Principio y razón
Luis Barragán
Creemos en el principio de la libre autodeterminación de los pueblos, incluyendo el derecho de los catalanes a declarar su independencia, como más adelante pudiera hacerlo alguna de sus provincias o municipalidades. Situación ésta que sugiere una escalada de la fragmentación, suponiendo a Puigdemont como el futuro y celoso represor que, desde Barcelona, ordena la ocupación de Lérida, Tarragona o Gerona.
Así lo pareciera, con la multiplicación infinita de las comunidades, no sería un fenómeno propio de la globalización ni de la glocalización, orientados los europeos a concursarla a través de un bloque unitario que les permita competir con los otros referentes económicos y sociales del mundo. Luego, esas comunidades quedarían a la merced de los intereses que las sobrepasan, trastocadas en colonia, sucursales o franquicias.
Luego, la razón ayuda a ponderar todo principio, pues, por sí mismo, no basta con invocarlo. La sola invocación no lo mantendría en pie, inferimos.
Los grandes capitales catalanes, huyeron de Catalanya, se nos dice. Ilustran la poca o nada confianza que tienen en la independencia y, si bien es cierto, ella le da mucho a España, no menos cierto es que también recibe.
Otro asunto es que, sintiéndose en desventaja frente al resto de la península, deba renegociar las condiciones de pertenencia y la de una mayor incidencia en el destino nacional. Mas todo apunta a un hipotético desprendimiento político que la hará presa de un juego geopolítico y geoestratégico que, más adelante, dejará como saldo la xenofobia, pretendiéndose un mecanismo de compensación.
No es semejante la Cataluña de hoy, por ejemplo, a la Venezuela que se independizó en el siglo XIX, siendo una colonia. Habrá quien diga que, de haber sido una provincia autónoma de ultramar, en toda ley, Miranda, Bolívar o Bello hubiesen sido altos y respetables funcionarios e, incluso, premieres en Madrid, pero eso significaría llegar al extremo del absurdo, por lo demás, inútil, ya que supondría que buena parte de Hispania también pudo ser feliz con Roma o también bajo la égida musulmana, sumada la posibilidad del reino feliz y distante que dependiese de los aztecas o incas de haber incursionado más allá del horizonte, entrando por Puerto de Palos.
Valga acotar, tengan o no razón aquellos que, desde acá, les atrae la causa catalana, por lo menos, deben reflexionar sobre el tratamiento de la crisis por Madrid, pues, si bien se les pasó la mano al reprimir hace poco a los catalanes, innecesario cuando hubo, a los pocos días, una multitudinaria demostración de adhesión peninsular, tampoco la hubo hasta llegar al número impune de muertos, detenidos y perseguidos, como acá, bajo el régimen soberanísimo y patriótico de Maduro Moros. Seguramente, los líderes independentistas deben sentir y padecer el seguimiento de los organismos españoles de inteligencia, pero, que sepamos, no han sido objeto, como tampoco sus familiares y relacionados, de detención, torturas y humillaciones. Y, quizá, de aplicarse alguna norma, constitucional o legal, no estarían destinados a La Tumba, aislados, enfermos y hambreados.
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