Ni tan calvo ni con dos pelucas
Por: Ox Armand
Varios fueron los fenómenos y varias las diferencias, entre lo que ocurrió ayer y lo que ocurre hoy. El de Jaime Lusinchi es uno de esos casos. Recientemente desaparecido, el suyo debe llamar poderosamente la atención, porque nos coloca en un terreno definitivamente histórico y sociológico, apenas dejando una pequeña parcela para el de la política actual. Digamos, por una parte, que él fue realmente como tú de acuerdo a aquél slogan de 1983: algo más que un emblema publicitario, solemos olvidar que las campañas se afincan en profusos y puntuales estudios de opinión que perfilan muy bien al pueblo profundo convocado para unas elecciones que sean mediana o fuertemente competitivas (no como las de ahora, comenzando a marcar el contraste). No fuimos nunca como Caldera, está bien, todo un político sobrio e intelectual, pero prepotente y delicado que creyó que Venezuela entera lo necesitaba. Por cierto, esos estudios de opinión destinados para los expertos electorales (comicios realizados para la mercadotecnia más audaz y encarecida), son necesarios y todavía urgentes para los historiadores, antropólogos, sociólogos, politólogos y psicólogos sociales. Lo juzgaremos severamente, mas también debemos un poco juzgar al elector de 1983. Quien le concedió la mayoría era como él, debemos admitirlo, un poco menos (cierto, porque ostentó el poder), en el terreno moral. Y esto incluye a los radicales de izquierda y de derecha que, de un modo u otro, se colgaron del chorro petrolero, diluyéndose. Es lo que pasa con buena parte de los personeros que ahora son gobierno. Por otra parte, tampoco hay que olvidarlo, su gobierno se hizo a punta de sus más (y menos) estrechos colaboradores, sumando, indirectamente, a los que “ayudaban” desde la oposición. Por ejemplo, el día que firmó el mejor refinanciamiento del mundo, apenas unos mozalbetes protestaron y fueron reprimidos, porque el resto del país anduvo de fiesta (y hay que meter en el saco a los sectores de una izquierda que disfrutaron tanto del presupuesto universitario, al igual que los sectores fedecamaristas que lo festejaron tanto o más que los cetevistas). El populismo llegó a gravísimos extremos, aunque después sus más fervientes asesores se lavaron las manos y, mientras Jaime se convirtió en el chivo expiatorio, esos fervientes asesores se convirtieron en referentes políticos y empresariales de altísimo puntaje. Lo echaron al pajón y todavía hay ex – ministros que dictan cátedra sobre la democracia y la dictadura, o enseñan las virtudes de la prensa libre, cuando en los ochenta fueron cómplices de un desastroso gobierno (y de una no menos desastrosa oposición). Por último, inevitable, está la mujer. Todos saben de quien hablamos. Lo dejó completamente arruinado. Y aquél médico y parlamentario de vida tan modesta, bonachón y de comprobada experiencia política, se convirtió en una insignia de la irresponsabilidad y de la corrupción para la historia ahora escrita, porque, en su momento, algo dice que salió del gobierno con un alto índice de popularidad y se lo entregó a otro adeco. Acotemos, un gobierno que pasó de entregarle cuanto ministerio, gobernación y jefatura civil existía a los funcionarios de su partido, sucedido por otro que quiso tupirnos de los grandes y pequeños tecnócratas de ocasión. De esa mujer supo el país gracias a la prensa libre. Distaba todavía de ser presidente de este país, cuando Jorge Olavarría en los tempranos ochenta sacó al aire su existencia. Tuvo el valor de denunciar la preponderancia de una secretaria que se hacía sentir en los abalorios internos de AD y la propia afición etílica del personaje. Le cayeron encima y si la revista Resumen logró sobrevivirle al gobierno de Luis Herrera, definitivamente naufragó con el de Lusinchi al paso de los años.
Acotemos que trató por todos los medios de censurar a los … medios. Creyó que su divorcio era un asunto netamente personal, como si no importara el rubro cuando se trata del poder. Fue una faena gladiadora la que protagonizó un sector de la oposición al denunciar el asunto en el Congreso Nacional. En pleno gobierno entabló la demanda. Pero la verdad salió a flote. Y en esto metemos lo que acaeció en El Amparo que movió igualmente a sectores de la oposición injustamente olvidados e implicó a personajes que ahora son gobierno. Si, ahora.
Existe una quintuple diferencia con el presente: 1) Ayer hubo el derecho por defender la libertad de información: 2) ayer hubo un parlamento que no renunció a sus funciones; 3) ayer hubo una fecha cierta e impostergable para que finalizara el mandato presidencial; 4) ayer hubo voces críticas de irrefutable condición moral; 5) ayer hubo políticos de verdad. Para concluir, a pesar de nunca contarme entre sus partidarios, diremos que, con Lusinchi, ni tan calvo ni con dos pelucas.
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