sábado, 23 de mayo de 2015

¿COMICIOS CONCESIONARIOS?

El Nacional, Caracas, 23 de mayo de 2015
Perder las parlamentarias
Andrés Volpe 

Los dictadores se encuentran con la necesidad de enfrentar dos problemas básicos de gobernanza. El primero es inherente a su condición de dictador, ya que todo dictador retiene el poder de manera ilegítima. Por lo tanto, él debe siempre procurar tener una aceptación, sea por miedo o por logros políticos y económicos que de facto le dan prestigio, para impedir que su pretensión al poder se vea debilitada frente a otras élites y la ciudadanía.
El segundo problema deviene de la necesidad de cooperación por parte de los gobernados con el dictador. El argumento es simple, ya que un dictador podría apropiarse de mucha más riqueza si el país en el cual gobierna es afluente y mantiene un orden político apropiado para el desarrollo económico. Debido a que en los procesos de creación de riqueza la cooperación entre el dictador y los ciudadanos es esencial, éste siempre debería procurar que el capital y el trabajo sean destinados a actividades productivas a nivel interno. No obstante, la excepción a este argumento es cuando el dictador puede ignorar a los ciudadanos para la generación de la riqueza nacional, como es el caso de países petroleros, porque el dictador no necesitaría de la cooperación de múltiples sectores productivos, sino de un solo sector de la economía que generaría los más altos porcentajes de la renta.
Este siempre fue el caso de Venezuela durante los años del gobierno de Chávez. Una vez que, como se ha dicho en artículos pasados, los chavistas aseguraron una muchedumbre electoral con una voluntad única que se tradujera en resultados electorales predecibles, el liderazgo del movimiento socialista se apropió del único sector económico que necesitaba para mantenerse en el poder sin depender de la cooperación de los otros muchos sectores económicos del país. El secuestro del sector petrolero por parte de Chávez fue, quizá, el primer paso hacia el aseguramiento de una dictadura que permanecería en el poder incluso dada la situación en  la cual la pérdida del apoyo popular fuese inevitable.
Dada esta situación, es simplemente lógico que los chavistas gobernaran de manera autoritaria, avanzando su plan hacia el socialismo, durante los períodos de la más alta bonanza petrolera. Ellos no necesitaban de nadie en el país, sino lo suficiente para mantener una pretensión democrática que le permitiera seguir adelante con el robo del tesoro público sin ningún tipo de oposición nacional o internacional. Por ello, siempre se permitió una oposición que, aunque siempre trató de organizarse, nunca tuvo un poder real para detener el proceso chavista, ya que no disponía del único sector económico que hubiese podido debilitar a Chávez. Así lo establece Jennifer Ghandi, en su obra Political institutions under Dictatorships, al escribir que cuando un dictador hereda un población políticamente desorganizada, mientras tiene el dominio de los sectores productivos importantes y enfrenta poca presión internacional, él puede gobernar como un autócrata puro sin otras instituciones políticas que lo ayuden, extrayendo todas las rentas del país sin hacer ninguna concesión política.
En el presente, con la caída de los precios del petróleo, el escenario para el chavismo ha cambiado debido al hecho de que, incluso teniendo el dominio del sector petrolero, ya no tiene los recursos necesarios para permitirse ser una dictadura autoritaria pura desprovista de la obligación de hacer concesiones a otros sectores económicos del país. Así lo ha dado a entender Maduro con los múltiples viajes que ha hecho tratando de mendigar préstamos y rogándole a los otros productores de petróleo la subida del precio del barril que lo saque del berenjenal. Es importante aclarar en este punto el tema del narcotráfico, ya que las rentas que se obtendrían de tal actividad no serían destinadas al mantenimiento de la dictadura, como son las rentas extraídas del sector petrolero, sino que serían conducidas hacia el enriquecimiento personal de los cabecillas que organizan y promueven la red criminal denunciada por el ABC de España y el The Wall Street Journal. En otras palabras, la red de narcotráfico no ayuda a la dictadura en su permanencia en el poder, aunque devenga rentas para las élites que la lideran.
La posición de Nicolás Maduro es débil. Esto ya resulta obvio y no merece aquí un análisis profundo, porque ya la escalada del uso de la violencia, así como la imposibilidad de solucionar los problemas crónicos de la escasez, el fortalecimiento de la oposición y el debilitamiento de la moneda, entre muchos otros síntomas, son indicadores claros que la dictadura está llegando a un punto de quiebre.
Frente a esta situación, y bajo el riesgo de perder el poder, Nicolás Maduro debe hacer concesiones para así llegar a un equilibrio político, mediante la cooperación de otros sectores que no sean el petrolero, que le de la oportunidad de conservar su posición de dictador y seguir enriqueciéndose. La manera de hacer esto es simple y, para parafrasear las palabras de Jennifer Ghandi en Political Institutions under Dictatorships, el dictador, para movilizar la cooperación de otros sectores políticos y económicos del país, y evitar mayorías organizadas que formen una oposición contundente, debe protegerse con instituciones democráticas.
Las instituciones democráticas, aún bajo una dictadura, sirven de válvulas de escape para el dictador, ya que mediante ellas se puede canalizar el descontento y la presión de otros grupos para transformarlos en propuestas que pueden debatirse, aprobarse o negarse por medios oficiales. Ejemplo de ello quizás sean las múltiples elecciones que se celebraron durante los años del gobierno de Chávez, ya que servían para disminuir la presión de los grupos descontentos y, además, otorgarle legitimidad al demagogo. Ahora bien, en el presente, para Nicolás Maduro sería mucho mejor hacer concesiones a través de otras instituciones democráticas que aún son vistas como posibles vías de cambio, que bajo la intensa presión que producen los grupos de oposición organizados y movilizados en la calle.
Por ende, sería mucho más beneficioso para la dictadura perder las elecciones parlamentarias y permitir una mayoría opositora, que exponerse al riesgo de ganar el parlamento, pero perder el país. Una vez que los grupos de oposición tengan presencia mayoritaria en la Asamblea Nacional, la dictadura puede hacer concesiones en la forma de políticas públicas, auspiciadas por la oposición, que faciliten el reacomodo de las fuerzas políticas y económicas en el país. Se estaría trayendo a los grupos opositores al status quo, forzándolos a canalizar sus propuestas en la Asamblea Nacional utilizando los medios oficiales junto con todos sus reglamentos.
De hacer esto, la dictadura ganaría estabilidad política nuevamente, permitiéndole unos años más de saqueo público, mientras que la oposición podría empezar a realizar los cambios necesarios para el reacomodo del país. Resta solo que el dictador le de la orden al Consejo Nacional Electoral para que permita la victoria, incluso sin los votos necesarios, de la oposición por una mayoría escueta que le permita realizar cambios controlables y predecibles dentro de la Asamblea Nacional. A la dictadura de Nicolás Maduro le conviene perder las parlamentarias para no perder el país.

(http://www.el-nacional.com/andres_volpe/Perder-parlamentarias_0_632936867.html)

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