Umor de descrédito
Luis Barragán
Sobrevive la distinción entre el humor simplista y degradante, ridiculizante y escatológico, ante el más complejo y constructivo, dignificador y optimista. Dudando de su condición, el uno enfatiza el desprecio, mientras que el otro ofrece una perspectiva del más elemental respeto que merece toda víctima, por más mordaz que sea la sátira.
El discurso del poder establecido, ha institucionalizado – como nunca antes – la burla hacia el adversario, oponente o disidente, por más inofensivo que parezca. Lo peor es que, poder al fin y al cabo, cuenta con un devastador efecto contaminante hasta lograr que la discusión pública descienda a niveles que frecuentemente evidencia las redes sociales. No obstante, por lo pronto, nos interesa subrayar la otra faceta: la feroz persecución de los que cultivan el humor inteligente, en contexto de una totalización emocional.
Es cierto que, en épocas muy anteriores a ésta que ha envejecido asombrosamente, tras década y media de un mismo gobierno, hubo represalias de los humoristas de oficio, pero también lo es que una básica separación de poderes, añadida la propia existencia de una vigorosa opinión pública, acarreaba un elevado costo político que forzaba al restablecimiento de los derechos infringidos de ilustradores, libretistas, periodistas, narradores y hasta comediantes de radio y televisión, capaces de suscitar la hilaridad colectiva. No podemos asegurar un caso semejante en los años que corren, desapareciendo prácticamente las publicaciones que tanto nos deleitaron por sus ironías, en beneficio de la ventajista y nefasta caricaturización con la que los medios públicos contribuyen al linchamiento moral de todo aquel que discrepe, relegada la discrepancia misma a la que tanto temen.
Quizá no fue obra del azar que el ascenso de Chávez Frías a finales del siglo pasado, ocurriese en el marco de una feroz campaña de escarnio contra la política y el político tildados de tradicionales, por decir lo menos, con el concurso de no pocos humoristas que hoy ostentan el agradecido reconocimiento oficial, olvidando las viejas denuncias esgrimidas en la prensa independiente que los acogía. E, incluso, recordamos a uno de ellos que logró la consumada representación de un sufrido niño indígena, mientras que exponía – simultánea y curiosamente – la versión de la mujer atractiva que, a nuestro parecer, empleaba el código de la voluptuosidad pornográfica que la juró erótica.
El umor de descrédito, invisible ya la consonante, además de muda, nos ha intoxicado con su pesimismo y tristeza, permitiéndonos inscribirlo en un magnífico trabajo de Carlos Kohn W. (“Claves arendtianas para el análisis del totalitarismo”), parte de una compilación de Editorial Equnoccio que tuvo la fortuna de una segunda edición en 2014. Urge reivindicar el humor que, por creador, siempre será corrosivo, surgido de las entrañas de un pueblo decidido a recuperar plenamente sus libertades, haciéndolo capaz de superar una situación que empeora satisfactoriamente.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2015/05/umor-de-descredito/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1089355
Reproducción: Lasa. Fantoches, Caracas, 1936. Ésta publicación, como la de El Morrocoy Azul, El Gallo Pelón o El Sádico Ilustrado de décadas anteriores, hoy resultan impensables por la delicadísima susceptibilidad del poder establecido que gusta de burlarse de los demás. Recordemos que al otrora ministro Andrés Izarra le daba risa que se hablase de las muertes ajenas: https://www.youtube.com/watch?v=QeTlE7CcQQM:
No hay comentarios:
Publicar un comentario