Luis Barragán
Somos víctimas de una prolongada, sórdida y eficaz campaña gubernamental destinada a la dislocación de los valores humanos fundamentales. La sostenida e inescrupulosa didáctica de los opresores, está orientada al desconocimiento, fingimiento, adulteración, manipulación y aniquilación de todo principio capaz de cuestionarlos, tras década y media.
La libertad, la paz, la democracia, la justicia, la solidaridad, el respeto, la convivencia, la tolerancia, la disciplina, entre otras, constituyen nociones esenciales que no debemos permitir que la consabida crisis vapuleé, falsificándolas. Recientemente, el Padre José Vicente Ramírez Meza (Redentorista), llamó la atención sobre la formación hogareña de los valores que sometemos luego a la dura prueba de las realidades, aunque – a juzgar por las redes sociales – tendemos a ensimismarnos, huyendo de las calamidades que se convierten en rutina.
El hogar, la escuela, el gremio, la junta de condominio, el partido, la red vecinal, el empleo formal e informal, ejemplifican los mejores escenarios para contrarrestar la referida campaña del Estado que pretende reemplazarlos, en defensa de las más caras y legítimas convicciones de un pueblo que no surgió por el gracioso decreto de quienes actualmente lo sojuzgan. Impone la urgencia de una reflexión sobre la tragedia nacional que pisa nuestras propias intimidades, además, buscando anudarlas a la corrupción ética que amenaza con extenderse.
Nada fortuita es la elevación de las tasas de criminalidad, inflación o desempleo que se ofrecen como un dato estructural del socialismo parasitario, junto a la paternidad precoz, la deserción escolar, el repunte de la malaria o la generación de sendas mafias. Faltando poco, nos inunda de eufemismos, apuntalando las prebendas y el consumismo, aunque ya seamos una sociedad que no consume los insumos básicos en el renglón de los alimentos y medicamentos.
Hace poco, Nicomedes Febres hurgó en el perfil virtual de uno de los presuntos homicidas de Mónica Spear, reportándonos la inimaginable pobreza de valores que anidó en el joven victimario que, no por casualidad, creció y se formó a la sombra del régimen. La curiosidad trastocada en la otra consternación, sobran las condiciones necesarias para una generalizada, masiva y punzante descomposición social que se ofrece como requisito indispensable para sincerar todo proyecto totalitario.
Importa aún el más modesto esfuerzo para alcanzar el contrapeso decisivo en todas nuestras facetas cotidianas, legitimando una respuesta alternativa que no tiene otro domicilio que la defensa de la dignidad de la persona humana. Semejante a las previsiones y destrezas que aceptamos, aprendemos e implementamos para evadir en todo lo posible al hampa en las calles que arriesgamos, a sabiendas que la casa ya no es garantía de resguardo y fortaleza, debemos volver, reivindicar, defender, profundizar y promover aquellos principios y valores que garantizan – sencillamente – un futuro.
El nuestro no es un pueblo de indolentes, cegados por el rencor y el oportunismo. No olvidemos que la muestra más visible y contundente de la solidaridad inmediata, honesta, fiable y contundente la dimos con la vagüada de Vargas, por ejemplo, hasta que el gobierno la atajó y tergiversó, tardando demasiado en solventar los problemas que se multiplicaron al compás de los indecibles intereses creados.
Podemos concursar de mil formas para esta contracampaña en cuestión, pero la más decisiva reside en una pedagogía de los valores y principios que ponderemos e impartamos con nuestro testimonio, como padres, compañeros de oficio, agremiados, etc. Luce inaceptable acoger resignadamente la versión de las personas, el mundo y las cosas, que ofrecen los conductores del Estado, prestos al : suicidio moral.
http://www.noticierodigital.com/2014/01/la-urgente-pedagogia-de-valores/
Fotografía: LB, Caracas (17/12/13).
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