domingo, 15 de diciembre de 2013

CORDURA

EL NACIONAL - Domingo 15 de Diciembre de 2013     Papel Literario/5
Amable caballero de la prosa
El horizonte de perspectivas es vasto: La hora sin nombre reúne, como ya es frecuente, textos en donde literatura y filosofía, en conjunto, se convierten en dispositivos para explorar los alcances de la prosa ensayística para interpretar el pensamiento. Abundan en el tomo las incursiones sobre novelistas y poetas pero, por igual, sobre filósofos contemporáneos
CARLOS SANDOVAL

Conocí a Atanasio Alegre hace veinte años. Me encomendaron redactar su ficha bibliográfica para un diccionario de literatura venezolana que, lamentablemente, se quedó en algún archivo universitario, como suele ocurrir con ciertos proyectos de envergadura que requieren el concurso de varios organismos, investigadores y lustros. Meses atrás, su libro Sombras de tejado (1992) lo había revelado como un sólido ensayista, de la estirpe más genuina del género cuya membresía cuenta, por supuesto, al padre Montaigne, pero también a aquellos filósofos profesionales que no desdeñan el acercamiento a un público mayor, como lo practica Savater y, en el caso venezolano, el inolvidable Juan Nuño. (No sé por qué siempre que leo a Atanasio lo relaciono con la filosofía. Tal vez sea por su talante de explorador del sentido profundo de lo que vibra en las páginas que comenta o valora.) La ficha avanzaba poco: mínimos detalles académicos, una remota monografía sobre ritual y comunicación, el tomo de ensayos motivo del interés de los coordinadores del repertorio sobre escritores y obras del país. La verdad, no tenía mucho que mostrarles a mis patrones hasta cuando Armando Navarro vino en mi auxilio: me pasó el número telefónico de Atanasio y, además, lo puso al tanto de la pesquisa.
Nos citamos en el Centro Comercial Chacaíto. De inmediato la camaradería típica de los que padecemos el virus crónico de la literatura nos hizo reconocernos.
En su apartamento, ya en la despedida, me regaló Filomeno a mi pesar, de Gonzalo Torrente Ballester, la novela que por entonces agitaba su entusiasmo. De aquel encuentro me queda la certeza de que estaba ante un auténtico caballero que en lugar de aprovecharse de quien investigaba sus materiales, escenario propicio para la fatuidad, prefirió hablar de los narradores y poetas que le mejoraron la vida.
En adelante, me hice asiduo lector de los títulos que Atanasio iba publicando con la pasmosa regularidad de un escriba que ha alcanzado el timbre exacto de su prosa; sobre todo en el ensayo, terreno en el cual se mueve con inusitada gracia sin desmedro de los contenidos en apariencia pesados en un formato más a tono con la charla, si cabe el término.
Desde aquella mañana hasta hoy, una sostenida carrera narrativa (su primer libro de cuentos, Las tentaciones de una señora decente, es de 1993) y ensayística (donde sobresalen, entre otros, los compendios Los territorios filosóficos de Borges según Nuño y otros ensayos ­2002 y Los carnavales de la deconstrucción y otros ensayos ­2010), ha colocado a Alegre en el tablero de nuestros escritores más tenaces y acuciosos. Su fluido estilo, en el cual se evidencia ­cómo no­ la templanza del narrador, nos introduce discretamente en temas fascinantes y, a veces, un tanto exóticos para un contexto como el latinoamericano; no obstante, en sus manos esos asuntos resultan enjundiosos paseos donde el buen decir, la amenidad y el conocimiento se entremezclan de manera armoniosa. Pienso, por ejemplo, en los textos dedicados al crítico literario alemán Reich-Ranicki y al novelista, de la misma república, Dietrich Schwanitz recogidos en este volumen. Por lo demás, el mundo intelectual germano ocupa espacio importante en sus reflexiones.
