EL NACIONAL - VIERNES 19 DE NOVIEMBRE DE 1999 / OPINION
Bolívar fin de siglo
Jesús Sanoja Hernández
Excelente columnista, con intensa obra en El Heraldo, fue Angel Corao, lamentablemente seducido por la figura y el papel de López Contreras en vísperas de la elección presidencial de 1941. Como otros partidarios del lopecismo, Corao escribió acerca del Movimiento (por cierto "bolivariano") que encabezaba el hombre de Queniquea, para él y para "el pueblo" encarnación del Guía: "Por entre las emboscadas aviesas que le tienden los desacreditados personeros del gomecismo y del comunismo criollo, continúa el Movimiento democrático-bolivariano vigorizándose en la conciencia nacional. Identificadas las mayorías con la política de principios de su Guía, porque ven en ella el reflejo de sus anhelos, han hecho del Movimiento una consigna de estabilidad democrática".
Eso lo escribió el 7 de enero de 1940. Antes (9 de noviembre de 1939), había rebatido a Enrique Bernardo Núñez por identificar éste los términos Guía y Movimiento con Duce (o Führer) y fascio de combatimento (o célula nacional-socialista). Desde luego, López estaba muy lejos de ser fascista o nazi, así como sus Cívicas Bolivarianas de representar el doble de los fascios. Pero también era evidente que el Movimiento Bolivariano por él auspiciado carecía de futuro y que su intento de reelección en 1946 terminó truncado por la alianza militar-civil de la logia UPM y la cúpula de AD.
El bolivarianismo ha sido visto como una variante del nacionalismo y como una fórmula astuta de endiosamiento de presidentes o tiranos, según el caso, como Guzmán Blanco, Castro y Gómez. Más que con ningún otro, con Pérez Jiménez el nacionalismo reapareció cubierto de militarismo, con rituales como el de la Semana de la Patria. Sostiene el historiador Avendaño Lugo que "la tesis del `gendarme necesario' de Vallenilla Lanz (padre) está presente en el `nacionalismo' analizado: Pérez Jiménez es el gran líder, sólo que para dirigir al pueblo en lugar de una clase social, Vallenilla Lanz (hijo), coloca a los tecnócratas".
Ese rescate del bolivarianismo a través del nacionalismo y el militarismo también fracasó. A diferencia de López Contreras y a semejanza de Castro y Gómez, intentó Pérez Jiménez la reelección inmediata con el plebiscito (además fraudulento) del 15 de diciembre de 1957. De ese modo, en este siglo tres andinos con grados militares (uno de ellos logrado en la academia) apelaron a la reelección. A Castro más de un poeta lo comparó con Bolívar. Gómez nació y murió (dicen y acaso sea cierto) el mismo día en que nació y murió Bolívar. Y Pérez Jiménez buscó identificar su régimen con "el concepto de patria".
Por otra vía, luego de un golpe ("rebelión militar") rápidamente conjurado y de una campaña electoral que se extendió a lo largo de un sexenio, el teniente coronel Chávez Frías obtuvo limpiamente y en contra de una maniobra tripartidista sorpresiva y vana, la Presidencia de la República. Y más que todos sus antecesores aquí mencionados, antes y después de la conquista del poder ha levantado un inmenso aparato militar e ideológico bolivariano. Nunca la mitología y la heroificación habían llegado a tanto, y prueba de ello es que la eliminación que los constituyentes habían hecho del término bolivariana para identificar a la ya muy conocida República de Venezuela, tornó a aparecer en el texto constitucional por voluntad del Guía. Constituyente que así actúa, es todo menos soberana. Como diría alguien, la soberanía no se discute. Tampoco puede imponerse desde afuera. Fue Chávez quien actuó soberanamente.
Las ideas de Bolívar (ciertas ideas básicas) pueden figurar en la constitución del nuevo milenio (dudo que subsista más de una década) sin necesidad de que la República sea adjetivada como bolivariana. Asimismo, no puede llamarse bolivariana en su totalidad por cuanto va contra ciertas realidades institucionales que el Libertador repudiaba, y vaya como primera la del peligro de la permanencia en el poder por mucho tiempo. La reelección inmediata sexenal no tiene que ver con lo que Bolívar predicaba. Tampoco los ascensos militares que no pasaran antes por el Senado, como lo recordé en artículo de hace seis o siete meses, citando un breve trabajo de Santiago Gerardo Suárez.
El voto militar, ahora consagrado pero con la exclusión de que los miembros de la Fuerza Armada Nacional (en singular desde el 15 de diciembre, si los dioses no se oponen) opten a cargos de elección popular, significa un avance en "la civilización" castrense. Sin embargo, la experiencia dirá si tal concesión acelerará lo que parece ser un proyecto de consolidación militar y si todavía funcionará el Plan República iniciado en 1963. Hay que evitar que la FAN convierta su presencia en omnipresencia y que el Presidente concentre tanto poderes como los que se avizoran. Por ejemplo, que legisle y que disuelva a la Asamblea Nacional.
Ilustración: http://la-cultura-en-la-batalla.blogspot.com/2010/07/mitos-y-manias-3-teologia-bolivariana.html
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