De Bolívar, Caracas (y una coletilla)
Luis Barragán
“En diversas ciudades he sentido que
un sector habitable determina mi vida:
que dos o tres calles, un café, una estación
de trenes, puede configurar un
extraño circuito para mis actos”
José Balza (*)
Preñado de símbolos y rituales que lo refuerzan como una religión de Estado, el bolivarianismo en boga es una lograda simulación de lo épico. De cualquier vicisitud actual, incluyendo la más doméstica y hasta miserable, se pretende una epopeya que, obviamente, explique a su – desde ya – legendario sacerdocio.
Bolívar se ha convertido en una ficción útil y encubridora, mientras Chávez Frías pueda alcanzar la eficacia simbólica que lo iguale y – quizá – supere. El gobierno que ofrenda en el Panteón Nacional, supo siempre que, al lado de la concepción clásica, hay una épica de la vida cotidiana que ha secuestrado y saturado, respondiendo a “determinado sector del proceso social e histórico del país; los que están marginados y en posición de desventaja”, ligada a la “sobrevivencia de tipo físico y no de búsqueda de inmortalidad y trascendencia a través de la fama”, como apunta Yolanda Salas de Lecuna en su “Bolívar y la historia en la conciencia popular”, USB, Caracas, 1987: 243).
Una distinta inserción se impone en las creencias colectivas, donde el régimen hincó el bisturí para manipularlas. La mística democrática tan necesaria, ha de afincarse en las fuerzas creadoras de un pueblo que hará su propia Campaña Admirable en la intimidad de su desasosiego.
EL CIRCUITO INSTITUCIONAL CARAQUEÑO
Una constante improvisación es la característica irrefutable del proceso de partidización del Estado, ejemplificado con la desdichada ciudad capital. A los alcaldes mayor y menor, se sumó la jefatura del Gobierno del Distrito Capital tras la primera y amarga derrota que les propinó Antonio Ledezma, inmediata y violentamente despojado de la sede. Y, ahora, Ernesto Villlegas sucede a Farruco Sesto como ministro para la tal Transformación Revolucionaria de Caracas, sin que haya rendición alguna de cuenta ni mejor destino para la denominada Oficina de Proyectos Especiales.
Teóricamente, cuatro funcionarios velan por la urbe que redunda en precariedad, pobreza, desorden, inseguridad y confusión, por no citar los concejos metropolitano y municipal que presuntamente la deliberan, legislan y controlan. Desquiciando las más elementales bases del derecho público, hay un terco acomodo y reacomodo de competencias, atribuciones y potestades que, por si fuese poco, convierte en ministros y – como si existen tal previsión – protectores a los candidatos derrotados, dependiendo de la simpatía personal que suscite el agraciado.
Motivo de una enorme satisfacción, el presupuesto y los infaltables créditos adicionales a cabildear, honrarán – sobre todo – a los funcionarios adedados por Miraflores, los cuales ensayarán – una y otra vez – aquellas soluciones urgentes que amerita Caracas, parapeteándolas, frente a las necesidades y exigencias del vasto clientelismo político que ahora entra en un supuesto receso electoral. Además, seguirán tejiendo las emboscadas para los adversarios, pues, despojado de competencias y dependencias, apuestan por la prisión de Ledezma, a quien le niegan los recursos para cancelar una deuda laboral que Juan Barreto contrajo, por cierto, dudosa y deliberadamente incorporado un conjunto de empleados en la vísperas de la otra derrota que el PSUV sufriera.
La idea de sendas alcaldías caraqueñas, con un convincente diseño gerencial y presupuestario, gozó de una nobleza que el actual corto-circuito institucional dista demasiado en poseer, superado – por si faltare poco – hasta por la gobernación del Distrito Federal y los prefectos con los que antes de contaba. De obscenas trampas y monumentales arrebatos demagógicos, está hecha la gestión caraqueña del PSUV, mientras que la tasa de homicidios llega a niveles indecibles.
Reducidos al portal de la casa, del apartamento, de la habitación y del puente acobijador de mendigos, el resto de la ciudad solamente es habitable para los grandes jerarcas del gobierno, bien resguardados al transitarla, aunque no la viven excepto en el recuerdo cuando visitan y preparan su jubilación en una de las grandes capitales del mundo. Una motocicleta china puede muy bien simbolizarla, en lugar del león desfalleciente que no encuentra cupo en los zoológicos de El Pinar o Caricuao.
COLETILLA
Poco puede agregarse a la pretensión gubernamental de subir el precio de la gasolina, a sabiendas que no tiene moral para ello: apenas unos céntimos más, el caracazo se sirvió del combustible y también del agitador de oficio que logró el triste acontecimiento del cual todavía vive el régimen. El colmo de la inmoralidad, antes exportada, ahora importada, revelando cuán lejos llega el ejercicio real de una soberanía subastada, los festejos navideños resultan ocasión propicia para decretarla a espaldas de la población.
(*) “Percusión”, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2000: 157.
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/17708-de-bolivar-caracas-y-una-coletilla
Reproducción: Publicidad. El Diario de Caracas, 30/07/1983.
Fotografías: LB, Caracas, 15/12/13.
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