jueves, 8 de mayo de 2014

TOLERANTE

Oswaldo Vigas: El más amoroso que he entrevistado
Recién cumplidos los 86 años de edad y en camino al Museo Vigas, el descendiente de Arturo Michelena y Premio Nacional de Artes Plásticas 1952 mantiene indomable su lengua
Paula Ortiz Vidal

El apartamento donde Oswaldo Vigas ha vivido por más de 40 años es una planta baja que te recibe con las puertas abiertas y dos esculturas grandes en la entrada. Adentro, el maestro merienda fruta, después le toca la siesta. Pero hoy, este descanso se posterga para conversar sobre su vida, gustos, disgustos y colecciones.
La sala comedor está forrada con cuadros, las mesas llenas de fotografías, reconocimientos y pequeñas esculturas. El hogar de Oswaldo Vigas respira un aire ecléctico, producto de todo el arte que ha ido coleccionando a lo largo de sus 86 años (recién cumplidos el pasado 4 de agosto; y aunque él no precisa la cifra, con decir “muchos años” es suficiente). En la sala de la televisión una repisa de vidrio exhibe numerosas piezas japonesas. Él nunca ha estado en Japón, pero se confiesa fascinado por el arte y la filosofía de aquella tierra milenaria.
El Maestro Vigas empezó a escribir desde muy joven. Su primer deseo fue ser poeta, así que el destino le dobló la vocación cuando logró el Premio a la Mejor Ilustración, en 1942, por un poemario que decidió acompañar con dibujos, y lo que le abrió las puertas del Ateneo de Valencia, su ciudad natal, para su primera exposición, a los 16 años. Sin embargo, nunca ha abandonado la escritura ni la lectura, así que sus paredes también soportan el peso de varios libros.
“A mis profesores les gustaban mis pinturas”, recuerda ahora de sus años de universidad, cuando estudiaba Medicina. Alguna vez pensó que podía ejercer como galeno, luego se dio cuenta que solo estudiaba para saber. “Nunca he dejado nada en el camino”, dice con mucho orgullo y aunque el título de médico no se exhibe en ningún consultorio, nadie le quita lo estudiado. La física y la astronomía son otros de sus hobbies, así que es normal que se ría cuando la gente nota que su tiempo libre no pasa ligerito.
“Nunca me arrepiento de ser como soy”
En el sótano está su estudio. Dos cosas destacan apenas se abre la puerta: una es el fuerte olor a óleo que se viene sospechando desde el pasillo; la otra es una fotografía enmarcada que cuelga de la pared en el que, en blanco y negro, están él y Picasso en sus años (más) mozos. Algunos cuadros aún están húmedos recostados o colgados en la pared. A veces tardan hasta 15 días para secarse bien, “depende del clima y de la materia que se use”, explica el maestro.
- Todos estos cuadros son recientes, y dice Nancy (su asistente) que algunos ni siquiera fueron bocetos, que los hizo directamente sobre el lienzo ¿Cuál es el secreto para mantenerse activo a su edad?
Vigas inmediatamente se lleva los dedos hacia su cabeza.
- Estar angustiado por todo. Me angustio y rechazo la angustia, pero me interesa todo y me duele todo.
- Entonces, ¿drena con la pintura?
- Puede ser. Lo que yo hago no se parece a nada, son cosas inventadas.
- ¿Y de dónde sale?
- En Valencia no había escuela de arte –dice mientras con su cuerpo indica que realmente no lo sabe-. Yo fui completamente autodidacta y eso es una gran ventaja porque nunca tuve nada impuesto, todo vino de mí mismo.
- Pero luego estudió en París
- Para vivir en Paris necesitaba un carnet de estudiante. Ahí vendía mis cuadros y vivía de eso. Podía haberme quedado en París, pero me hacía falta Venezuela y por eso me vine.
- ¿Aunque a veces diga que se siente extranjero aquí?
- A veces me siento extranjero cuando veo a alguna figura en la televisión diciendo cosas horribles, yo me siento extranjero porque no pertenezco a esa clase social. Soy de otra clase: una gente lectora, más espiritual, más refinada es la palabra… Desgraciadamente. Por eso me fui y después me vine, para estar en Venezuela. Me gusta pelear y decir las cosas que pienso y mejorar todo lo que está en torno mío.
- ¿Y eso no le ha traído problemas?
- Con todo el mundo –se ríe con ganas-, pero también me ha traído muchas amistades y mucha abnegación, mucho cariño de mucha gente, más que si no fuera así. Nunca me arrepiento de ser como soy. Eso me ha ayudado mucho.
Coleccionar gente
