Pasado y presente
Luis Barragán
Podríamos suponer que el país más remoto, frente al más reciente, tuvo por resignación, hábito y acatamiento imbatible los comicios de segundo grado, como la nula interferencia parlamentaria en los asuntos decididamente políticos. O que la controversial demanda de modernización no trascendiera de los reducidos círculos intelectuales que la rechazaban o defendían, apenas colándose en un liderazgo con otras más urgentes ocupaciones en la Venezuela rural que fuimos.
Ciertamente, más del 80% de la población era analfabeta al principiar el siglo XX y asaz anacrónicas las ideas políticas que solían ventilarse. Empero, la sola circunstancia noticiosa de un discurso, portador de la consciente posición expresada por un dignatario del más alto nivel, avisa de un importante debate al que unilateral y ventajosamente respondía, en torno a materias que quizá todavía creemos descubiertas en la década de los cuarenta.
En efecto, difundido por un medio impreso de relevante importancia para la ciudad capital, cuando no hubo otros masivos que le compitieran, como la radio, el general P. Giuseppe Monagas, presidente del Congreso de Diputados Plenipotenciarios, pronuncio un discurso al encabezar la delegación que le entregó el ejemplar original de la novísima Constitución de los Estados Unidos de Venezuela al presidente de la República, Victorino Márquez Bustillos (El Universal, Caracas, 16/06/1914). Sin ambages, comprobando para la posteridad la propia inquietud que suscitaba el tema, acaso en los círculos más cercanos, siendo segura bandera de un sector de la oposición, señaló: “La elección presidencial se verificará en segundo grado reunidas las Cámaras en Congreso. La experiencia ha demostrado que en democracias incipientes como la nuestra, en la cual se ha practicado el ejercicio del sufragio de un modo imperfecto, designación tan capital había que sustraerla de la agitación de la plaza pública para llevarla á una atmósfera más serena que facilite el mayor acierto posible en la elección”.
Prosigue el diputado-presidente Monagas en torno a la nueva Constitución que ha “mantenido en pié todas y cada una de las conquistas del liberalismo moderno, sin perder un solo instante de vista, la sed de libertad y el ideal de la justicia social”, y no será otra que la de 1914 sustitutiva de la de 1909, según convino a Juan Vicente Gómez. Respecto al parlamento, añadido el increíble comentario histórico, consigna una noticia: “El poder de las Cámaras del Congreso lo hemos limitado a la esfera puramente legislativa, sin darles, como en Constituciones anteriores, atribución alguna que pueda convertirlas en tribunal; pues en asambleas de ese carácter son muy diversos y encontrados los criterios para poder erigirse en jueces. Que un acontecimiento grave surja en la política entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, y las pasiones supeditarán los espíritus imparciales y desconocerán la voz de la justicia. Basta del doloroso ejemplo que registra nuestra historia en 1848, con el triste abuso en que incurrió el Parlamento que tenía esa atribución”.
Ocurre con los autoritarismos del pasado y del presente, hay rasgos compartidos. El madurato, entendido como la sucesión del llamado chavismo, movimiento social y político asfixiado por las actuales urgencias del poder tan indispensable de preservar, a cualquier precio, incurre en dos acusadas característica del gomezato. Por una parte, está encaminado a consagrar las elecciones de segundo grado y, por otra, anhela – adquiriendo un sorprendente cuño kelseniano – un parlamento exclusivamente fabricante de normas: vale decir, que no parlamente.
La eliminación de las juntas parroquiales (resultantes de la votación universal, directa y secreta), y el pretendido reemplazo por las juntas comunales, frutos de la confusión asamblearia, además de marcar una regresión comicial en nuestra historia, apuntan a la necesidad de establecerlas como un mecanismo de selección de segundo grado de las autoridades públicas de la más variada naturaleza. Manufacturado un conjunto de leyes que se refieren al denominado poder popular por 2010, tienen ahora por suprema intención la de imponer una Ley de Ordenación y Gestión Territorial que las garantice, generando las condiciones para elegir a los diputados a través de las comunas: sin dudas, la reforma de las leyes electorales anunciada en enero próximo pasado, no obedecerá únicamente al arbitrario deseo de rediseñar los circuitos electorales.
Los problemas y demandas de incontestable trascendencia pública, por la sistemática negación a discutirlos en la Asamblea Nacional, condenan al parlamento como una instancia de segura aprobación de los créditos adicionales, manufacturadora de leyes lo suficientemente amplias, abstractas o genéricas que las hagan susceptibles de una interesada y – muchas veces – contradictoria reglamentación por el Ejecutivo. Hay reclamos peligrosamente acumulados y subestimados, orientados a deslegitimar la misma deliberación del cuerpo que sólo acepta el trámite estridente de sendos acuerdos obviamente destinados a reforzar la lealtad arrodillada hacia Miraflores.
Consagrada la elección de primer grado y reconocida la labor parlamentaria por décadas de vida republicana, afrontamos la acusada tendencia reaccionaria de un régimen tupido de consignas supuestamente progresistas. Indudable, dibuja la paradójica extemporaneidad de una distinta centuria que apenas comienza.
Coletilla
Alitalia también ha anunciado que se va del país, brutalmente asfixiada por las divisas que le deben. Una mirada a la vieja prensa, nos permite constatar la variedad de ofertas que las líneas aéreas nos hicieron aún antes de llegar las célebres bonanzas petroleras. Ahora, los venezolanos nos estamos aislando, por el elevadísimo costo de viajar al exterior (¿hacerlo es contrarrevolucionario para el ciudadano de a pie?), además que ya estamos al margen del elevado tráfico aéreo, comercial y turístico de la región. Desde enero, inconsultamente, fuimos transferidos de la Comisión Permanente de Cultura de la Asamblea Nacional a la de Política Exterior, y – ahora – nos ubican en la de Administración y Servicios, donde intentamos imponernos del problemario del aire en este rincón del mundo.
Reproducción: Publicidad de Alitalia. Elite, Caracas, nr. 2241 del 07/09/1968. La salida de las íneas aéreas internacionales, aislándonos, más las elecciones de segundo grado y el desconocimiento de las funciones parlaentarias, ejemplifican un retroceso impensable para los cándidos de 1968.
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1034959
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