- (S/a) Página de la Secretaría Nacional de Educación: ¿Quién es Marcuse?”. Tribuna Popular, Caracas, 14/08/69.
- Américo Martín. “Lucha obrera en Venezuela”. Summa, nr. 53 del 01/07/72.
- Carlos García Quintero. “Quién está loco en Venezuela?”. Resumen, Caracas, Caracas, nr. 166 del 09/01/77.
- Oscar Reyes Matute. “Marcuse y el debate marxista en la izquierda venezolana de los años setenta”. Altagracia, Caracas, nr. 01 de 07/2005.
Reproducción: LB, Reportaje sobre Herbert Marcuse. Élite, Caracas, 1968.
Nota LB: Afortunadamente, asomando lo que ha de
ser una estupenda biblioteca y hemeroteca en casa, Arturo Álvarez D’Armas
orbitó en días pasados el conocido libro de Américo Martín (Cuadernos
Rocinante, Caracas, 1969). Recordamos
haberlo leído en 1981, pues, por una parte, las notas que tomamos en la
Biblioteca Pública Central de Caracas (San Francisco), todavía sobreviven en
medio de los papeles que nos castigan en casa, y, por otra, quizá esa
supervivencia se deba a una cierta nostalgia de tiempos cada vez más remotos, ya que expresa el proceso
de autoformación política en el que espontáneamente nos empeñamos, por
deficiencias del sistema formativo partidista. Además, era natural atender un
referente tan importante en décadas anteriores, como Herbert Marcuse – de quien
adquirimos y devoramos algunos títulos – porque, aficionados a la vieja
prensa, tenía una destacada presencia en
medios aún no especializados, como lo constatamos en la muestra de Élite
(Caracas, 1968).
A mediados de la
década pasada, leímos el texto de Oscar
Reyes Matute, gracias a una buena revista, aunque de palpable sesgo político,
dirigida por Arístides Medina Rubio cuando estuvo al frente de la Biblioteca
Nacional que, por cierto, la ha merecido por todos estos años, con apenas dos o
tres números. Posiblemente, porque no le permitía extender el ensayo, tuvo una
limitada fundamentación bibliográfica, extrañando toda la polémica que la
prensa de distinto signo también reportó sobre Marcuse. Así, no era de extrañar que, en diarios como
El Nacional, o en quincenarios como Deslinde, dieran noticia del celebérrimo
autor, analizándolo con sobriedad o acusándolo de agente de la CIA. Hablamos de
una transición de décadas en la que también recibimos a Roger Garaudy, todo un
anatema de la época que tanto nos interesó después.
La recepción de
Marcuse, fiel o infiel a su prédica, repitiente o innovadora, nos coloca en la
necesidad de actualizar la historia del pensamiento político venezolano que, por
si fuere poco, lo hubo en una dimensión de la que hoy somos ajenos: no hubo una
seria aspiración al liderazgo político que no tuviese por aval la reflexión
impresa, coherente y consistente. Quizá
porque estamos atados a la noción del político ilustrado y, ciertamente,
denostamos del premoderno cubierto o embalsamado por una supuesta
postmodernidad.
Poco antes que el
remate de libros del puente de la avenida Fuerzas Armadas fuese desvirtuado con
la insolente intervención y modificación
propulsada por la Alcaldía de Caracas, creyéndolo domicilio de la resistencia
literaria, por amago de unas absurdas y
anacrónicas consignas que seguramente escondieron unos buenos contratos de
obras, pescamos el libro de Eloy Silvio Pomenta (Editorial Médica Venezolana, Caracas,
1969), famoso en los ochenta por la obra que suscribió sobre la personalidad
bordeline de Michael Jackson. Trata de
la escuela “pesimista” de Frankfurt, la singularidad de Wilhelm Reich, el
izquierdismo instintivista, la sociedad actual, las propuestas de Marcuse y sus
implicaciones psiquiátricas, la liberación.
No hemos leído el trabajo, aspirando al asueto carnestolendo.
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