¿Cuál radicalización?
Luis Barragán
“- ¿Cómo sabes lo que no hay en tu inconsciente? – le preguntó ella”
Philip Roth (*)
Frecuente amenaza, la radicalización del proceso revolucionario constituye la mejor retaliación empuñada frente a la más modesta resistencia. Antes que entusiasta promesa, por encima de cualquier ilusión, el gobierno únicamente tiene por aliento el revanchismo constante y enfermizo.
Chávez Frías y su angustiado sucesor, convirtieron la amenaza en una arrogante consigna a la que sistemáticamente apela el funcionariado del partido confundido con el Estado mismo. Poco importan los consecutivos fracasos, por ahora, sintetizados en la escasez de los insumos básicos, la inflación, la inseguridad personal, la censura y el bloqueo informativo, pues la declaratoria es la de sobrevivir a cualquier costo en el poder.
Drástica y paradójica, nos enfrentamos a una advertencia irremediablemente incumplida, pues, el país ha retrocedido a niveles antes impensables, tendiendo a reivindicar un pasado que se dijo el peor de todo nuestro historial republicano; y, desmentida la revolución misma, ha fracasado la propuesta tildada de bolivariana, donde consumó su éxito el Pacto de Puntofijo, sin solución de continuidad. Incluso, literalmente ignorado por los propulsores que temen debatirlo, el desactualizado marxismo esgrimido, ha derivado en una burda conflictividad de la lumpemproletarización conquistada, prevaleciendo los instintos primarios.
Por consiguiente, la mentada radicalización ha significado siempre empeorar la situación, ejecutar definitivamente una sentencia condenatoria que la caprichosa bondad del gobernante ha postergado, profundizar el control del Estado así lo haya descalabrado, enriqueciendo al implementador convertido en el inédito puntero de una temible mafia. Por motivación, existe un amable repertorio de consignas, debida y recurrentemente coreado, capaz de ocultar la ansiedad y desesperación por preservar el poder o sus cuotas privilegiadas, alargando una tensa cuerda que puede reventar, si ya no lo ha hecho.
Amarga moraleja, la radicalización del proceso no sólo condena a los sentenciadores, quienes despilfarraron inmensos recurso y oportunidades, sino que aconseja su reversión de convenir en los principios y valores que el constituyente distraídamente sancionó, por todo lo visto y vivido en estos años. Inevitable, se le hizo tarde al régimen para rectificar.
(*) “Deudas y dolores” (1961), Mondadori, Barcelona, 2007: 624.
Fotografía: Cartel en la concentración opositora de Caracas (30/05/2015).
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2015/06/cual-radicalizacion/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1091462
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