La reciente elección municipal permite que gobierno y oposición se sientan gananciosos. Uno porque sigue siendo la primera minoría y otro por aumentar su presencia en el poder local. La razón: un venezolano es gobierno y un venezolano es oposición. Curiosamente esta paridad ocurre en un período de crisis políticas donde las desproporciones de poder entre unos y otros son abismales. Ello se debe, al menos, al juego democrático y a la conciencia civil de la población, que durante cinco décadas, salvo episodios fracasados guerreristas, ha rechazado la violencia. Durante quince años ha habido una demostración de la voluntad del venezolano de no enguerrillar el país. A pesar de las amenazas de paredones o de tentaciones golpistas. El país no ha querido ni “cabezas fritas” ni “sablazos cuartelarios”. Una vez más el pueblo ha dicho que no los quiere. Quiere un solo país y una sola Venezuela, con partidarios del gobierno y de la oposición, comprometidos en su progreso, porque es de todos. La historia demuestra que un país fragmentado e irreconciliable, por el aumento de las pasiones y de las divisiones y los odios raciales, ideológicos y religiosos, no conduce a la paz que es la base del progreso, sino a grandes tragedias. El sentimiento nacional, expresado en la última elección, es el de la concertación para que los cambios sociales necesarios sean fruto del acuerdo de todos y no de la imposición de unos y para que los sacrificios que suponen no signifiquen injusticia para otros.
La Fundación Alberto Adriani saluda la lección de la elección, pero, a su vez, advierte que su resultado son compromisos. Primero, el de un pacto de Estado, para superar las crisis económicas y sociales, mediante la revisión patriótica del funcionamiento de los poderes públicos. Segundo, el del cogobierno nacional, estadal y municipal. Esto es particularmente comprometedor.
Desde la base los ciudadanos reclaman el Estado federal descentralizado que para la República escogieron al votar mayoritariamente por la vigente Constitución. Pacto de Estado y pacto de cogobierno sobre los principios de integridad territorial, cooperación, solidaridad, concurrencia y corresponsabilidad, que ha de comenzar por un inventario de los requerimientos regionales más apremiantes. La lección de la última lección es la de la exigencia colectiva del esfuerzo conjunto para gobernar para todas las regiones y no para unas solas de ellas. Ese esfuerzo de cogobierno fue la Venezuela posible, que para las crisis y los cambios, postulaba Alberto Adriani, con su labor venezolanista. El proyecto nacional adrianista que se basa en la acción deliberada y concertada del Estado en lo político, en lo económico, en lo social, en lo educativo, a manera de respuesta social para regular y aprovechar las potencialidades del país, y que parta del fortalecimiento de lo lugareño. La Fundación Alberto Adriani recuerda a los titulares de los poderes locales y, por supuesto, al gobierno nacional, que los tiempos perdidos en aprender lecciones patrióticas son irrecuperables y que se les reclama severamente.
Román J. Duque Corredor
Presidente de la Fundación Alberto Adriani
Caracas 9 de diciembre de 2013
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