lunes, 20 de enero de 2014

NOTICIERO RETROSPECTIVO

- Juan Liscano escribe sobre “Marcuse, psiquiatría y revolución” de Eloy Silvio Pomenta. El Nacional, Caracas, 19/03/1970.
- (S/a) Página de la Secretaría Nacional de Educación: ¿Quién es Marcuse?”. Tribuna Popular, Caracas, 14/08/69.
- Américo Martín. “Lucha obrera en Venezuela”. Summa, nr. 53 del 01/07/72.
- Carlos García Quintero. “Quién está loco en Venezuela?”. Resumen, Caracas, Caracas, nr. 166 del 09/01/77.
- Oscar Reyes Matute. “Marcuse y el debate marxista en la izquierda venezolana de los años setenta”. Altagracia, Caracas, nr. 01 de 07/2005.


Reproducción: LB, Reportaje sobre Herbert Marcuse. Élite, Caracas, 1968.

Nota  LB:  Afortunadamente, asomando lo que ha de ser una estupenda biblioteca y hemeroteca en casa, Arturo Álvarez D’Armas orbitó en días pasados el conocido libro de Américo Martín (Cuadernos Rocinante, Caracas, 1969).  Recordamos haberlo leído en 1981, pues, por una parte, las notas que tomamos en la Biblioteca Pública Central de Caracas (San Francisco), todavía sobreviven en medio de los papeles que nos castigan en casa, y, por otra, quizá esa supervivencia se deba a una cierta  nostalgia de tiempos cada vez más remotos, ya que expresa el proceso de autoformación política en el que espontáneamente nos empeñamos, por deficiencias del sistema formativo partidista. Además, era natural atender un referente tan importante en décadas anteriores, como Herbert Marcuse – de quien adquirimos y devoramos algunos títulos – porque, aficionados a la vieja prensa,  tenía una destacada presencia en medios aún no especializados, como lo constatamos en la muestra de Élite (Caracas, 1968). 

 A mediados de la década pasada,  leímos el texto de Oscar Reyes Matute, gracias a una buena revista, aunque de palpable sesgo político, dirigida por Arístides Medina Rubio cuando estuvo al frente de la Biblioteca Nacional que, por cierto, la ha merecido por todos estos años, con apenas dos o tres números. Posiblemente, porque no le permitía extender el ensayo, tuvo una limitada fundamentación bibliográfica, extrañando toda la polémica que la prensa de distinto signo también reportó sobre Marcuse.  Así, no era de extrañar que, en diarios como El Nacional, o en quincenarios como Deslinde, dieran noticia del celebérrimo autor, analizándolo con sobriedad o acusándolo de agente de la CIA. Hablamos de una transición de décadas en la que también recibimos a Roger Garaudy, todo un anatema de la época que tanto nos interesó después.

La recepción de Marcuse, fiel o infiel a su prédica, repitiente o innovadora, nos coloca en la necesidad de actualizar la historia del pensamiento político venezolano que, por si fuere poco, lo hubo en una dimensión de la que hoy somos ajenos: no hubo una seria aspiración al liderazgo político que no tuviese por aval la reflexión impresa, coherente y consistente.  Quizá porque estamos atados a la noción del político ilustrado y, ciertamente, denostamos del premoderno cubierto o embalsamado por una supuesta postmodernidad.


Poco antes que el remate de libros del puente de la avenida Fuerzas Armadas fuese desvirtuado con la insolente intervención y  modificación propulsada por la Alcaldía de Caracas, creyéndolo domicilio de la resistencia literaria, por  amago de unas absurdas y anacrónicas consignas que seguramente escondieron unos buenos contratos de obras, pescamos el libro de Eloy Silvio Pomenta (Editorial Médica Venezolana, Caracas, 1969), famoso en los ochenta por la obra que suscribió sobre la personalidad bordeline de Michael Jackson.  Trata de la escuela “pesimista” de Frankfurt, la singularidad de Wilhelm Reich, el izquierdismo instintivista, la sociedad actual, las propuestas de Marcuse y sus implicaciones psiquiátricas, la liberación.  No hemos leído el trabajo, aspirando al asueto carnestolendo.

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