Luis Barragán
La tendencia al juego es un fenómeno universal, por lo que tampoco nos pretendemos una suerte de cátaros al llamar la atención sobre el auge reciente de las apuestas que, al parecer, ahora se hacen con “animalitos” en lugar de los números arábigos. El asunto preocupa cuando desciende al obscuro e interminable sótano del vicio y, al faltar las oportunidades para trabajar, no existe otro medio de alivio al precario presupuesto hogareño.
Antes, durante y después de las consabidas bonanzas petroleras, los famosos terminales se convirtieron en un inmenso dolor de cabeza, incluso, por su sórdido entramado delictivo. Por períodos alternativos, fueron prohibidos y permitidos oficialmente, importando poco la institucionalización de sendas loterías públicas que solían sospechosamente quebrar, aunque – valga la paradoja – la de Caracas naufragó por sortear al ganador el “000” que tuvo tanta probabilidad de salir, como los otros seriales, desviando la atención sobre las causas reales del calculado fracaso.
Acotemos otra paradoja, Venezuela supo de la extensión asombrosa de las apuestas hípicas que, ahora se reducen a círculos muy íntimos, pero poderosos. La quiebra del Instituto Nacional de Hipódromos (INH), fue otro de los grandes contramilagros que nos distinguieron.
El repunte de las apuestas diarias y al detal, ofrecen esa otra cara de la Venezuela Saudita, asfixiada por un dictadura que siquitrilló a la industria petrolera y desea agigantar aún más la deuda externa para sobrevivir. En medio de una crisis humanitaria, desplomada la economía, sin posibilidades de adquirir los insumos básicos – además – por su elevadísimo costo, se han incrementado las colas para el juego fácil que beneficia, por supuesto, no sabemos a quién.
La alternativa para una economía y una sociedad post-rentistas, no es la del juego como vicio decisivo, sino la de un modelo y una estrategia de desarrollo que nos haga libres, abiertos, competitivos, disciplinados. La rifa cotidiana no contribuirá a superar las dificultades y andar por derroteros diferentes a los que el Estado Cuartel predica, exportando a sus prohombres para – esta vez – botar el dinero ajeno en las casas de apuestas más sofisticadas y exigentes del orbe.
01/10/2017:
Ilustración: Pedro León Zapata (El Nacional, Caracas, 1965).
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