De la inhabilitación preventiva de los partidos
Luis Barragán
Luego de una larga espera, agotadas las diligencias y requisitos legalmente exigidos, el Consejo Nacional Electoral (CNE) niega el reconocimiento de un número importante de partidos que, por ello, no dejan de existir. Todavía absteniéndose de precisar la fecha comicial, el organismo – dato relevante - constitucionalmente jerarquizado, retardó la decisión hasta iniciarse el difícil proceso de composición de las candidaturas parlamentarias, preñándola de suspicacias.
Que sepamos, hay varias organizaciones solicitantes que cumplen con todas las formalidades y, además, están avaladas por algo que llaman hecho público, notorio y comunicacional, por cierto, criterio judicial trastocado en una inadvertida muletilla cotidiana. Artefacto verbal aparte, son ciertamente representativas de extensos, críticos y activos sectores de ciudadanos que el Estado no debe obviar, divorciándose de las realidades que lo afectan y lesionan en términos estrictamente institucionales.
Por ejemplo, del lado opositor, prohibir cautelarmente – una exacta equivalencia – a Vente Venezuela (VV), propulsado por la diputada María Corina Machado, y al Partido Democrático Nacional(PDN), empeñado en la socialdemocracia original; o, del lado oficialista, a Marea Socialista (MS) y el Movimiento por la Democracia Directa (MDD), disidentes aunque en protesta vehemente por la autenticidad del mensaje chavista, constituye algo más que una torpeza del régimen saturado por la inmediatez de la coyuntura al reforzar el status quo de los partidos existentes, delimitando el juego por sus consabidas incapacidades políticas, amén de forzar la estelaridad del principal partido de gobierno, escasamente competitivo y que, faltando poco, le resulta impensable sobrevivir a tendencias que arriesguen su carácter y hasta intrínseca naturaleza gubernamental, como no ocurrió con otros de semejante condición en los famosos 40 años. Sin embargo, en última instancia, siendo indispensable para una efectiva participación, de un plumazo prohibe la debida representación ciudadana, inevitable cualidad que el propio Estado se priva de canalizar.
Tamaña e innegable representación que no debe ni puede ejercer una organización no gubernamental o los gremios que se ideen, pues, más allá del consabido Duverger, los partidos le dan concreción a la imaginación cívica, son agentes de la socialización política e instancias para la eficaz colegiación de las decisiones que versan sobre el poder y, mejor, el poder pastoral. Así faltaren a estos requerimientos, explicando una dramática crisis, continúan como banderas frente al retroceso que ha experimentado a institucionalidad partidista en Venezuela.
Más de las veces, confundiendo facetas propias de la iglesia, la empresa y el ejército, como ha dictaminado recientemente un articulista de la prensa foránea, lo cierto es que literalmente existen sectores urgidos de la correspondiente representación que no encuentran cabida por la creciente simplicidad o involución sufrida por muchas de las entidades partidistas legalmente reconocidas que, acotemos, abonan al impacto poderoso que produjo la denominada antipolítica en nuestro país, anidando aún más el autoritarismo. Las redes sociales contribuyen a la agregación de intereses, pero – prótesis, al fin y al cabo – no se entiende la virtualidad, sino en una rigurosa prolongación y correspondencia con el mundo real.
Nada impide que los partidos por establecerse sean y se comporten como tales, así como los establecidos sepan de una lenta o rápida pulverización, la cual no depende de un acta de defunción. Muchos o pocos, de nueva o vieja data, los partidos son indispensables, refiere Perogrullo, sobre todo por la fuerza de su representación ciudadana y mal puede desestabilizarse el Estado mismo, soslayándolos.
Expresiones poderosas de ambas aceras, como Vente Venezuela o Marea Socialista, resultan preventivamente inhabilitadas. Podrá decirse que otras más antiguas, como el PCV y el MIR, en su momento sufrieron una medida consumada, según nos lo comentara un parlamentario oficialista, aunque con olvido de algunas circunstancias como la de una abierta promoción de la insurrección armada que, después, sabiamente, con la Política de Pacificación, comenzando por la aceptación de Unión para Avanzar (UPA), se tradujo en el reconocimiento de los sectores representados al legalizarlos y darles oportunidad para la participación electoral.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2015/05/de-la-inhabilitacion-preventiva-de-los-partidos/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?p=16756448&sid=afcb91dbbef5e5029c2de9ab57df2312#16756448
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