fue ejemplo. Y todo esto, ya viejos. La edad no fue pretexto para no protestar al régimen dictatorial, combatirlo, facilitar su salida, refundar la institucionalidad democrática. Me contaba un amigo por estos días, a quien le correspondió ejercer la embajada venezolana en Santiago en los noventa del XX, la emoción que expresó Castillo Velasco al saberse acreedor de la Orden Libertador. Lloró en la cama del hospital donde estaba recluido. Recordó su estancia en la Venezuela que dejó inmediatamente después de enterarse de la autorización para regresar a la tierra natal.
Fueron grandes estadistas, probados en la inmensa dificultad y peligro de una dictadura feroz. Esgrimían ideas, alegaban salidas, oficiaban la política con el soporte de un ideario esclarecedor que no dejaban de cultivar y de profundizar, en lugar del artículo de prensa por encargo, de las apariciones seguras y confortables con la vanidad de un aleccionador ocasional. Urgimos en Venezuela de conocer a esos líderes, a los viejos luchadores por la democracia continental. Y, por cierto, necesitan los demócrata-cristianos del sur reconocerlos, reivindicarlos, a objeto de superar una crisis que nos resulta incomprensible para un partido que tanto sirvió a su país.
Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/internacionales/22607-viejos-luchadores-chilenos
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