Como todo ensayista, a Atanasio le preocupa el manejo de ciertos instrumentos cognoscitivos que le permitan al lector captar con rapidez el desarrollo de sus ideas. Ilustrar algunos de sus ensayos con pasajes biográficos de los autores objeto de su examen y describir los argumentos, o parte de ellos, de las piezas que alientan su intención especulativa constituyen dos de esos recursos. Así, al ofrecer este tipo de datos sobre la cosa tratada acerca más a quien lee al centro de sus motivaciones: explicar a otros y en el proceso explicarse a sí mismo. Esta taumaturgia caracteriza al género y Alegre es un eficaz operador de la estrategia.
Un rasgo notable de su dominio del oficio ensayístico se torna, asimismo, una suerte de marca de sus trabajos: la administrada erudición que nos enseña por ósmosis y no por pedante suficiencia. Aquí enseñar no significa que los ensayos se han escrito con el fin de instruir al lector en variadas materias.
Por el contrario, lo que moviliza el extraordinario manejo de conceptos, sistemas y relaciones es la firme creencia de que la sensibilidad se forja gracias a una labor de zapa en el hambriento corazón de las almas que buscan entre líneas el sentido de su paso por el mundo.
De modo pues que la formación del autor no deviene pesada carga al momento de componer los ensayos, sino más bien sutil herramienta con base en la cual se despliega la batería retórica de un escritor que sabe dosificar el discurso expositivo entreverado con discurso narrativo para darle mayor ritmo y soltura a las cuestiones, a ratos difíciles, que acostumbran tratarse en el género.
Quiero decir: Alegre sortea sin dificultad la tentación de convertir en estudio monográfico lo que por naturaleza debe ser un campo de experiencias para el pensamiento, no un área para la probatoria de tesis. Habrá que decirlo de nuevo: Atanasio es un consumado ensayista del linaje de Bacon, Ortega y Gasset, Marina.
Ensayista, pero sobremanera, gran lector. Eso también reflejan sus composiciones, incluidas las narrativas.
Podríamos decir que los ensayos de Alegre dibujan ­digo una simpleza, a todos los escritores les sucede­ el mapa de sus lecturas. Una verdadera cartografía que no descuida ningún punto, por mínimo que este sea. Desde aparatosos sistemas filosóficos hasta una humilde reseña, todo lo que active su sensible curiosidad dispara el archivo de la ordenada biblioteca mental de Atanasio. Ocurre entonces que nosotros, sus lectores, asistimos a un extasiado recuento de paráfrasis y citas precisas que nos permiten acceder a un complejo universo de ideas por la amable vía de una conversación (permítanme la imagen), o de una charla como dije arriba, donde uno de los interlocutores se halla en agradecido silencio al convertirse en receptor de maravillas.
Por otro lado, esto me lleva a leer los ensayos de Atanasio como fragmentos de su autobiografía, una de las más estimulantes e incansables de los últimos años en Venezuela.
El horizonte de perspectivas es vasto: La hora sin nombre reúne, como ya es frecuente, textos en donde literatura y filosofía, en conjunto, se convierten en dispositivos para explorar los alcances de la prosa ensayística para interpretar el pensamiento. Abundan en el tomo las incursiones sobre novelistas y poetas pero, por igual, sobre filósofos contemporáneos. Asimismo, los temas políticos y económicos inquietan a Alegre y, sin duda, la situación actual del país. Como se ve, este nuevo libro de Atanasio insiste en el ensayo como uno de los mejores ámbitos para indagar, con tino y elegancia, en variados aspectos de la realidad del mundo, esto es, de nuestra contingente ­humana­ condición.
En síntesis, aquella ficha que me permitió hace ya tanto conocerlo se ha convertido en regio expediente, en gratísima compañía lectora.
Fotografía: http://prodavinci.com/2009/07/08/artes/atanasio-alegre-de-los-ambitos-conventuales-a-las-aulas-y-la-libertad/

2 comentarios:

  1. En ese despliegue sencillo, pero que conlleva a una realidad inusitada La Hora Sin Nombre, nos pasea por una serie de escritos. que con la más fina elegancia nos presenta el autor utilizando, como es costumbre, una serie de figuras que se anclan en propuestas filosóficas con la más exuberante prosa a la que ya nos tiene acostumbrados Alegre..Libro obligado.

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