El incesto republicano
Luis Barragán
Pudiendo sorprender, hay sectores dirigentes que eluden la materia militar o, mejor, político- militar, como si bastara la sola incomodidad para preservar la civilidad y el pacifismo proclamados. Así lo atestiguamos, incluso, cuando pretendimos estudiar y constitucionalizar las leyes castrenses aún antes de iniciar efectivamente nuestra modesta experiencia parlamentaria.
Huelga añadir que el tema despunta solamente cuando hay que comentar, más que debatir, las solicitudes de crédito adicional a favor del ministerio de la Defensa, ya que el oficialismo bloquea sistemáticamente la más amplia discusión en la plenaria de la Asamblea Nacional y en la propia Comisión Permanente de Defensa, trastocado el pudor en un temor que suponemos infundado. A la postre, tratamos de la novedosa construcción de tabúes que llega a los medios de comunicación social.
Siendo un dato ineludible, celebramos los aportes académicos capaces del enderezamiento conceptual y la corrección de posturas que suelen recibir el impacto de las predisposiciones. Éstas fácil y comprensiblemente parten de las nefastas consecuencias de una yunta cívico-militar que, en una economía de decidido reimpulso rentista, retrata un inmenso reacomodo para la exclusiva captura y administración de recursos y servicios que tampoco llegan a las mayorías, delatando el fracaso de la fórmula socialista en boga.
Proyecto dirigido por Alejandro Cardozo Uzcátegui y Luis Alberto Buttó, la Editorial Nuevos Aires ha entregado un título muy sobrio y asaz sugestivo: “El incesto republicano. Relaciones civiles y militares en Venezuela 1812-2012” (Caracas, 2013). De convincentes credenciales académicas, un elenco de especialistas logra la hazaña de plantear algunos problemas históricos que inmediatamente sintonizan con un presente todavía confuso.
Indice suficientemente revelador: “Imaginario, símbolos y cultura política de lo cívico-militar desde la colonia hasta la fundación de la Patria (1769-1830)”, Cardozo Uzcátegui; “Caudillismo y liberalismo en los Andes venezolanos (1859-1899)”, Ebert Cardoza [SIC] Sáez; “Los primeros cimientos de renovación y (re) organización de la Armada Nacional (1801-1904)”, Germán Guía Caripe; “Venezuela 1936-1945: ¿democracia bajo tutelaje militar o transición pretoriana?”, Froilán Ramos Rodríguez; “Grupos conspirativos militares venezolanos (1943-1962)”, Domingo Irwin e Ingrid Micett; “Los soldados bolivarianos: expresión del poder cívico-militar en la revolución socialista”, José Pérez; y “El aparato ideológico del golpismo chavista”, Buttó. Una estupenda, oportuna y sobria selección de temas que nos permite confiar en la rigurosa reflexión de los expertos, necesitada de traducir en un urgido y renovado planteamiento político ante la velocidad y eficacia del demoledor dispositivo propagandístico y publicitario del régimen.
El mito salvacionista, los pretorianismos, el parricidio, las falaces explicaciones en torno a la seguridad y defensa, el militarismo, entre otros, exponen la amplitud y hondura de algo más que una engorrosa anécdota. Además, invita a la indagación de los viejos Diarios de Debates, a objeto de contrastar las voces parlamentarias de antes con las de ahora, las que seguramente depararán sorpresas.
Reconozcamos la imposibilidad de leer la obra, sin fatigarla de apuntes alternos por lo que respecta a la actual militarización de la sociedad y la simultánea milicianización de la Fuerza Armada, emergiendo el enemigo interno de los tormentos gubernamentales. O la particular corresponsabilidad de la sociedad y el Estado en el terreno de la seguridad y defensa de la nación, olvidando las elevadísimas cifras de muertes violentas en década y media que no pueden atribuirse – precisamente – a la falta de previsiones del ciudadano común.
Acierta Ramos Rodríguez al señalar la importancia de formar a los civiles en áreas como la política de defensa, las relaciones civiles-militares, el logro del control civil y la subordinación militar al Estado (131), sumando la industria militar al validar la observación de Pérez (180). Recordamos que, anteriormente, el IAEDEN cumplió una relevante misión al respecto, necesaria de retomar con un cabal sentido del pluralismo político.
Una futura transición democrática sugiere la mayor responsabilidad posible para ventilar y recobrar plenamente la institucionalidad y el profesionalismo castrenses. Así lo creemos en la actual oposición democrática, pues, luce contraproducente crear una empresa constructora y una banca militar, por ejemplo, distorsionando sus misiones esenciales, como ocurrió en 2013.
Los recientes ascensos militares
La materia requiere de una prudencia de la que, por cierto, carece Nicolás Maduro, por lo que es necesario adelantar una postura frente al confuso procedimiento y a la inequívoca pretensión, habida cuenta de la reincorporación de los oficiales del 4-F y 27-N a la Fuerza Armada Nacional y al ascenso de Diosdado Cabello, Francisco Arias Cárdenas y Ramón Rodríguez Chacín, solemnemente decididos. Maduro admitió que ni Chávez Frías había conseguido la fórmula que permite ahora tales reincorporaciones y ascensos, pero tampoco tuvo la amabilidad de precisarla y habrá que esperar a la Gaceta Oficial para entenderla, finalizando ya 2013, porque no sabemos si vuelven al servicio activo o pretenderán una nueva modalidad o fórmula que les permita conciliar simultáneamente las ya consabidas funciones públicas que desempeñan.
La Fuerza Armada es una institución y no una oficina subalterna del PSUV, por lo que constituye un abuso hacerla tributaria de dos eventos tan nefastos como el 4F y 27N, en claro desafío de lo establecido en el artículo 328 de la Constitución de la República. Al considerar el artículo 331 constitucional y el artículo 95 de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, nos preguntamos: ¿Dónde están los méritos estrictamente militares para que se produzcan estos ascensos, separados por más de 20 años de la corporación castrense, evaluados transparente y objetivamente en igualdad de condiciones con la restante oficialidad? ¿Acaso, eleva el espíritu militar cuando se trata de quienes han entregado nuestra soberanía a Cuba? ¿Luego, seguirán ese mismo ritmo de ascenso lesionando a la corporación castrense?
Por si faltase poco, una empresa constructora, una banca y hasta una emisora de televisión, ¿contribuyen a la realización de las misiones fundamentales de la Fuerza Armada? Al respecto, jamás el oficialismo ha deseado dar el debate parlamentario en tales y delicadas materias.
Por cierto, a Nicolás todo le parece extraño, desde el colapso eléctrico hasta el reciente asesinato de cuatro Guardias Nacionales. Nosotros somos los que nos extrañamos, porque es el gobierno bajo su directa e intransferible responsabilidad el que no garantiza la vida en Venezuela ni la prestación eficaz de los servicios públicos. Burda manipulación, por consiguiente.
http://www.noticierodigital.com/2013/12/el-incesto-republicano/
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