A sus 22 años, cuando Vigas aún vivía en Francia, recibió la visita inesperada del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. “Vengo a hablarte porque tú y yo somos los dos grandes artistas de América y te quiero hacer un retrato”, cuenta que le dijo su tocayo. Tras beberse todo el whisky y el vino que tenía en casa logró una de las pinturas que también se exhibe hoy en su sala.
- ¿Qué otros artistas venezolanos son para usted motivo de admiración?
- Mario Abreu, Alejandro Otero, Pascual Navarro… Grandes artistas.
- No ha nombrado ningún cinético…
- Eso es decorativo –responde con desgano-. Me interesa el arte puro, no el arte aplicado que es para adornar. El arte puro no adorna, trasciende a la muerte. El arte aplicado se queda en la tierra.
- Y entre la pintura, la escultura y el grabado, ¿con cuál se queda?
- Con la pintura. La escultura me gusta mucho pero no tengo taller aquí, voy a Mérida. Me gusta mucho Mérida, he vivido muchos años allá y me gustan los andinos ¡Y las andinas también!
- Pero colecciona cualquier tipo de obra, ¿no? Vi su gran colección de arte precolombino.
- Colecciono todo, gente también. Me disgusta todo lo que es feo. La gente fea tampoco me gusta. Coleccionando se descubren cosas, es una fuente de inspiración y una fuente de conocimiento. Coleccionar estampillas, por ejemplo, es historia, economía, de todo. Una vez yo coleccioné estampillas. Después lo dejé y las regalé.
- ¿Qué momento de su vida ha sido la más plena?
- Quizás el año 52, cuando recibí todos los premios: el Premio Nacional (de Artes Plásticas), el Augusto Michelena, todos (incluyendo el Premio John Boulton). Ese es quizás el año más importante en mi vida.
- ¿En su vida o en su carrera?
- Mi carrera es mi vida -sonríe.
- Hoy precisamente le llegó una medalla desde España, ¿cuál es el honor que recuerda con más cariño?
- El premio de Monte Carlo (1992), lo recuerdo especialmente porque me lo entregó Carolina de Mónaco y era muy bella. Después se puso un poco... -y hace un gesto de insatisfacción-, pero sigue siendo bella.
- Su esposa recibió hace poco una condecoración en su nombre de la mano del Rey de España ¿Disfruta la fama y los reconocimientos?
- A mí me importa un carajo la fama –ríe a carcajadas quien nunca llevó la cuenta de cuántos cuadros ha pintado ni cuántos cientos se acumulan en aquel estudio-. Lo que importa es lo que hago, poder hacerlo y no pararme nunca.
Padre, esposo y amigo
A pesar de que el Maestro Vigas siempre termina regresando a Caracas -aunque extrañe Paris, sus cafés, sus calles y sus mujeres- dice nunca haber subido al Ávila. “¿Para qué?”, es su respuesta. El ejercicio le gusta, pero “solo poquito”. Hoy se mueve casi todo el día en una silla de ruedas por un problema en la pierna, pero su casa suele recibir la visita de los muchos amigos que ha “coleccionado” en su vida.
- Jeanine y usted ya suman 60 años de casados, ¿cómo lo han logrado?
- Con tolerancia. Hay que ser tolerante para poder querer a otra persona y comprenderla, y admirarla. No debe ser uno egoísta. Si uno es muy egoísta, no quiere a nadie. La gente muy egoísta está sola. La gente como yo está rodeada siempre de gente, de amores, de amigos, a veces hasta de enemigos. Yo he tenido la felicidad de tener muchos amigos. Me gusta la gente chiquita y grande, inteligente y bruta. El amor es ciego, también la amistad.
- ¿Y por qué solo tuvieron un hijo?
- Yo no pensaba tener hijos, porque considero que la vida es muy injusta, que hay mucha desgracia, la vida dura poco tiempo y se va, se acaba. Entonces yo decía, para qué tener hijos si igual se van a morir como todo. Tuve un hijo porque mi esposa lo quería y ahora yo lo adoro –vuelve a reír-. Tenía la pintura y yo decía con eso me basta. La poesía son mis hijos también. Desgraciadamente no soy músico, porque me encanta la música, pero me hubiera encantado escribir música. Estuve en escuelas estudiando piano. Mira ahí tengo un piano –y señala en una esquina del estudio lo que parece ser una obra más de colección, intocable-.
En ese momento entra Nancy con un postre de crema pastelera. La comida favorita de Oswaldo son los frutos del mar, pero en general, le encanta la comida. Con esto se acaba la entrevista, no sin antes asegurar con una sonrisa que las puertas de su casa siempre van a estar abiertas, y que pronto también el Museo Vigas.

Fuente:
http://www.revistadominical.com.ve/noticias/actualidad/oswaldo-vigas--el-mas-amoroso-que-he-entrevistado.aspx#ixzz314U7WKyx
Fotografía: andresjimenezgonzalez.blogspot.com

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