La historia se repite
Nicomedes Febres
* Terminando el tercer tomo del libro “Memorias de un Venezolano en la Decadencia” de José Rafael Pocaterra, un libro testimonial con el lujo de detalles propios del positivismo en boga durante la dictadura de Gómez, encontré esta frase del autor de hace 100 años, mientras estaba preso en La Rotunda y en relación a su época: ”Hay en las cosas y en los hombres tanto de heterogéneo y de incoherente que si no estuvieran sacando muertos de aquí (La Rotunda) y dando palo y robando y vilipendiando al país difícilmente podría escribirse en serio la historia de esta época. A Gómez le traen al mismo tiempo la ley de elecciones, una carta autógrafa del káiser y dos vacas enanas de la Guajira”. Lo traigo aquí para que vean ustedes como nuestras tragedias se repiten por la misma causa: la ignorancia de la gente y que cada quien quiere ser el jefe en la oposición. Digo además que éste régimen es con mucho, peor que el gomecismo en su peor momento. Peor en sus torturas, asesinatos y sacrificios de las presos políticos. Peor en la piratería de sus intelectuales, que no sirven ahora ni para escribir una esquela mortuoria, o pintar un cuadro suficiente o escribir el guion de una obra teatral o de una película pornográfica de medio pelo. Imposible que sean más infames en las ejecutorias de sus diplomáticos que pasan del analfabetismo funcional a ser secuaces del terrorismo global y desconocen las normas elementales de convivencia. Y así en los campos que usted elija, además Gómez, pese a sus simpatías por el Kaiser, jamás involucró al régimen contra la Historia de Occidente, ni Venezuela fue una nación delictiva dirigida por terroristas y narcos.
* La foto de hoy es un aviso del año 1929 aparecido en la revista Elite promocionando la venta de terrenos en la urbanización El Conde, tal como dice el aviso, a 5 cuadras del mercado de San Jacinto, ubicado a una cuadra de la Plaza Bolívar. Era una urbanización para la clase media, donde en los planos de la vivienda no estaba incluido el garage para los vehículos, privilegio inicial que le correspondió a la urbanización Los Rosales, pocos años después, y ambas construidas por Juan Bernardo Arismendi, el gran constructor de Caracas en esos años, urbanizaciones que estaban surgiendo gracias al crecimiento fiscal por el petróleo. En la Caracas de Gómez, como ahora, no se construyó ni un edificio público porque todo estaba destinado a Maracay, la ciudad de sus intereses pecuniarios. Caracas era entonces del mismo tamaño desde su fundación y El Conde era una hacienda de caña propiedad del general Guzmán Blanco y la llamaron así en homenaje a la condadura francesa otorgada al Ilustre Americano. Vainas de sapo rabuo digo yo. Las cosas en Venezuela cambian tanto para que no cambien, que por ejemplo la Hacienda Guayabita, la de los toros de casta, ha sido sucesivamente y por volapié, del general Páez, luego del general Guzmán Blanco y después del general Gómez, por ese arte de birlobirloques que son la justicia y la ley en Venezuela y la lenidad en los castigos a los corruptos. Las crónicas y las pocas fotos viejas de esa zona tomadas desde el cerro de La Charneca o Marín solo muestran los escombros del lazareto de Caracas y las crónicas de allí son dantescas porque los hombres y las mujeres enfermos de lepra querían violentar las rejas que los separaban para consolarse mutuamente, hasta que vino mi amado obispo, el sevillano Diego Antonio Diez Madroñero en la segunda mitad del siglo XVIII, quien puso orden en el relajo caraqueño y metió en cintura a los habitantes de la ciudad. Si yo tuviera que hacer un gabinete All Star de la Historia criolla les aseguro que Diez Madroñero sería mi ministro del Interior, el viejo Arismendi estaría en Obras Públicas con el doctor Liendo Coll en Sanidad y con el doctor Calvani en la cancillería. Mejor no sigo porque se me acabó el espacio y me puede sobrar mucho la imprudencia.
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