Los líderes políticos, empresariales, sindicales, científicos, etc., por lo menos en este rincón del mundo, frecuentemente lo abandonan sin dejar el tesimonio personal de lo que hicieron o deshicieron, inventariando los acuerdos y desacuerdos suscistado, lugarizando el tiempo. Son numerosos los archivos personales que se diluyen y las instituciones capaces de recibirlos, ordenarlos y ponderarlos hasta publicarlos. Se dirá, con sobrada razón, sobre las flaquezas de nuestro mercado editorial, pero hay testimonios necesarios de preservar y de avaluar en un urgente ejercicio histórico, sobre todo cuando el poder establecido tiene también por prioridad la de reversionar el pasado.
Días atrás, aparecieron los volúmenes iniciales de las memorias de Américo Martín, los cuales adquiriremos pronto, procurando equilibrar el presupuesto en casa, porque se trata de un protagonista ineludible del acontecer político que, según la naturaleza de los eventos, jamás se agota excepto la desaparición biológica. Y hasta esto tiene sus excepciones, pues, por algo vivimos la era antes inimaginable de la necropolítica.
Martín cuenta con sus amigos y enemigos, como luce natural en toda polémica cívica. Hubo aciertos y desaciertos en su trayectoria que irritaba a viejos compañeros de causa, pero muy pocos son capaces de cuestionar una dimensión del obrar que lo caracterizó: la tinta. Pudo llevar y llevó sus posturas a la página impresa, como acaecía con una contrastante frecuencia antes, prestas al debate. Que sepamos, desde el ensayo en torno a Marcuse y el aburguesamiento de la clase obrera, pasando por títulos incendiarios como "Los peces gordos", hasta sus indagaciones sobre el futuro cubano, el que más recientemente le leímos un lustro atrás, fuera y dentro de la tribuna parlamentaria, ha sido un disparador de planteamientos. Y no pretendemos ahora hacer un balance de sus inquietudes intelectuales, las que se asomaron en las más remotas contribuciones de la prensa, con o sin Haya de La Torre, acarreándole sanciones partidistas, sino acentuar el hecho por siempre inédito en este siglo XXI de la pluma que inquieta y del editor que se atreve a auspiciar inquietudes. Además, mejor nos introduce Manuel Felipe Sierra en su entrega de hoy:
"EL NACIONAL - Viernes 27 de Diciembre de 2013 Opinión/6
Al compás de los días
Memorias de Américo
MANUEL FELIPE SIERRA
Américo Martín ha escrito los primeros dos volúmenes de sus memorias: Ahora es cuando (1945 -1960) y La terrible década de los sesenta (1960-1969). Con tan solo 15 años se incorporó a las luchas estudiantiles contra el perezjimenismo y se inscribió en Acción Democrática en plena clandestinidad, enfrentado a la furia represiva del régimen.
Conoció las cárceles y fue sometido a brutales torturas en la Seguridad Nacional hasta la misma madrugada del 23 de enero de 1958, cuando desde una claraboya de la Cárcel Modelo de Caracas pudo observar el estallido de gritos y banderas que celebraban la huida del dictador. Después vendría la difícil etapa de la provisionalidad de Wolfgang Larrazábal y Edgar Sanabria, que culminó con el triunfo presidencial de Rómulo Betancourt, el cual logró después de vencer la resistencia (incluso de sectores de su propio partido) y de interminables negociaciones. Martín, testigo de aquellos años, pone en claro circunstancias y episodios generalmente desconocidos, pero que permiten una interpretación más certera de los hechos que marcarían los verdaderamente terribles y difíciles años siguientes.
Las memorias, que para los políticos con una vida entregada a los sobresaltos de la lucha son una suerte de rendición de cuentas, de recapitulación de vivencias ya juzgadas por el público, permiten también reforzar las visiones y posiciones políticas del autor.
Ambos elementos están presentes en los trabajos de Américo.
Pero a ello se añade (y allí radica un mayor interés e importancia de estos testimonios) un sabroso relato de vida, un repaso autobiográfico que escapa de lo puramente político para describir la vida cotidiana de la Caracas de la época, las hazañas del béisbol, las transmisiones radiales, los fastuosos Carnavales y los cambios urbanísticos que dan cuenta de una ciudad rutilante gracias a los milagros del "cemento armado" y la riqueza petrolera.
El segundo volumen, La terrible década de los 60, aborda de manera prolija los antecedentes de la lucha armada de la cual Martín fue protagonista como comandante guerrillero y, desde luego, sus relaciones con Fidel Castro durante su permanencia en Cuba, cuando el líder cubano se convirtió en factótum de la fracasada aventura armada. A través de anécdotas y recuerdos describe una etapa de nuestra reciente historia, cuyo conocimiento y valoración resultan indispensables para una mejor comprensión de los años, también terribles y difíciles, que el país ha vivido en las últimas décadas. Sin duda, se trata de un valioso aporte de Martín y la editorial Libros Marcados, en la tarea de ahondar con rigor en las claves del proceso histórico venezolano".
Texto que puede complementarse con una entrevista realizada por Milagros Socorro: http://milagrossocorro.com/2013/07/americo-martin-se-ha-echado-a-las-montanas-de-la-evocacion/. Por cierto, debimos fotografiar los dos tomos que tuvimos a la mano en Tecni-Ciencia (ya parecen no existir las librerías donde hay un librero a la mano, con sus comentarios), pues, la red de redes, no dispensa las portadas grandes y nítidas como es de esperarse, por lo que debmos recurrir a la fotografía que exhibe su hija, Marialejandra Martín, en las redes sociales, adecuándola (https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10152113950979124&set=t.536520808&type=3&theater).
Parecido a aquella anécdota de Jaimito sobre el eefante y la hormiga, al hallarse en medio de un examen escolar, referirse a Américo Martín es hacerlo con el MIR y, así, nos permitimos consignar las dos imperfectas reproducciones de portada de sendos encartados que están todavía en nuestros archivos: una, campaña electoral de 1978 y la magnífica consigna que empleó, "Manos limpias al poder", descubierta por el candidato presidencial mismo, según le escuchamos en una oportunidad; y, la otra, constando el apoyo del partido a la opción de Teodoro Petkoff en los comicios de 1983, antes de fusionar la organización con el MAS.
LB
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